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Las terapias y los entrenamientos estaban funcionando muy bien, poco a poco había ido mejorando, durante la ausencia de Crowley decidió, para no sentirse solo y aburrido, que pasaría más tiempo en el área de rehabilitación. Todos los días iba e incluso había logrado usar una caminadora para poco a poco andar, aún le costaba algo de trabajo pero estaba en ello. Gabriel y Beelzebub le alentaban a diario ayudándole incluso a intentar caminar más en el patio, y hablar con su novio cuando este podía le hacía sentir mejor.

Temprano una mañana recibió una llamada del teléfono de Crowley, lo contestó muy alegre pero al contrario de lo que pensó, era una mujer quien habló del otro lado. Dudó, quizás era la madre de Crowley, pero lo siguiente que escuchó fue una amenaza en un tono bastante despectivo.

— ¿Disculpe? ¿Quién es usted, por qué llama desde el teléfono de Crowley?

— Soy la tía de Crowley, y le pediré por favor que deje a mi sobrino en paz, el se merece una familia, esposa e hijos, usted no podrá darle esto —en su tono se notaba la incomodidad y el desprecio—. Escuche muy bien, mi sobrino como primer hijo mayor heredará los bienes de mis padres, y estos deben ser dirigidos por un hombre y una mujer, como hasta ahora, y así podrán ser heredado a los hijos que tenga la pareja.

— No estoy entendiendo, señorita creo que está usted confundida, los problemas familiares que usted tenga no me incumben, déjeme fuera de eso —pidió en el tono más amable posible—. ¿Tiene usted hijos, está casada?

— ¿Yo? Eh... No, no tengo hijos y tampoco estoy casada pero...

— No lance sus inseguridades sobre mi, Crowley quien es mi pareja ha decidido estar conmigo, casarnos o no, esa no es una decisión que deba ser tomada por alguien ajeno a la relación. Además, usted debería buscar una pareja, casarse y tener hijos, en lugar de decidir por los demás, no es usted la que dará una herencia, no tiene ese poder, sea como sea no es mi deber tampoco obedecer órdenes de una desconocida.

— ¿Cómo se atreve a decidir si yo debo o no encontrar marido o tener hijos?

— ¿Y como se atreve usted a decidir si yo debo o no dejar a mi pareja con quien tengo una feliz relación?

La mujer quedó sin palabras y acto seguido colgó, Aziraphale bufó enojado, ¿cómo podía alguien meterse así donde no le llaman? Ya le diría a Crowley después, por el momento seguiría con su día. Bajó a la sala de estar viendo a su hermano sentado en el sofá, leía un libro mientras tenía algo de música en la radio, se acercó a este saludándole.

— ¿Qué estás leyendo ahí con tanto esmero?

— Un libro sobre la maternidad y paternidad, Beelz trajo unos folletos del trabajo, está atendiendo a una paciente con depresión postparto.

— Debe ser difícil, pobre mujer —tomó un folleto también—. Hermano, ¿Beelz y tú no desean tener hijos?

— Beelz no puede tener hijos —le miró, Aziraphale no dijo nada—. Ya hablamos sobre eso, pensamos en la adopción, pero ella no se siente lista, nuestro trabajo ocupa un gran espacio en nuestras vidas, creo que estamos bien así, algunas parejas no necesitan de hijos para estar completos.

— Tienes razón hermano, con que se amen y se tengan el uno al otro es suficiente.

— Si, eres muy inteligente —le dio un golpecito en el hombro, Azi sonrió—. ¿Hoy no irás a la fisioterapia?

— Hoy no, descansaré, me duelen mucho las piernas, he estado entrenando tanto y logro moverlas e incluso caminar con el andador. Pero hoy me duele mucho, tomé pastillas para aliviarlo, también masajes.

— Oh, ¿quieres que masajee tus piernas?

— No no, ya estoy mejor —sonrió mientras se levantaba un poco de la silla, desplazándose al sofá junto a su hermano.

Entre las CortinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora