Séptimo paso; tómate unas vacaciones

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Y ASEGÚRATE DE OLVIDAR CON QUIÉN LO HICISTE.

Después de diez horas en bus y un par de visitas turísticas en Ciudad de Bahía Blanca, Tomás finalmente había podido suspirar aliviado y entregarse al silencio del ferry. No sabía si la calma se debía a que todos los pasajeros estaban tan jodidamente cansados como él o si tenía que ver con que todos en el bote parecían tener mínimo cincuenta años –a excepción de ellos, claramente–, pero lo cierto es que lo único que se oía en ese momento era la cantaría voz de Rodrigo contando anécdotas de cuando estaban en el secundario.

—El profesor de química era terrible, no se imaginan —decía, cautivando en su relato al resto de los amigos de Iván que también habían sido invitados a pasar unos días en la casa de la tía hippie del muchacho—. Es decir, creo que nunca lo vi reír hasta que nos lo cruzamos en ese club. ¡Bailando techno bajo las luces!

—No era tan malo —lo corrigió Tomás, divertido, y quizás no lo habrían oído sino fuera porque Ezequiel había interrumpido el relato para mirarlo expectante. El tatuado nunca hablaba fuerte, y por eso nunca hablaba, pero cada vez que abría la boca, el ojiverde se aseguraba de que todos escucharan lo que tuviera para decir. Aún cuando se trataba de señalar las inconsistencias de sus anécdotas—. Y no era un club, era el cumpleaños del cuñado de tu mamá. Y no era música techno, estoy casi seguro que era disco.

—Sí, pero mi historia es más divertida —dijo Rodrigo, frunciendo el ceño.

Arbillaga rodó los ojos, y sonriendo volvió la atención a la ventana. Alexis, a su lado, se acurrucó sobre su hombro.

—Estoy tan cansado… —dijo.

El pelicafé sonrió al oír su voz tan murmurada y tan cerca de su oído. Sonrió también porque pocas personas preferían darle atención a él antes que a Rodrigo, y eso seguía llenándolo de orgullo.

—Yo también —confesó—, no aguanto a llegar a casa de la tía de Iván así nos metemos a la cama.

Arbillaga frunció el ceño apenas notó las palabras que había dicho. Las únicas que no tendría que decir. Las únicas que le preocupaba decir cuando Buhajeruk había invitado a todos a Bahía Blanca. Cama y verbos en plural, en una misma oración.

Tomás y Alex llevaban viéndose casualmente poco más de dos meses –desde el cumpleaños del argentino, de echo–, y todavía no habían pasado de más que mamadas, caricias y rozarse sobre la ropa mientras se besaban en el sillón, como un par de críos. A Tomás no le molestaba. De hecho estaba super a gusto con como las cosas iban entre ellos: lentas, tibias. Pero sabía que la paciencia de Maldonado tenía un límite y que tarde o temprano se encontrarán en una situación en la que todo estaría de su lado para follar, y Arbillaga diría que no, y luego vendrían las preguntas.

A Tomás no le molestaban las preguntas, sino las respuestas. Sabía lo que Alex le preguntaría, ¿es tu primera vez? ¿Estás asustado? ¿Es por mí? ¿cuándo estarás listo? Y ni era su primera vez, ni podía decirse que tenía miedo. Estaba listo, creía: era cada vez más difícil contener su cuerpo cuando estaba a solas con él. Sobre todo, sabía que no era Maldonado el problema, porque, ¡Joder! Alex era genial. Era amable y paciente, y una musa bohemia y romántica que no tenía idea de lo jodidamente poético que podía ser.

Arbillaga recordaba pasear con él por un parque de noche una vez. Era primavera, y todos los árboles estaban florecidos y Alexis dijo: prefiero los parques al final del invierno.

—¿Por qué es eso? —había preguntado Tomás.

—Pues porque, es cuando los pájaros vuelven y duermen en las copas sin que las hojas los tapen, ¿Verdad? —dijo con un tono entusiasmado que había acelerado el corazón de Tomás y torcido su boca en una sonrisa—, entonces pasas y puedes verlo y si… si has bebido o, como, fumado, o lo que sea… parecen flores. Juro que los miras y parecen flores que saldrán volando en cualquier momento. ¿No es eso genial? ¿flores que vuelan?

CÓMO ENAMORARTE DE TU MEJOR AMIGO  ☆  carre + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora