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Era una mañana resplandeciente y normal como cualquier otra, Crowley despertó lanzándose de la cama dispuesto a limpiar toda la casa, sacó la ropa sucia haciendo la colada, regó sus plantas, desayunó, tendió la ropa y volvió dentro para ducharse, más tarde cuando todo estuvo seco recogió y dobló la ropa guardando esta en el armario. Abrió las cortinas dándose cuenta de que Aziraphale estaba en su habitación con las cortinas abiertas, sonrió dispuesto a saludarlo cuando vio a otra persona entrar, un hombre en uniforme azul, como si fuera un enfermero o algo así.

El fisioterapeuta había ido a visitar a Zira para conocerlo, saber que tanto había avanzado en su recuperación y que podían comenzar a hacer en las sesiones, le saludó preguntando como iba su día. Hablaron sobre los ejercicios y masajes que le había recomendado hacer, incluso le sacó los zapatos para ayudarlo con unos ejercicios de estimulación. Aziraphale estaba intentándolo con ganas para poder volver a caminar, sabía que demoraría y que incluso tendría que usar muletas o bastón un tiempo antes de volver a caminar con normalidad.

Pero él deseaba poder dar el siguiente paso, salir de esa silla y volver a caminar, quería impresionar a Crowley y hacerlo sentir orgulloso de su recuperación. Desde que eran amigos habían estado siendo un poco más íntimos, quizás no habían muchos besos, pero si toques de manos discretos, miradas que decían mucho y cierta tensión en la cercanía. El terapeuta le hizo una serie de preguntas para saber que tanto tenía que hacer por él.

— Muy bien, quiero saber si al mover así tus pies te duele, sientes algún cosquilleo o calambre, cualquier cosa.

— Nada... Aunque mis rodillas aveces duelen —le comentó y el otro sonrió.

— Bien, eso es algo, te dejaré a solas un momento para que te pongas un short y así poder trabajar con tus muslos.

Asintió y el hombre salió de la habitación dándole un momento, Aziraphale abrió el armario tomando un short y comenzó a cambiarse los pantalones, miró hacia la ventana notando que Crowley estaba allí, saludó con la mano volviendo a lo suyo y él pelirrojo le devolvió el saludo. Observó como Aziraphale se cambiaba y sintió algo de pena por espiarlo así, salió de su habitación y continuó con sus cosas. Azi llamó al médico y este entró para continuar con el entrenamiento de sus piernas, no había mucho avance ese día, pero al menos estaban consiguiendo estimulación.

Una vez el médico se fue Azira decidió llamar a Crowley, quizás querría pasar el rato juntos, el pelirrojo no dudó ni un minuto más y fue corriendo a la casa de este. Aziraphale le abrió y fueron a la sala de estar, Crowley no pudo más y le preguntó quién era ese hombre de la mañana.

— ¿Y quien vino a visitarte?

— El fisioterapeuta, por el momento vendrá a casa ciertos días, cuando mejore un poco iré al área de rehabilitación —comentó orgulloso—. ¿No es genial?

— Si, es fantástico felicidades.

— Gracias, oh Crowley ven acá, mira lo que aprendí —le llamó entrando a la cocina—. Como estoy tan aburrido y me la paso en casa la mayor parte del tiempo, aprendí a hacer galletas de avena, pruébalas.

— Eres muy bueno hasta en la cocina, y por cierto, ¿cuando es tu cumpleaños?

— La semana entrante, pero Gabriel tiene un viaje de negocios por dos días y Beelz estará ocupada en el trabajo —hizo un puchero, mordisqueando luego una galleta.

— ¿Quieres pasarlo en mi casa? Para que no estés solo, podemos festejarlo tu y yo —masticó las galletas, degustando el sabor de las mismas—. Muy buenas galletas.

— ¿Puedo? —dijo emocionado, Crowley sonrió asintiendo—. Oh sí, si quiero, podríamos ver alguna película, ¡o beber algo! Ya no tengo que tomar la medicación, acabé el ciclo.

Entre las CortinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora