Capítulo 4

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La mañana siguiente Argentina se despertó por el olor a tostadas subiendo a su habitación desde las escaleras. Somnoliento, se sentó en su cama con un dolor de cabeza terrible y observó por la ventana que daba a su patio como la lluvia ya había parado, pero el suelo seguía embarroso y las plantas aún goteaban del agua recientemente caída. Había olor a humedad, tierra mojada y tostadas.

Él jamás era de hacer tostadas, así que estaba seguro de que un británico le estaba invadiendo la cocina. Solo esperaba que con el pasar de los años las habilidades culinarias de UK hubieran mejorado, o iba a terminar intoxicado.

De un suspiro veloz se levantó dispuesto a bajar, cerró la puerta y en las escaleras el olor a un desayuno que el diría «de gente cheta» invadió sus fosas nasales con mucha mas fuerza. No estaba nada mal.

De la sala lo vió, estaba despeinado y tenía puesta una camiseta de fútbol vieja que él le había dado como pijama. La mesa estaba armada con dos platos de tostadas con mermelada y UK estaba en la alacena buscando dos tazas, todo mientras parecía cantar y moverse a alguna canción interesante de Los Beatles con ritmo bonito.

Argentina sonrió con dulzura posandose en el borde de la puerta, no quería interrumpirlo pero también tenía ganas de preguntarle que carajo hacía despierto tan temprano.

—Buenos días —saludó el argentino, al instante que UK notó su presencia dejó de cantar pero no por eso se lo notaba menos alegre.

—Buenos días, ¿dormiste bien? —preguntó. Bajó dos tazas y comenzó a servir café en ellas.

—Si... —mintió. En realidad siempre tenía problemas para dormir porque se despertaba a cada rato, y las pesadillas a veces no lo dejaban en paz —¿hace cuanto estás despierto?

Vió como UK comenzaba a ponerle leche al café mientras movía la taza en sus manos para hacerle un diseño. Tenía que admitir, nunca antes nadie se había esmerado tanto en servirle un café de esa forma, y gratis.

—Me desperté a eso de las cinco, pero como no te despertabas supuse que no habría problema en levantarme, así que como ya se estaba haciendo tarde comencé a hacer el desayuno —explicó, con una simpleza impropia de alguien que se había despertado realmente a las cinco de la mañana.

Argentina asintió sonriendo fingiendo que no estaba sorprendido por esos horarios y ante unas señas de UK tomó asiento en uno de los lugares de la mesa. ¿Tarde? Apenas eran las ocho de la mañana, para el eso sería madrugar y con suerte se levantaría, lo mas probable era que se durmiera por dos horas mas. Tal vez si se sentía mal podría dormir hasta la tarde y luego pasaría toda la noche despierto hasta volverse a dormir.

Un pésimo horario de sueño, pero realmente no podía hacer mucho para controlarlo.

UK dejó la taza de café con leche frente a él, tenía la formita de un corazón un poco dispareja, pero se entendía. Se sorprendió un poco cuando también le dejó a un lado suyo una pastilla de color celeste y le dió una mirada amenazadora para que se la tomara.

—¿Cómo sabes que la tengo que tomar a este horario? —cuestionó, alzando una ceja.

—Tienes los horarios en una hoja pegada a la heladera con un imán, claramente iba a verlo —respondió con obviedad el británico, se sentó al frente suyo con su propia taza y dió un mordisco a una tostada —además, guardas las pastillas en la alacena, imposible no verlas. Ahora toma esa cosa, si te la dió tu psiquiatra es por algo.

Argentina miró de reojo su pastilla y viendo que UK no iba a desistir, volteó los ojos con hartazgo y termino por tomarla luego de dar un sorbo a su café... que no estaba nada mal.

El desayuno bien temprano a la mañana con UK sentado frente a el no pudo evitar darle un deja vu con nostalgia.

—Recuerdo cuando esta era nuestra rutina todas las mañanas antes, ¿te acordas? —nombró el argentino, con una sonrisa —cuando te llamé porque tenía que cuidar a Alemania y no tenía idea de como lidiar con niños.

UK asintió y le devolvió la sonrisa.

—Y luego Buenos Aires llegó de la nada y me peleaba con el rutinariamente, aunque también me daba mate —prosigió —¿Dónde está ahora?

Argentina se alzó de hombros indicando que no sabía muy bien.

—Se que se fue a hacer de asistente para Córdoba —explicó, tomando una de las tostadas y analizandola ligeramente —necesitaba laburo y Cordu es medio despistado, aparte tiene sus asuntos viste... —le dió un mordisco y la tostada hizo "crunch" en toda la cocina —la verdad es que ninguno de los dos se banca pero trabajan bien juntos, ¿qué les voy a decir? Si quieren andar peleándose cada dos por tres pero laburando, ¡que vayan!

UK largó una ligera risa y asintió. El ambiente entre ambos parecía estar mejorando.

***

—Quedate quieto o juro que voy a clavar la puta tijera en tu cabeza si no haces caso —amenazaba el británico. Estaba subido a un banquito y Argentina estaba parado delante de él de espaldas. Si se seguia moviendo iba a terminar por tirarlo.

—Fue tu idea cortarme el pelo, no jodas —respondió el argentino con orgullo y luego sintió un tirón en su cabello —¡Auch! Difiero, Francia se equivocó: no solo te volviste más nervioso, si no también más violento.

UK suspiró con cansancio y siguió con su labor. Si para Argentina era agotador estar parado, para el era una tortura estarlo también, pero sobre un banquito, porque no llegaba a la altura y Argentina desde su perspectiva era altísimo.

Es verdad que había sido su idea cortarle el pelo al albiceleste, pero el contrario tampoco colaboraba. Su cabello estaba larguísimo comparado a lo que lo solía tener y de paso, sin forma. Por algún motivo, creyó que hacerle una sesión de peluquería a un sujeto altísimo en un baño miniatura sería excelente idea.

Iluso.

En silencio el cabello comenzó a caer al suelo y poco a poco la imágen del Argentina que había conocido antes comienza a resurgir. Las pequeñas ondas que suele tener comienzan a formarse a medida que manipula su cabello y debe admitir que a pesar de que estaba desprolijo, el cabello del argentino era sedoso y suave.

—¿Por qué tienes mechones rubios? ¿Te lo tiñes? —preguntó.

—Ah, no. No sé, siempre los tuve —respondió, volteandose a verlo. Su mirada chocó con la del británico y su respiración se clavó en su rostro —combinan con el sol de mi bandera, ¿no crees?

UK sonrió, viendolo con un cariño impropio de la mirada que alguien le da a un simple amigo.

Terminó siendo el quien desvió la mirada, intentando contener sus propios pensamientos.

—Sí, en realidad siempre creí que el amarillo queda perfecto con tus ojos.

Latir Desigual [UkArg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora