Prólogo

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El día en que nos conocimos

...

- ¡La tengo! - La castaña saltó alto e inmediatamente golpeó su mano contra la pelota de voleibol creando un fuerte sonido como de bofetada que resonó en el gimnasio. Vio como la pelota volaba instantáneamente hacia abajo y golpeaba contra el suelo de madera haciendo que una sonrisa se formara en sus labios.

- ¡Otro golpe! Bien hecho, Riracha! - Oyó los elogios de su entrenadora desde las líneas laterales. La chica de pelo rubio que estaba al lado de la castaña le dio una palmada en el trasero.

- Esa era mía, Chiquita. - gimió la rubia, ganándose una carcajada de la otra.

-Tienes que ser más rápida Rami. - se burló antes de volver a su formación.

Chiquita sacó la lengua infantilmente con un guiño burlón.

- Y es Daddy Chiquita para ti- dijo provocando la risa o las arcadas de su equipo.

Rami jadeó y se puso la mano en el pecho, fingiendo una mirada de traición.

- ¿Me equivoco?- Preguntó.

- Sí. Extremadamente. Al cien por cien.

-!Nunca te has equivocado tanto en toda tu vida!

Chiquita sólo pudo mirar a su equipo antes de reírse con ellas y enviarles el dedo corazón a cada una, empezando por sus mejores amigas de la infancia, Rami, hasta Ruka, Minji, Belle y Haneul.

Pero sus bromas fueron rápidamente interrumpidas por el silbido de la entrenadora.

- ¡Chicas! ¡Sólo porque sea un entrenamiento non significa que puedan aflojar!

Todas se aguantaron la risa antes de hacer una reverencia a su entrenadora disculpándose  y diciendo simultáneamente:

-¡Lo siento entrenadora Jennie! - antes de volver a concentrarse en el equipo contrario con seriedad.

Chiquita miró la pelota en su mano antes de dar unos pasos, lanzando la pelota hacia arriba y golpeando tan fuerte hasta el punto de que voló por encima de la red de forma impecable.

-¡Gran servicio! - Fue lo que dijo la entrenadora una vez más, pero Chiquita ignoró el cumplido y se concentró únicamente en sus competidores de práctica y en la pelota en el aire.

- 1, 2 ... - susurró para sí misma. En cada partido, contaba las veces que la pelota era golpeada, eso la mantenía alerta. Y en el momento en que susurraba tres, sabía que la pelota superaría la cantidad de veces que había sido golpeada, o ese tercer golpe sería la razón para que la pelota fuera lanzada de nuevo hacia ellos. - ... 3- susurró.

Y tenía razón. Vio como las pelota volaba por encima, preparándose involuntariamente para otro golpe. Ella esperaba hacerlo perfecto como siempre.

Pero lo que no esperaba era que, mientras se arrodillaba y se preparaba para saltar y golpear la pelota, la puerta se abriera por el rabillo del ojo, haciéndola volver su atención hacia la puerta. La luz del exterior la cegó durante un segundo, pero en el momento en que ajustó sus ojos, su corazón aceleró su ritmo.

 Era una simple silueta de una chica, pero una vez que su rostro quedó claro, fue como si todo lo que rodeaba a Chiquita desapareciera.

No era por lo perfectamente esculpido que estaba el cuerpo de la chica ni por la forma en que el cabello de la pelicastaña fluía con gracia al entrar en el lugar. Fue el frío de los ojos felinos que hicieron que la respiración de Chiquita se agitara en la parte superior de su garganta y que sus rodillas se doblaran.

Los afilados ojos marrones parecían fríos, aunque tímidos, hacían un contraste extravagante con su cabello de color marrón. Su piel cremosa era suave y parecía tan delicada y frágil al tacto.

La forma en que sus delgados dedos colocaron un par de mechones detrás de su oreja hizo que la piel de Chiquita se pusiera de gallina. La curva de su pequeña nariz y el suave color rosado de sus labios hizo que apareciera el calor de sus mejillas. Y no era por el juego de práctica.

La chica entró con la cabeza levantada como si estuviera en la cima del mundo.

¿Quién era es chica?

- ¡Chiquita! ¡Cuidado!

Y antes de que Chiquita se diera cuenta, la pelota aterrizó directamente en un lado de su cabeza, haciéndola caer al suelo y deslizarse fuera de la cancha.

Apretó los ojos con fuerza y dejó escapar un gemido al sentir que un dolor sordo  crecía en un lado de su cabeza.

- Bueno, eso pasó - susurró para sí misma divertida, sin querer levantarse del suelo por vergüenza. Sin embargo, al oír un carraspeo, abrió lentamente los ojos.

Enarcó las cejas confundida y ladeó la cabeza viendo la pelota justo delante de su cara, cubriendo el rostro de quien la sostenía.

- Aquí tienes - Dijo una voz suave y  melosa. Desde el suelo, Chiquita levantó la mano y tomó la pelota y cuando los hizo, su corazón empezó a acelerarse una vez más.

La chica miraba fijamente a Chiquita con una pizca de curiosidad, pero los ojos seguían pareciendo fríos y oscuros.

Debería haber asustado a Chiquita por la forma en la que la chica se alzaba sobre ella mientras estaba inmóvil en el suelo. Sin embargo, a Chiquita sólo le pareció simpática la forma en que la cabeza de la pelimarrón de cabellos largos se inclinaba hacia un lado con las cejas fruncidas, como su quisiera comprobar si había alguna herida en la pelicastaña.

Especialmente ahora que su cara estaba más ceca. ¡Adorables mejillas de madu!

Chiquita sonrió a la chica.

- Bueno, hola preciosa.

Los ojos felinos de la gatita se abrieron de par en par.

- ¿Disculpa?

Que comience nuestra aventura.




Tócame - ChiyeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora