XIV

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Después de aquel íntimo encuentro que hubo entre la reina invitada y la mucama -que le pertenecía temporalmente-, la humilde joven no pudo seguir con su estancia de la forma más tranquila en dicho palacio; y sobretodo porque sabía que tenía que lidiar con la cruda realidad de tener que ver a su princesa tras ese acto. Tener que cruzar los pasillos, ingresar a las habitaciones del enorme lugar y seguir cada orden que le era dada, era una completa pesadilla si sabía que podía cruzarse con su Johanne.

Gwendolyn era totalmente consciente que lo que sucedió, no fue culpa suya; sin embargo, estaba ese peso en su pecho al saber que pudo haber hecho algo para evitarlo en esa precisa noche pero, simplemente, no pudo por el miedo y el respeto que decía tenerle a la otra autoridad que era Isabel para ella. 

Con las lágrimas de dolor y culpa humedeciendo sus mejillas, ya dos semanas después de ese suceso, se levantó Gwendolyn de su cama al haber escuchado los llamados desesperantes del mayordomo real a tan altas horas de la noche. Agradecía estar en una zona que le pertenecía únicamente a los empleados del palacio, pues, no le hubiera gustado toparse con Johanne o que siquiera la viera en ese estado desaliñado. 

—Muchacha inútil, ¿por qué no viniste al primer llamado? —se quejó el hombre mayor irritado por la tardanza de la baja. 

—Discúlpeme, ya estaba durmiendo. 

—... Bueno, te lo dejaré pasar por esta noche —trató de terminar el asunto al extenderle una serie de objetos que la reina aún invitada había solicitado.

Sí, sorpresivamente, la reina Isabel había decidido extender su visita en dicho reino. Al parecer, aún existía una especie de negocio que debía de terminar en esa ciudad que le impedía su regreso a la suya. Por supuesto, el rey estaba más que enterado y beneficiado de la estancia de la mujer que pensaba hacer caer ante sus ridículos actos coquetos. 

—Ve a la habitación de la reina Isabel y entrégale esto. Me lo pidió hace como media hora, pero tuviste que tardar... 

—... ¿P-Por qué usted no lo llevó? —dijo con un miedo de tener que verla.

No deseaba verla.
No le apetecía verla. 

Por más que hayan pasado como quince días, su asco hacia ella no se iba. 

—Porque ella quiere que solo tú vayas. Así que, ¡apúrate! 

Echándola de la habitación en la que habían estado hablando, Gwendolyn fue en dirección al cuarto de la reina, temblando ante cada paso que daba con lentitud. No quería ir hacia ella, pero no le quedaba de otra. Tenía que cumplir sin objeción alguna si quería mantener su trabajo. 

Uno, dos, tres. 

Caminaba contando los pasos y aguantando la respiración, sin quitar su mirada de enfrente. 
Trataba de hacer su viaje lo más largo posible, pero parecía que provocaba lo contrario, porque ya venía divisando la puerta de aquella habitación donde fue abusada. 

Quejándose en su mente, no pudo darse cuenta que una mano salió de un cuarto para cogerla del brazo y tirarla con fuerza, provocando que botara una de las mantas al suelo del propio pasillo. 

Gwendolyn apunto de gritar, Johanne logró silenciarla con sus labios. 

—Mfh... —la mucama logró empujar a la menor para apartarla. 

Cortó el beso que su princesa le robó. 

No por asco, no por rechazo. 
Fue ante ese susto provocado. 

reincarnationem | wenjoy au +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora