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Aquél día Aziraphale se encontraba más nervioso que de costumbre, se había puesto una ropa bonita para la cena, se miró al espejo intentando ignorar aquella "diferencia" y respiró profundo para mantener la calma. Su hermano se asomó a la puerta y Aziraphale le brindó una sonrisa apartándose del espejo, Gabriel entró sentándose en el sillón que estaba cerca de la cama de Aziraphale.

— ¿Todo listo? ¿Cómo te sientes?

— Si, ya estoy listo, ¿me veo bien? —Gabe asintió—. Estoy nervioso, ¿y si cometo un error? ¿Y si vuelvo a vertir agua sobre sus zapatos?

— Te ves muy lindo hermano, y no te preocupes sé que te sientes nervioso, ¿quieres que te cuente un secreto? —Azi lo miró expectante—. Cuando conocí a Beelz le lancé una copa de vino sin querer, estaba muy nervioso, pero al final terminé haciendo que se enamorase de mi.

— Jajaja, eso suena a algo muy vergonzoso.

— Lo fue, pero eso hizo que tanto ella como yo nos diéramos cuenta de algo; no somos perfectos, y esas pequeñas imperfecciones son las que nos hacen humanos, las que nos complementan.

— Yo en verdad quiero llevarme bien con Crowley, creo que podríamos llegar a ser buenos amigos, quisiera gustarle...

— Si, estoy seguro de que lo conseguirás, todo lo que te propongas lo conseguirás.

Azi sonrió más animado y siguió a su hermano hasta el piso de abajo, Beelz terminaba de sacar las cosas del horno y comenzaba a servirlo en las fuentes acomodando la mesa, Gabriel le ayudó dejando un beso en sus labios. Aziraphale se preguntó si algún día tendría algo como eso, tocaron la puerta y fue a abrir mientras los otros dos terminaban de preparar la mesa. Crowley observó a quien abría la puerta y sonrió un poco emocionado, le extendió una flor y Zira la tomó nervioso invitándole a pasar.

— Bienvenido, ¿cómo te fue hoy en el trabajo?

— Terrible, los nuevos están haciendo un desastre con las plantas, me toca a mí capacitarlos —suspiró siguiendo al rubio hacia la sala de estar—. ¿Y tú? ¿Qué estabas leyendo en la mañana?

— Suena terrible, yo estaba leyendo un libro de cuentos de los hermanos Grimm —le brindó una sonrisa—. Mi hermano y cuñada están preparando la mesa para cenar.

— Desde aquí se siente el olor, huele delicioso —le miró con ternura—. Tu, ¿puedes beber cierto? Compré una botella de vino.

— Mi cuñada cocina delicioso, aunque déjame decirte un secreto, aveces quema las papas —rió por lo bajo, Crowley también—. Ay es una lástima, aún no puedo tomar ningún tipo de bebida alcohólica, mi tratamiento de pastillas termina la próxima semana.

— Es una pena, no sabía, ¿y por qué las pastillas? Digo, si se puede saber.

— Tuve un accidente, por eso la silla de ruedas —le explicó algo cabizbajo—. Me operaron y comencé un tratamiento.

— ¿Podías caminar antes? No, lo siento no quería incomodarte, no tienes que contestar.

— Está bien, no importa —sonrió mirando alrededor—. Y respondiendo a tu pregunta, si, antes podía caminar, extraño dar paseos.

— Oye aún puedes dar paseos, ¿no te gustaría no sé, salir conmigo un día de estos? —le ofreció, Azi lo miró a los ojos sintiendo un cosquilleo en su estómago—. Tengo un auto, podemos ir donde desees

— Si no es molestia, me encantaría tomar un poco de aire fresco un día —sus labios se curvaron hacia arriba sintiendo sus mejillas calientes—. Y puede ser donde tú quieras, no conozco mucho este lugar, vivía en Oxford.

Entre las CortinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora