Quinto paso: haz nuevos amigos

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Y ASEGÚRATE DE NOTAR CÓMO SE SIENTE DIFERENTE.

Cuando Tomás despertó, el sueño del que había sido parte se desvaneció pese a sus vanos intentos de retenerlo. Estaba confundido, perdido, como si lo hubieran arrancado del sueño contra su voluntad, pero la noche estaba tan fría y silenciosa como cuando había decidido dejar el libro de lado y dormir. Frunció el ceño, y abrazó el cuerpo de Rodrigo a su lado para acercar el calor, la brasita tibia que era su abrazo, y los motivos de su despertar se manifestaron incuestionables.

Carrera gimoteo dulcemente, frágilmente; demasiado suave para ser fingido. Arbillaga guardó silencio, todavía perdido, medio dormido y lo escuchó de vuelta; agudo, gutural, apenas audible. Lo soltó suavemente y él gimió una última vez, ahora apretando los muslos, contoneándose ya en silencio.

El tatuado abrió los ojos finalmente. La luna llena inundada de sombras el rincón del dormitorio que se acercaba a la ventana, pero lo demás, incluso la cama donde él y el ojiverde yacían, era pura negrura. Se quedó mirando de todas formas, intentando distinguir en el negro el rojo de sus mejillas. Ezequiel no gimió esta vez, apenas soltó un sonido húmedo y grave, y Tomás suspiró lentamente, cerrando los ojos porque el recuerdo le había venido indiscutible y latente, mucho más presente que lo que fuera que soñaba hacía dos segundos.

Recordó las manos del menor en su cabello, a las que ya estaba acostumbrado. Recordó el modo en que lo acariciaban dulcemente cada vez que él subía y bajaba por su miembro. Recordó cómo cuando Tomás hacía eso con la lengua… aquella respuesta sincera, simple e imposiblemente mágica cuando él lamía la punta del miembro ajeno, con la base de su lengua, llenándolo de hirviente saliva. Era ese sonido. Ese mismo que hacía ahora. Arbillaga recordó como la última vez, cuando el castaño hizo ese sonido, lo acompañó un apretón firme en su cabello, transformando la caricia en un tirón demasiado brusco, y tibio, más honesto. Recordó eso, y pensó en que si Rodrigo hubiese querido follarle la boca, en ese momento, se hubiese dejado, como lo dejaba sentarse sobre él y follarse lentamente aunque para él fuera una tortura.

Tomás trago saliva y abrió los ojos otra vez. La cama temblaba –el colchón lo hacía– moviéndose suavemente al arrullo del ojiverde que se contoneaba buscando un respiro. Él se lo daría, pero Ezequiel dormía y eso no estaba bien. O quizá lo estaría, si lo hubiesen discutido, pero no era el caso. Lo que sí sabía, lo que habían discutido, era que el dormitorio estaba fuera de los límites. Que follar en el mismo lugar en el que dormían, solo confundiría las cosas. En ese momento, duró y caliente, y con Rodrigo gimoteando desesperadamente, Tomás sentía que era una regla absurda.

Se levantó de la cama tan cuidadosamente como pudo para no despertarlo. Lo cierto era que el castaño tenía el sueño pesado, y ni el más violento movimiento del colchón lo distraería de lo que fuera que estaba soñando. Se calzó las primeras pantuflas que encontró en la oscuridad y salió al comedor, cerrando la puerta tras de sí.

Se paseó por la habitación en penumbras, refregándose los ojos y masajeándose el cuello. La imagen de Rodrigo, que no había visto, pero había imaginado, lo atormentaba del modo más dulce. Desearía haberlo visto realmente, desearía haber podido ver sus labios entreabiertos, sus mejillas rojas, ver el temblor de sus piernas y el retuerce de sus dedos, y no solo imaginarlos por el movimiento del colchón. Se mordió los labios.

Encendió la laptop y un cigarrillo. Se sentó a fumar, mientras el sistema se preparaba y miró el humo iluminado por la pantalla mientras se acariciaba suavemente por encima de los bóxers. Estaba helado esa noche, y Tomás no llevaba más que su ropa interior, las pantuflas del menor y una remera que había comprado usada, pero el frío que atacaba sus piernas no bastaba para distraerlo de la ansiedad de su carne.

CÓMO ENAMORARTE DE TU MEJOR AMIGO  ☆  carre + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora