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Aziraphale estaba en la sala de esperas junto a Beelz quien le ofrecía un jugo, aún no se acostumbraba a la silla de ruedas y el no poder mover las piernas le hacía sentir frustrado, pero suponía que ahora debía aprender a lidiar con ello. Gabriel recogía las indicaciones del doctor y su ficha de alta del hospital, volvió junto a su esposa y hermano, agarrando los mangos de la silla de ruedas. Salieron hacia el estacionamiento, conversaba el matrimonio en tanto el rubio se mantenía en silencio.

Azira suspiró, se sentía frágil, incapaz de poder valerse por si mismo, al menos en esos momentos era así. Todo por culpa de un accidente que ni siquiera él había provocado. Beelz le ayudó a subir al auto y Gabriel guardó la silla en la cajuela, volviendo adelante para conducir, intentó animar a su hermano, tal vez algo de comida le haría bien.

- Para celebrar tu salida del hospital, ¿quieres ir a comer algo al MacDonalds? O no lo sé, a algún otro lugar... Donde tú quieras.

- No gracias, prefiero ir directamente a casa, extraño estar entre mis libros.

Contestó no muy animado, ser visto en silla de ruedas le parecía vergonzoso aún si no era así, Beelzebub y Gabriel se dieron un vistazo, el auto se puso en marcha y ellos con la mirada decidían quien le diría.

- Aziraphale, no vas a ir a tu casa -dijo Beelz al fin-. Vas a ir a la nuestra por un tiempo.

- ¿Qué? No, ¿por qué? Quiero ir a mi hogar -se quejó.

- Lo lamento, pero hasta que no puedas caminar no volverás a tu casa, debemos cuidarte -le explicó ella-. Por el momento no vas a poder caminar, pero en unos meses comienzas con la fisioterapia, allí poco a poco podrás mejorar.

- El doctor dijo que ahora no puedes moverte de las rodillas para abajo, pero sólo será un tiempo -le observó por el retrovisor, ser optimistas ayudaría un poco-. Ya verás, no vas a demorar en curarte, cuando vuelvas a caminar podrás ir a casa.

- Si tú lo dices.

No quería ser pesimista, siempre fue una persona positiva pero ahora estaba aún pensando en todos los acontecimientos sucedidos. La ruptura con su ex, como la amante de este había ido a encararlo, el accidente, y la forma en que todo parecía haberse desmoronado, se sentía horrible. Debía estar postrado en una silla de ruedas, sin salir de casa y a saber cuanto tiempo le costaría recuperarse, no tenía amigos donde iba, sentía que molestaría a su hermano y cuñada, se sentía una carga.

Beelzebub y Gabriel llevaban años casados, ambos querían mucho a Aziraphale y no le dejarían solo en esos momentos, sabían que estaría muy triste y necesitaba ayuda, así que decidieron llevarlo a casa con ellos demostrando que iban a brindar el apoyo necesario. Aziraphale les agradecía por aquello, comprendía la situación en que se encontraba, pero eso no quitaba que se sentía como una carga para sus seres queridos. Pasaron por un MacDonalds sólo para que Beelzebub se bajara a comprar las cosas para llevar, Gabriel le dio un vistazo a su hermano mientras este continuaba jugando con sus dedos.

- ¿Oímos algo de música? -le preguntó, el otro asintió con la cabeza y Gabe prendió la radio-. El día ha estado algo caluroso, ¿deberíamos comprar helado?

- Me gustaría una paleta -contestó, Gabe soltó una risita-. ¿Qué?

- Me recuerda a cuando éramos chicos.

- Que tiempos -sonrió nostálgico.

- Te gustará nuestro vecindario, es muy tranquilo, los vecinos no tienen perros, aunque unas calles más arriba si tienen niños salvajes -bromeó, sacándole unas risas a su hermano-. Pero te advierto que los vecinos que viven en nuestra calle son tremendos personajes.

Entre las CortinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora