Capítulo 2

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Argentina miró el manojo de llaves poniendolas prácticamente frente a su vista. No sabía si era el cansancio o la oscuridad de la noche, pero veía borroso y distinguir cual era la llave que abría la puerta de su casa era tarea imposible. Estaba jodido.

Su mente divagaba en todo menos en si mismo, así que no le dio demasiadas vueltas y probó abrir con la primer llave que tanteó. La puerta hizo un ligero rechinido cuando la empujó para adentro dejando ver la pequeña sala de entrada. Tal parecía que se la había olvidado sin llave, ¿o si le había puesto? No lo recordaba.

Cruzó sin mucha preocupación, aún se repentían las preguntas de los periodistas y su memoria a cada momento le recordaba las imágenes que vivió en la guerra. Sus recuerdos lo perseguían.

«¿Qué siente usted ante los constantes reclamos de las mujeres en plaza de mayo?»

«¿Como vivió la guerra en Malvinas?»

«¿Está usted de acuerdo con el gobierno militar o no?»

¿Lo peor? Lo tenían atado de todos los lugares posibles. Si decía algo al respecto en contra, ya estaba advertido, además los mismos medios lo condenarian porque el gobierno los controlaba. Si se le zafaba una palabra demás, iba a estar en problemas.

Cruzó hacia la sala sin prender la luz y pensó en tirarse en el sofá harto de todo, pero tenía sed. Su día para colmo había sido una mierda, se llevaba mal con su psiquiatra y no pensaba obedecerlo, ¿qué le hacía pensar a ese lunático que una dosis tan alta de antidepesivos no iba a ser contraproducente? Había cada loco en el área de salud últimamente...

«Quisiera que todo esto terminara de una vez» pensó, y adentrandose a la cocina prendió la luz.

Al instante pegó un grito asustado al verlo sentado como si nada ahí, con una taza de té en sus manos y las piernas cruzadas con elegancia, sin siquiera sorprenderse de su reacción.

—¿QUÉ CARAJO HACES ACÁ? —preguntó casi gritando, con el tono de voz mas exaltado y sorprendido que alguna vez había puesto en su vida.

UK lo miró de arriba a abajo escudriñandolo con detenimiento, pero Argentina solo sintió que lo juzgaba con la mirada.

—Dios, estas hecho mierda... —concluyó el de habla inglesa, con un español que marcaba su acento pero aún así se las ingeniaba para sonar natural. Dejó la taza en la mesa —¿Qué se supone que le pasó a tu cabello? Antes estaba más decente.

Argentina se adentró a la cocina sin prestar atención a las preguntas boludas que UK siempre le hacía cuando no lo veía despues de meses. Miró a todos lados con paranoia y luego su vista se posó en el británico sentado en su silla, impecable.

—¿Cómo entraste? —preguntó, desconfiado. Se quedó allí parado cerca de el pero midiendo distancia.

El británico volteó los ojos con hartazgo y alzó unas llaves en su dedo índice con cierta burla. La respuesta se daba por si sola.

—Todavía tengo el juego de llaves que me diste esa vez «por las dudas» —Dejó las llaves en la mesa a la vista del argentino y volvió a dar un sorbo a su té —Es preocupante que en estos cuarenta años que las tengo jamás hayas cambiado de cerradura.

—¿Por qué viniste?

—Suenas a que no quieres que esté aquí.

—¡Porque no quiero que estés acá! —Argentina endureció su semblante y se cruzó de brazos con enojo —Es peligroso, si te descubren lo mínimo que hacen es desaparecerte del mapa, ¡¿estás loco?!

—Loco es poco, bonito.

Ah, sí, ahí estaba ese apodo que siempre le decía cuando se hacía el sobrador.

—Ya, en serio, ¿a qué viniste? —preguntó Argentina con seriedad, con sus ojos dorados fijos en el británico frente a el esperando impaciente una respuesta clara —es imposible entrar sin un permiso previo y dudo que vos tengas uno.

Reino Unido dejó los chistes de lado y se sinceró mirandolo fijamente.

—Alemania me pidió que venga —La mención del europeo hizo que el argentino ablandara ligeramente su expresión —está preocupado, y yo también.

Argentina respiró profundamente, como su psicologa le había recomendado. Tal vez había hecho mal en negarle explicaciones a Alemania, su "pequeño rayito de sol", como le decia por molestarlo. Era cuestión de tiempo que hiciera algo al respecto.

—Yo estoy bien.

UK alzó una ceja incredulo y Argentina suspiró cansado.

—¿Por qué no mejor te sientas y me cuentas que pasó, uh? —preguntó el britanico —tenemos todo el tiempo del mundo.

***

—Entonces mi psiquiatra agarro y dijo "vas a tener que venir a mas sesiones porque tenes estrés postraumatico, tomá, agarrate estas pastillitas y anda a tu casa" —relató el argentino, mientras miraba por la ventana como comenzaban a caer algunas gotas. Había empezado a llover.

UK lo escuchaba atentamente mientras por debajo de la mesa jugaba nerviosamente con sus manos. Ver a Argentina tan de pronto y tan abierto al diálogo despues de tanto tiempo era... extraño.

—Supongo que tu no estas de acuerdo con eso.

—¡Para nada! —terminó por decir el albiceleste —se necesita más que solo dos semanas para dar un diagnóstico. Y eso que yo no estudie la parte de psiquiatría, porque si no a ese le doy vuelta todo.

UK sonrió ligeramente ante eso. Argentina era el mejor doctor que conocía, había estudiado hace bastante y en verdad sabía lo que hacía cuando se trataba de ejercer su trabajo. Aún recordaba como había salvado a Francia de una herida de bala en el hombro y como había detenido el sangrado de USA también por un disparo en la pierna. Los dos casi al mismo tiempo.

Pero ese argentino, bueno o no en lo que hacía, de alguna manera era terco para medicarse a si mismo.

—Bueno, ¿al menos sigues trabajando en el hospital dónde estabas? —preguntó, curioso. Se escuchó un trueno y las gotas de agua comenzaron a chocar contra la ventana y empaparla.

Argentina negó, aunque tampoco parecía muy dolido por eso.

—Tuve que presentar mi renuncia cuando me llamaron para ir a la guerra —nombró, y viendo que había tocado un tema complicado entre ambos quiso cambiar de tema —¿vos? ¿Algo interesante en tu vida?

—Solo que por ahora estoy viviendo en Berlín, ya sabes, lo del territorio dividido, el muro y todo eso. Tengo un pequeño despacho que conseguí a un precio módico y poco a poco voy reformandolo —Dió un sorbo al té que comenzaba a entibiarse y continuó hablando —es estresante vivir entre tanto papeleo y organización, Francia dice que me volví más nervioso.

Argentina sonrió ligeramente ante eso.

—Ya somos dos, entonces.

Un pequeño silencio tranquilo se hizo presente y el argentino disfrutó el sonido de la ligera llovizna que se daba. Solo esperaba que no se largara mas fuerte, o comenzaría a tener goteras.

Analizó al británico ligeramente, seguía igual que la última vez que lo vió. Su cabello ahora era un poco mas ondulado, pero seguía midiendo lo mismo de estatura y todavía tenia esa mirada altanera de ojos rojizos. No había cambiado nada.

El, a su diferencia, estaba algo descuidado. Se había dejado crecer el cabello y ahora rozaba sus hombros, posiblemente tenía mas ojeras que cara y todavía tenía vendas en sus brazos porque seguían saliendo grietas.

Al menos seguía siendo el más alto entre los dos.

—¿No haces nada más que eso? —preguntó, queriendo mantener la conversación —osea, en cuanto a trabajo me refiero...

—¡Ah, sí! —respondió el británico, parecía animado a hablar del tema —escribo en mis tiempos libres, tal vez pueda publicar algo en poco tiempo.

El argentino apoyó sus codos en la mesa y dejó caer su rostro en sus propias manos, completamente dispuesto a escucharlo.

Tal vez, aquella visita repentina no estaba nada mal.

Tal vez había extrañado a UK más de lo normal.

Latir Desigual [UkArg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora