Capítulo 1.

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Un suspiro tembloroso abandonó mis labios en el momento que puse el velo sobre mí cabeza, las cadenas que lo sostenían se sentían más pesadas de lo usual, hoy todo se sentía más pesado de lo usual. Theodora estaba detrás de mí mientras terminaba de ajustar las cadenas para que el velo no se moviera o se corriera de su sitio, mis manos se retorcían contra mí regazo y estaba buscando una manera de calmar el latir desbocado de mí corazón pero, nunca era más sencillo, nunca nada lo hacía más sencillo.

Mojé mis labios con la punta de mí lengua y solté un suspiro tembloroso, mordí el interior de mí mejilla mientras veía a través de la tela que cubría mí rostro, podía ver con normalidad pero al mismo tiempo, sentía que no veía absolutamente nada. Unos suaves golpes en la puerta hicieron que girará mí cabeza en esa dirección, Theodora se alejó para ir a abrirla y me puse de pie, sabía quiénes eran, sabía quiénes estaban detrás de esa puerta. Esperando para llevarme al templo de Thina, La Diosa de la sabiduría.

En ese templo se llevaban a cabo la mayoría de las oraciones, pero hoy, hoy iban a dar el comienzo de una nueva era, una era en dónde yo tendría que ser una participante activa, una dónde yo tendría que entregar mí corazón, de forma literal y metafóricamente, a los Dioses. Ese simple pensamiento me retorció el estómago, pensar en mí participación en esto cómo mí muerte no ayudaba en nada, nunca ayudaba pero era un golpe de realidad necesario, uno que necesitaba tener en cuenta cada vez que me levantaba de la cama y me vestía.

Iba a morir en algún momento.

—Buenos días, Theo.—La voz de Liam llegó a mis oídos—¿Se encuentra la Doncella aquí?

—Sí, enseguida sale, muchachos.

Me quedé plantada en mí lugar hasta que Theodora se volteó para verme, no podía retrasar esto, iba a suceder de una forma u otra. Pasé saliva y caminé con mis manos entrelazadas hasta la puerta, el rostro de mis hermanos fue lo que ví pero, al mismo tiempo, solo eran mis guardias personales. La Guardia Real. Traían el impecable uniforme azul con su capa blanca, mordí mí lengua para que ningún saludo saliera de mis labios.

Regla número 1: La Doncella no debe hablar con nadie.

Era una regla un poco extremista, se me tenía permitido hablar con mis guardias, con Theodora y con los Reyes. De resto, solo podía dar un asentimiento de cabeza para no verme tan mal educada.

Liam y Rhan me flanqueaban durante todo el trayecto hasta el templo, que por suerte, no estaba demasiado lejos del palacio de Ethylan. Ninguno de nosotros habló durante el trayecto, solo caminábamos entre la servidumbre y las personas que pasaban cerca, pude contar con los dedos de una mano a las personas que no voltearon a verme y aquellas que no abrieron sus ojos al ver quién estaba caminando entre ellos. ¿Podía culparlos? No, por supuesto que no podría, era la Doncella, la elegida por la Diosa Lilith para cumplir un propósito, ellos me veían como su salvación y yo a ellos cómo mí verdugo, nadie era culpable en este lugar, así lo quisieron los Dioses.

Me detuve frente a las enormes puertas del templo, habían detalles de rayos y estrellas tallados sobre el duro material, el templo de la Diosa Thina era uno que podía verse cómo un templo de astrología.

Lyn, ¿Estás bien?—El suave susurro de Liam me hizo tomar una bocanada de aire.

¿Estaba bien? No, estaba asustada, no quería entrar y enfrentar lo que venía con todo esto, pero era una de las pocas cosas que podía hacer a lo largo de mí vida. Enfrentar, confrontar y no bajar los brazos.

—Aelin, debemos entrar.

A veces no podía evitar comparar a mis hermanos, mientras Liam prefería llamarme Lyn, Rhan prefería mí nombre, sin acortarlo, sin apodos, solo Aelin.

An ember of ash.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora