CAPÍTULO 11: Caminata de la veguenza.

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El sonido persistente de un celular hace que me remueva entre las suaves sabanas. Hundo mi rostro en la almohada ahogando un gruñido por el infernal sonido que no para. Me giro aun con los ojos cerrados para extenderme en mi cama cuando siento un bulto a mi lado. Estiro la mano para remover la almohada que impide mi comodidad, pero cuando mi mano toca el bulto me doy cuenta que no es una almohada, no se siente como una. Se siente como piel. De humano. De uno muy grande y cálido a mi lado.

Abro los ojos de golpe y ahogo un grito girándome bruscamente hacia el otro lado. Para mi desgracia, me encontraba durmiendo casi en la orilla de la cama lo que hace que con mi giro brusco caiga de ella como un costal de papas. Ahogo un grito por el golpe seco que afecta mis glúteos y espalda. Me incorporo rápidamente, noto que mis piernas duelen al igual que mis brazos y espalda como si hubiera corrido un maratón, para volver a mirar sobre la cama. Un cuerpo grande y musculoso yace a mi lado boca abajo con la cara enterrada debajo de la almohada. La sábana cubre su cuerpo de la cintura para abajo dejando ver su espalda desnuda, muy bien formada y con tatuajes desde los hombros hasta cubrir sus brazos.

Espera... él está desnudo. Completamente desnudo.

Miro hacia abajo, reparándome a mi misma y noto que...

Yo también lo estoy.

El sonido del celular acribilla mi cabeza y el dolor de la resaca se hace presente. Busco mi bolso por la habitación y como me imaginaba, esta no es mi habitación, sino una mucho mas grande y lujosa. Sigo el sonido infernal que no para de sonar y encuentro mi bolso en uno de los sofás de la pequeña sala de la habitación. Saco con las manos temblorosas el celular del bolso y noto que el cuerpo en la cama se remueve incomodo. Rápidamente tomo su camisa negra que yace en el suelo y corro hacia el baño.

Una vez encerrada en el inmenso baño de mármol, veo la pantalla del movil que por fin ha dejado de sonar.

25 llamadas perdidas de Em <3

40 llamadas perdidas de Lele <3

¡Mierda!

Antes de que pueda devolver la llamada, la pantalla se ilumina nuevamente con el nombre de Lele.

– Hola – susurro lo más tranquila que puedo

– ¡OLIVIA SCAZZI! ¡¿SE PUEDE SABER PORQUE NO CONTESTAS EL MALDITO CELULAR!? – Me grita Leah, furiosa. alejo el teléfono de mi oído con una mueca de dolor mientras su voz me taladra las pocas neuronas que me quedan.

– Lo siento, lo dejé en silencio desde anoche y acabo de despertar.

– ¿ACABAS DE DESPERTAR? ¿TIENES IDEA DE LO PREOCUPADAS QUE ESTABAMOS POR TI? Entré a tu habitación esta mañana y no había rastro de que durmieras ahí. Te juro que si tuviste uno de esos arranques tuyos y te regresaste a Washington a buscar a Liam te despellejare viva...

Dejo de escuchar las amenazas de mi amiga cuando reparo el baño en el que me encuentro encerrada. El jacuzzi al fondo, la bañera con paredes de cristal y el lavamanos gigante de mármol blanco.

La escena de mi sentada sobre el escritorio, en bikini, con Steel entre mis piernas tomándome por el cuello y estrellándome de una forma brusca pero satisfactoria contra él, mientras me besaba el cuello, la clavícula, el inicio de mis pechos.

Mi cuerpo entra en combustión automática con el simple y vago recuerdo.

Su forma de tomar el control dejándome indefensa a merced de sus manos, su gruñido al verse impedido en su labor por el sostén de mi bikini el cual arrancó de un tirón con una mano, sin mayor dificultad para dejarse el camino libre.

Sus labios diciendo lo perfecta que era mientras seguía besándome hasta llegar a mi abdomen, sus manos acariciando mis muslos haciendo que su tacto quemara por donde se desplazaba en mi piel. Mis gemidos al sentir su boca sobre mi piel, sus hombros, sus bíceps, mis dedos enredados en su cabello y sus hermosos ojos negros brillando de deseo al verme fijamente antes de volver a devorarme la boca.

Esos hermosos ojos...

Esa sonrisa...

La escena completa llega a mi como un flash back dejándome inmóvil mirando a la nada con el teléfono aun en mi oído.

– Lele, debo colgar. Te veo en diez minutos en mi habitación – cuelgo la llamada sin detenerme a escuchar lo que mi amiga grita a través del teléfono.

Una sonrisa de satisfacción se cuela por mis labios al recordar toda la noche.

La realidad me golpea tan rápido como la ilusión hace unos segundos. Esto es un romance de una noche. Algo que jamás volverá a ocurrir.

¿Qué pasa si Max Steel no resulta ser el tipo encantador que fue esta noche?

¿Qué tal si es un tipo desordenado o de esos obsesionados con el ejercicio y las comidas poco apetecibles o si le gustan las películas de terror que a mi me dan pesadillas?

O peor aún... ¿Qué tal si descubre que no soy lo que esperaba, una chica más que al principio le impresionó, pero después no llenó sus expectativas?

Soy experta en saber que las primeras citas son una completa farsa, donde solo dejas ver lo mejor de ti como si fueras una fruta en un supermercado en competencia por ser escogida así que ocultas tu lado podrido y pules el lado bueno gritando ¡a mí! ¡Escógeme a mí! con la esperanza de que el comprador te elija antes de darse cuenta de tu descomposición.

Las escenas de nuestra platica, tumbados en la cama sin ropa pasan por mi cabeza. La manera en la que prácticamente le rogué que tuviera sexo conmigo, lo necesitada de atención que soné al preguntarle si nos volveríamos a ver.

–¡Dios! – gruño llevando mis manos al rostro.

La desilusión y el miedo a que esta noche memorable se arruine con una avalancha de realidad me golpea dándome la necesidad de salir de ahí. Me miro de arriba abajo contemplando la camisa que llevo puesta cubriéndome por debajo de los muslos. es suficiente para no llamar la atención una vez que salga de esta sin ser vista o escuchada.

Si, lo sé es cobarde y mezquino. Pero me niego a ensuciar lo que se puede decir fue una de las mejores noches que he pasado en mi vida, no solo por el acto casi sexual que me hizo ver las estrellas, sino la plática, las risas y la extraña comodidad que sentí a lado de este hombre. Quiero llevarlas en mi memoria así, como algo especial que solo sucede una vez.

Tomo mi bolso revisando que las pocas pertenencias que había en el sigan ahí. Veo dentro mi labial rojo que he estado usando estos días y una idea un tanto infantil me viene a la mente.

¡A la mierda! nunca lo voy a volver a ver. Puedo darme el lujo de ser infantil y un poco dramática.

Tomo el labial, poniéndome frente al enorme espejo del baño y comienzo a escribir. Una vez terminada mi obra de arte la miro con la cabeza inclinada pensando que algo le falta.

Necesito más drama en como terminara mi amor fugaz

Me paso el labial por los labios tintándolos de rojo y planto un beso al espejo dejando una copia en él.

Perfecto.

Sin hacer el menor ruido salgo del baño, le hecho un último vistazo a esa espalda perfecta y casi me pongo a llorar por el hecho de abandonar a semejante macho alfa ahí, dormido. Cierro con delicadeza la puerta de su habitación y corro avergonzada hasta el elevador.

Cuando las puertas de este se abren en el piso de mi habitación, noto a dos figuras bastante familiares frente a la puerta, esperándome. Al escuchar mir pasos, giran en mi dirección. Les toma unos segundos detallarme de pies a cabeza, el cabello revuelto como un nido de pájaros, vestida solamente con una camisa al menos dos tallas más grandes, maquillaje corrido. Si, toda la imagen de una "caminata de la verguenza".

Leah deja caer su mandíbula para después dibujar una sonrisa traviesa mientras Emily se muerde los labios suprimiendo su risa.

Las apunto a ambas con la sandalia en mi mano.

– Una palabra de esto y las asesino.

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⏰ Última actualización: Apr 18 ⏰

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