PRÓLOGO

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5 años antes.

Subo corriendo las escaleras de la suprema corte de Connecticut. Jadeo mirando los infinitos escalones que me separan de mi objetivo. Maldigo los tacones negros que tomé prestados de mi madre -sin su autorización- que me hacen imposible llegar a mi destino. Enderezo la espalda, ajusto la coleta alta que sujeta mi cabello, tomo unas cuantas bocanadas de aire y sigo corriendo hasta llegar a mi destino.

No puedo creer lo que estoy haciendo.

Entrar sin autorización a un recinto gubernamental para acechar al abogado más importante del país y rogarle que me escuche es, por mucho, lo más arriesgado e impulsivo que he hecho en mi vida. Podría perder mi beca por no llegar a mi examen final o peor aún, mi futuro como abogada, sin contar que mi madre me mataría si supiera lo que estoy a punto de hacer.

Si no fuera tan importante para mí, no lo haría.

Busco la puerta de la oficina asignada a Mathew Bennett y su comité en donde discuten el juicio y sus posibles dificultades. Antes de entrar me detiene un hombre moreno, de unos cuarenta años, alto y fornido con cara de pocos amigos y uniforme de guardia de seguridad.

– S-soy pasante de último año asignada a el señor Mathew Bennett – miento, mostrando mi credencial de la universidad rápidamente, evitando que detalle el curso escrito en ella y rogando que no note que llevo un conjunto de falda y blazer color oliva al menos dos tallas mas grande de lo que debería.

El guardia me mira de pies a cabeza con el ceño fruncido.

Mi corazón se acelera cuando noto que no me cree ni una palabra. Imagino la escena donde soy sacada de la manera más humillante de uno de los recintos más respetados por mi profesión. Eso arruinaría mi reputación en años futuros. Mis manos comienzan a sudar y mi corazón se acelera ante la expectativa.

No puedo permitir que eso suceda así que es hora de valerme de todas mis armas.

Retiro las gafas que llevo puestas de golpe y reparo en la placa que lleva en el pecho con su nombre. Lo miro fijamente, ocasionando que sus ojos se abran impresionado.

Estoy acostumbrada a esa reacción.

– Bruno – espeto con voz chillona – Seré sincera. Curso el segundo año en leyes en YALE, soy gran admiradora del trabajo del señor Mathew Bennett. Es imprescindible que el señor Bennett me escuche y vea las pruebas que tengo para mostrarle – confieso ocultando mi nerviosismo –. Te estaría eternamente agradecida si me dejaras entrar – junto mis manos a modo de súplica y hago ojos de perrito regañado.

El guardia sigue sin decir una palabra y sin mover un solo músculo para dejarme pasar. Estoy a punto de darme por vencida y dar media vuelta hacia la salida, cuando una voz dentro me detiene.

– Vamos Bruno, deja que pase. Diremos que viene conmigo – dice una voz ronca detrás del mastodonte. Este gruñe girando los ojos y se hace a un lado dejándome entrar a la sala de espera.

– Tienes prohibido ir mas allá de esta sala – advierte inclinándose hacia mi – Cuando el señor Bennett salga, tendrás suerte si te escucha, pero si no desea hacerlo, me veré obligado a sacarte ¿Entendido?

Sonrío asintiendo con la cabeza y paso a su lado con precaución.

Reparo con asombro la pequeña sala de espera queriendo tatuar en mi memoria cada detalle. sus paredes son color marfil y el piso es de madera. Cuenta con varias sillas acolchadas de color negro alrededor y una pequeña mesa de cristal en medio con una torre de revistas para matar el tiempo de espera. La puerta de caoba fina que divide la oficina donde se encuentra Mathew de esta habitación está al fondo, las paredes de cristal que la conforman están cubiertas por las persianas color negro aislándolos de los curiosos.

INMINENTE ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora