Capítulo 21.

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Caminaba por el extenso patio, me acercaba cada vez más a ese enorme bosque de olmos de hojas negras, podía escuchar el rugido de Lorcan desde la distancia en la que estaba y ni siquiera me apetecía pensar en cuánto me estaba culpando en estos momentos. Posiblemente estuviese odiando mí sola existencia pero, no podía culparlo, por mí estaban aquí, por mi fuimos a la ciudad y nos atacaron, todo esto estaba pasando porque llegué a ellos.

Rodeé mi cuerpo con mis brazos cuando una ventisca fría rodeó mí cuerpo, no había traído un abrigo y tampoco me había quitado el vestido, una parte de mi decía que sentir frío era mucho mejor que sentir el dolor de la pérdida. No estaban muertos pero aún así, no estaban aquí, habían desaparecido por completo y solo los Dioses sabrán cuándo y cómo los encontraríamos.

Las ramas crujían bajo mis pies y cuando menos lo noté, estaba en el interior del bosque. Los rugidos ya no se oían y el viento había dejado de fluir con tanta fuerza, viéndose interrumpido por los árboles que se alzaban a mí alrededor. El collar que me había dado el sanador se sentía tibio contra la piel de mí pecho, podía sentir la tela del vestido, tensa por la sustancia que se había secado hacía ya unas cuantas horas.

No sé muy bien por cuánto tiempo caminé, pero era bastante claro que me había alejado bastante del palacio y la seguridad que esté me otorgaba, no estaba huyendo por ende Harvey no estaría en el arco, no sentía magia Primal, lo cuál era tranquilizante porque no estaba Drystan alguno de sus seguidores cerca de aquí entonces, si no era nada de eso, ¿Que era la extraña sensación que estaba sintiendo? ¿Qué era ese zumbido en mí pecho que me decía que algo estaba vivo y me observaba?

Tomé una bocanada de aire y seguí caminando, por alguna razón, necesitaba seguir caminando. Miles de preguntas comenzaron a saltar en mi cabeza y la principal de ellas era ¿Por qué ninguno de mis padres tenía el círculo plateado? Ninguno de ellos tenía eso, ¿Por qué yo sí? ¿Por qué yo, entre todos los inmortales, tenía ese círculo? ¿Por qué había una extraña semejanza entre mis ojos y los de aquellos Primales que le servían a la Vida?

Mi mente divagaba de un pensamiento a otro, no habían respuestas o habían algunas que no me atrevía a responder. Estaba tan sumida en ello que cuando decidí centrarme, sentí un ardor subir desde mí tobillo hasta mí muslo, baje la vista alarmada y sentí cómo toda la sangre se drenó de mi sistema. No sé si eran Dioses, humanos o inmortales pero estaban saliendo de la tierra, estaban…Oh Dioses, tenía que salir de aquí.

Comencé a correr de regreso, esquivando tan rápido cómo podía a las criaturas que estaban saliendo de la tierra pero cada vez eran más, cada vez salían a borbotones. Un grito salió de mis labios cuando me jalaron del tobillo y me mandaron al suelo, patee su rostro con mí pie y me levanté de nuevo, estaba llegando al límite del bosque cuando una ola de magia Primal me aturdió por completo, Dorian aparece dos segundos después para jalarme fuera del bosque.

—Gracias.—susurro.

—¿Qué estabas haciendo ahí dentro y sola, Aelin?

—Caminar.

—Dioses —miro hacía atrás por unos segundos y regreso su vista al frente—Debemos avisarle a Casteel que los muertos están saliendo de la tierra. Muertos que no deberían salir de la tierra por cierto.

—¿Eso no es normal?—digo con un hilo de voz.

—¿Te parece normal?—Sacudo la cabeza—Pues no lo es, necesitamos…

Una luz centelleante iluminó el cielo y desapareció tan pronto cómo vino. Dorian maldijo a mí lado mientras miraba por donde había venido aquella luz.

—¿Qué fue eso?—susurro asustada.

—Mi segunda al mando llamándome, algo está pasando en mí ciudad. ¿Qué rayos está pasando últimamente? Parece que todo está desequilibrado.

An ember of ash.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora