Cuarto paso: múdate a un departamento

75 9 1
                                    

Y ASEGÚRATE DE QUE SE SIENTA COMO CASA.

El verano estaba terminando, y así también la adolescencia de Tomás. Mucha gente decía que eres técnicamente adolescente hasta los veinte años, pero el oji-marrón escuchaba a su mamá explicarle cuestiones básicas del mantenimiento de la casa, y miraba el nuevo reloj en la pared de la cocina, y pensaba que cuando el taxi llegará para llevarla a la estación, se llevaría con ella una parte de él.

No es que le diera miedo ocuparse de la casa. Su mamá y su papá siempre habían trabajado, y desde pequeños él y Angie se repartían los quehaceres de la limpieza y otras cosas. No le molestaba tener que pagar las facturas o ir a hacer las compras cada semana, lo que le asustaba un poco era no tener a nadie que le recuerde hacerlo.

¿Y sí le cortaban la energía y quedaba incomunicado? ¿y sí necesitaba dinero y no tenía cómo pedírselo a su madre? ¿Y sí el municipio enviaba a alguien a sacarle todas sus cosas? ¿Y sí…?

—¿Qué te preocupa? —preguntó su mamá. Arbillaga trago saliva y se encogió de hombros.

—Nada. No es nada. —respondió y sonrió. Su padre iba a matarlo si le preocupaba de más.

Ella suspiró y le acarició una última vez el cabello.

—Puedes llamarme por cualquier cosa —repitió—. A todos nos da miedo vivir solos por primera vez.

—No tengo miedo. —mintió. La dulce caricia se volvió un coscorrón y cuando Tomás levantó la mirada, entre risas, noto que su mamá tenía lágrimas en los ojos—. Heey… —susurró poniéndose de pie.

La mujer reía entre lágrimas mientras se dejaba abrazar.

—Bueno, yo tengo miedo —bromeó—. Si tan solo estudiarás en el mismo lugar que Angie.

Tomás le acarició bruscamente la espalda; un gesto firme y afectuoso que había aprendido de su papá.

—Estaré bien. —prometió, y si su madre le creyó o no, no pudo saberlo. El timbre sonó: taxi en la puerta.

El beso en la frente se sintió mágico y tenía razón, algo se llevaba su mamá con ella ese día. Después del beso se sintió tan liviano como solo.

La acompañó a la planta baja, llevando su bolso.

—¿Seguro que no necesitas que te acompañe? —preguntó, pero la señora solo se encogió de hombros.

—No es pesado. —tomó el bolso en sus manos y sonrió, antes de acariciarle la mejilla—. Y solo lloraría frente a vos.

El menor se encogió de hombros.

—No me molesta verte llorar. —dijo, pero no insistió de todas formas. Se sentiría fatal si ella lo viera llorar, no iba con eso de no preocuparla.

La despidió con un largo abrazo y la vio partir. No podía distinguirla realmente, pero esperó hasta que el taxi dobló en la siguiente cuadra para volver a entrar.

El departamento en el piso cuatro era grande y viejo. Su familia apenas había podido costearle ese lugar, bastante lejos de la universidad y, francamente, de todo en la ciudad. Era un barrio obrero, en las afueras, pero era seguro y barato, y eso importaba.

El lugar era lindo, pese a la humedad y la madera hinchada de los marcos de las ventanas. Las paredes habían sido recientemente pintadas de un beige pálido y la cocina, que daba al patio interno del edificio, tenía unas horribles cortinas floreadas –regalo de los huéspedes anteriores–.

El baño ni siquiera tenía platón para la ducha. La lluvia daba directamente al sueño y se escurría al desagüe que se tapaba después de un rato. Al parecer, ya no tendría largas sesiones de meditación –y masturbación– en la bañera, pero honestamente, ahora que vivía solo podía "meditar" donde quisiera.

CÓMO ENAMORARTE DE TU MEJOR AMIGO  ☆  carre + rob .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora