Sunshine

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—¿Estás sonrojado?

James espera fuera del colegio de Harry pacientemente, o con toda la paciencia que es capaz de reunir con el grupo de madres mirándolo desde la sombra de un árbol en la esquina del edificio. Sus risas indiscretas y señalamiento nada discretos, le ponen los nervios de punta, Les sonríe de vuelta, por acto reflejo, cuando ellas levantan su mano agitándolas en el aire al despedirse, avanzando por la calle envueltas en cotilleos, risitas y miradas sobre sus hombros mientras sus hijos tiran de sus manos para que aceleren el paso.

Finalmente puede respirar.

Hacía varios minutos se había dado el timbre de salida y no había señas de su niño, ni ningún otro por ninguna parte. Incluso Bill, el mayor de los chicos Weasley, se había marchado llevándose a Ron con él, pero sin Harry. Por lo general, su hijo era de los primeros en salir, el no haberlo visto apenas puso un pie en el patio, extrañó demasiado a James.

Era un retraso menor, sí, pero James conocía bien a su Harry, presiente que algo ha ocurrido. Su preocupación aumenta dos niveles cuando pasa otro tortuoso minuto, y desciende cuatro al ver la característica cabellera azabache de Harry atravesar la puerta principal. James lo ve descender los escalones con pequeños saltos desanimados y avanzar arrastrando los pies el resto del camino. La pesada mochila roja cuelga sobre sus hombros como el caparazón de una tortuga, haciéndolo ver más pequeño de lo que en realidad era.

—Hola, amigo —saluda James agachándose un poco —mucho— para estar a la altura de Harry, extendiendo su mano para ajustarle sus pequeñas gafas torcidas —. ¿Fue un buen día?

—Sí... Blaise hizo sonrojar a Ron —responde Harry, alzándose de hombros—. Y tengo tarea extra.

Algo en el tono del Harry enciende las alarmas en el cerebro de James. La inquietud arrastrándose debajo de su sonrisa paciente.

—¿Oh? Creí que hoy era el último día de tu maestra.

—Lo es.

Harry no habla mucho después de eso, lo único que hace es retirar la mochila de sus hombros y extenderla hacia James antes de adelantarse, no muy lejos de la vista de su padre. Si James sospechaba que algo ocurría con Harry, ahora puede confirmarlo.

Y ese algo tiene que ver, de una forma u otra, con Sybill Trelawney y la famosa tarea extra.

—El abuelo me ayudó a preparar pizza, ¿tienes hambre? —pregunta James, poniéndose de pie con la mochila de Harry sobre su hombro, avanzando un paso para acercarse a él y tomar su pequeña mano entre la suya.

Juntos comienzan a caminar hacia su hogar a unas cuantas calles de distancia, en la parte menos asfixiante de la ciudad bordeando el campo.

—Algo.

Primer foco rojo. James siempre obtenía una reacción positiva al mencionar la pizza o cualquier tipo de comida casera. Piensa en algo más que pudiera servir para animar a la luz de su vida, o al menos averiguar qué sucedía.

Sin la sonrisa de Harry, el mundo se siente un poco más pesado y sombrío.

—Ya veo, supongo que comeremos un poco tarde hoy, tal vez podríamos usar ese tiempo en algo interesante. Tengo un cuadro por terminar, ¿te gustaría ayudarme?

James finge que toda su atención está en el camino, finge que su mirada no está sobre Harry y le deja tomar la decisión. Harry lo considera seriamente durante un segundo, sus cejas uniéndose en el medio y su puchero sobresaliendo en su labio. Cuando hace eso, se parece irremediablemente a Lily.

—Sí, me gustaría —responde Harry, finalmente, devolviendo la mirada.

James esboza una sonrisa ligera, alzando a su Harry en brazos al notar sus pasos ralentizarse, su agotamiento era obvio, y eso lo preocupa aún más. Lily solía decir que James sobre pensaba las cosas, preocupándose por situaciones fuera de su control. A veces, ella tenía razón. James no cree que esta sea una de esas ocasiones.

Single Father + RegDonde viven las historias. Descúbrelo ahora