Prólogo

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Lo último que sintió tras el choque fue un horrible ruido dentro de su cabeza, un terrible dolor en todo su cuerpo y frío, fue perdiendo la conciencia hasta que se desmayó. El sonido de una ambulancia inundó su mente, el estrepitoso ruido de las ruedas de una camilla y un pitido incómodo, no recordaba casi nada. Después luego de que el efecto de la anestesia pasara de su organismo, abrió los ojos aturdido, dándose cuenta unos minutos después que estaba en una sala de hospital.

¿Qué había pasado? Se quedó unos segundos mirando al techo, a su mente regresaron los flashbacks del accidente, y todo lo que había pasado antes de eso. Quiso llorar, unas lágrimas involuntarias salieron de sus ojos, ¿pero ya qué, de que servía? La enfermera y el doctor entraron al cubículo y al verle despierto le hicieron las pruebas rutinarias después de la operación, le explicaron la situación actual en la que se encontraba, diciendo además que había contactado a su hermano mayor para que fuera a por él.

Aziraphale observó por la ventana al lado de su camilla, sin contestar, por el momento estaba procesando todo aquello, las cosas habían sucedido tan rápido que le costaba asimilar aquello. Su hermano y cuñada llegaron unas horas después, preocupados y bastante angustiados por aquello. Llegaron a buscarle, aún con todo y la preocupación estaban alegres de que el rubio siguiera con vida.

El doctor les explicó que el otro debía usar la silla de ruedas por un tiempo indefinido, debía ir a fisioterapia para una recuperación completa luego de que pasaran al menos dos o tres meses de la operación. Las buenas noticias eran que podría volver a caminar, tras mucha fisioterapia y esfuerzos, pero lo conseguiría.

El rubio permanecía en silencio, no quería hablar, no había vuelto a llorar, se sentía mal por todo aquello y ahora que sabía debía estar viviendo con su hermano y cuñada por tiempo indefinido, se sintió como una carga, un estorbo. A pesar de que estos le habían hablado, conversaron con él durante toda la semana que estuvo en el hospital explicándole cuanto querían tenerle en casa y ayudarle.

Miraba en silencio hacia afuera por la ventana, el viento sacudió las cortinas cubriéndolo con ellas, se quitó estas de encima escuchando la puerta ser abierta. Giró la cabeza sonriendo a Gabriel quien le abrazó al estar a su lado, quizás en el fondo se sentía culpable, por no estar allí, por no haberle pedido antes que fuera con él a Londres, por alejarse en el peor momento, a Aziraphale nada de eso le preocupaba, lo había perdonado hacía mucho.

Beelz se quedó a su lado mientras Gabriel recogía las cosas que tenían en el cubículo del hospital, listos para marcharse. Bajaron para recoger su alta e indicaciones médicas, las recetas y demás. Beelzebub le expresó lo alegre que estaba por verle tras tantos años, haciéndole ver que estaría bien.

Aziraphale había tomado la costumbre de ver a los demás desde entre las cortinas, como un espectador, sin hacer movimientos bruscos. Tras intentar ser el protagonista y que esto saliera mal, decidió entonces volver a quedarse allí, entre las cortinas, viendo todo desde lejos.

Entre las CortinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora