Capítulo 11.

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Habíamos partido muy temprano en la mañana, por suerte no habíamos tenido ningún inconveniente durante la noche y la vida de nadie, corrió peligro alguno.

Mi día de andar a pie había acabado, con la noticia de que Drystan estaba a días de recuperar su fuerza con totalidad, no podíamos darnos el lujo de demorar demasiado en llegar a Nethilor. Así que el día de hoy, quien me llevaba era un chico de nombre Aspen, serio pero bastante simpático, al menos iba hablando conmigo gracias a su impronta y su olor me recordaba a los pasteles de frambuesa, algo que pareció gustarle bastante porque él ama las frambuesas.

Lorcan dejó su forma mortal y ahora había un enorme Wolven frente a todo el grupo, junto a otros tres más. Emalyn, Gianna y Erick estaban junto a Lorcan, otros Wolvens más viejos iban en la parte de atrás para cuidar a aquellos que eran más jóvenes o de plano cuidarme a mí. Desde que ellos se habían convertido en su forma animal, no podía quitarle los ojos de encima, Gianna tenía un pelaje café que brillaba las pocas veces que encontrábamos rayos de sol, Erick era de un tono gris, el cuál se camuflaba bastante bien entre la nieve que había comenzado a caer, Emalyn tenía un hermoso pelaje blanco, igual al de Elión pero Lorcan, él tenía el pelaje negro, podría jurar que ni las alas de un cuervo eran tan oscuras cómo su pelaje.

-Si te consuela, Nolan tiene el mismo pelaje que su padre -Aspen gira su cabeza ligeramente para verme.

-¿Cómo es posible que el más gruñón de los hermanos se parezca a su dulce madre en su forma Wolven y el dulce hermano se parezca a su gruñón padre?

-Usualmente pasa en los Wolvens. Al menos se parecen físicamente entre ellos.

Suelto una pequeña risa, la cuál hace que todos volteen sus cabeza para verme, Aspen bufa cómo si lo hubieran interrumpido en una conversación privada y se adelanta hasta ganarse un poco más cerca de Lorcan. Llevábamos unas cuantas horas de viaje, el día estaba apenas empezando y dentro de poco nos tendríamos que detener a comer algo.

Poco a poco, mientras más avanzamos, el bosque comenzaba a tornarse más penumbroso, la luz del día llegaba lo suficiente para poder ver el camino, los árboles parecían estar comenzando un proceso de putrefacción y las ramas se comenzaban a doblar hacía abajo, había hojas secas y salpicadas con sangre, las ramas apenas hacían un sonido gracias a la ligereza que habían adquirido todos para caminar sin ser vistos y oídos. El frío se iba haciendo cada vez más gélido, se hacía más presente conforme avanzamos. Los troncos tenían arañazos y habían unos cuantos huesos desperdigados por el piso, todo esto estaba revolviendo mí estómago y cada vez más tenía ganas de huir.

-Atenta. Hay algo por delante, lo escucho.

Solté el aire de mis pulmones y llevé mis manos a las dagas que tenía en los muslos, el pelaje de Aspen se erizo, al igual que el de todos los que estaban en su forma animal, aquellos que no, solo comenzaron a gruñir a lo que sea que estuvieran viendo desde una distancia prudente y oliendo.

-Huelen a podredumbre. A fruta o comida echada a perder.

-¿Una especie no vista?

-Seguramente, no sabemos qué son. No reconocemos su olor.

-¿Escuchas algo?

-Tan sigilosos cómo nosotros.

Mi cuerpo entero entró en tensión, que alguien o algo fuera igual de sigiloso que ellos era una clara señal de peligro, todos corríamos una horrible amenaza en este lugar y sea lo que sea que estuviese acechando en el bosque, se estaba acercando silenciosamente. El horrible olor que había mencionado Aspen llegó a mí nariz y tuve que arrugarla para soportar un poco todo ese pudor tan asqueroso que estaba llegando a nosotros.

An ember of ash.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora