Capítulo 10

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La mañana siguiente, distintamente, Argentina se había levantado a eso de las seis para hacer el desayuno más temprano de lo usual. UK de alguna forma había conseguido un vuelo que salía a las once directo a Europa, y quería de alguna forma retribuir toda su ayuda y compañía de la última semana. Compartir un último desayuno juntos sonaba perfecto, y lo hizo con cosas que sabía que iban a gustarle: tostadas con esa mermelada rara que le compraba específicamente para él, y un café amargo con el dulzor ligero de la leche.

Sabía que iba a ser difícil separarse del británico una vez más luego de tanto tiempo, aunque las cosas ahora eran diferentes. Argentina se sentía libre a pesar de estar encerrado entre las lineas de su territorio y cuando pensaba en la palabra "futuro" pensaba en uno junto a UK, siempre había sido de esa forma, pero ahora, sin embargo, sentía aquel pensamiento mucho mas cercano y posible. Eso lo ponía de buen humor.

Puso ambas tazas una frente a otra, en los asientos usuales. Los dos platos con las tostadas y un pequeño florero en el centro, detalle que había decidido agregar por su parte porque se le había dado repentinamente por ser un poco más perfeccionista. El día se podía definir perfecto: la luz amarillosa del sol entrando por la ventana, un clima perfecto, ni muy frío ni demasiado caluroso y de paso, el olor a tostadas al que se había acostumbrado los últimos días.

De alguna manera, la escencia de UK se había impregnado en él en todos los sentidos: en su casa, en sus muebles, en su rutina, en sus mañanas y en sus noches, definitivamente también entre sus sábanas y en su ropa, cuando se la prestaba de vez en cuando. Se sentía entrelazado a ese británico de ojos rojizos de una forma en la que jamás lo hizo.

Estaba sirviendo el café cuando aquel hombre que acaparaba todos sus pensamientos bajó de la habitación con una remera de futbol vieja, roja con detalles blancos, el cabello revuelto y mirada confusa.

—¿y esto? —fue lo primero que preguntó.

Argentina no le contestó porque al instante se dirigió a el para darle un pequeño besito cariñoso a sus labios. Tal parece que esa era su nueva forma de decir "buenos dias". A UK no le desagradaba la idea.

—Pensé que sería buena idea hacerte un desayuno antes de que te vayas —explicó el argentino —¡Ah! Y te preparé una bolsita con el té que te gusta, es una caja entera, seguro te dura varios meses.

El británico sonrió mientras se sentaba y veía su taza de café con cariño. Argentina había intentado imitar los dibujos que solía hacer con la espuma y la leche, pero ahi solo había un intento de algo que no se distinguía bien que era, solo una mezcolanza de lineas frustradas.

—Que cursi eres cuando estás de buen humor.

El argentino se sentó frente a él alzando los hombros como queriendo hacer oídos sordos al asunto. Le dió un sorbo a la taza propia mirando por la ventana perdidamente y luego retomó la conversación.

—Digamos que voy a extrañarte, bastante —respondió, jugueteando un poco con sus manos nerviosas. Era difícil ser tan abierto con UK, expresarle todo lo que quería dar a conocer, pero lo intentaba —pero me alegra saber que pudimos... ¿avanzar?

UK lo interrumpió yendo directo al grano.

—¿Qué somos, Argentina?

El latino unió su mirada a la ajena, sintiendo que el corazón comenzaba a palpitarle como queriéndose salir de su pecho. ¿Por qué ese británico tenía que ser precisamente tan directo? ¿No le tenía piedad a su pobre corazón?

—No sé —respondió, sincero —¿qué te gustaría que seamos?

Reino Unido largó un suspiro como cansado y pareció pensar por unos minutos.

A él le gustaban las etiquetas, quería pensar en Argentina y poder asociarlo a algo en específico con seguridad, no a alguien como un "casi algo" o un "amigo con el que de vez en cuando se da besos y un poco más".

—La verdad, no es muy buen momento para formalizar algo —respondió —nuestros gobiernos están en guerra y yo no debería estar aquí, ya fuimos testigos de los riesgos ayer y debo admitir que no estoy muy entusiasmado de volver a ocultarne en una sala polvorienta. Sin embargo... no me negaría en otro momento.

Argentina le siguió la corriente.

—¿Y cuándo crees que sería ese momento?

UK le sonrió devuelta, con esa sonrisilla socarrona y traviesa que solía hacer.

—Sorprendeme.

***

—¿Tenes todo?

UK revisaba nuevamente sus bolsillos asegurando que en efecto, no se olvidaba nada. Su aspecto había cambiado a como estaba en la mañana, ahora tenía una camisa blanca y formal ajustada a su talle, era mas su estilo. Aún así Argentina le había regalado dos remeras de fútbol suyas "para que lo recuerde mas seguido" y de paso tambien una bolsita con cosas comestibles para el viaje. ¿De dónde había sacado Argentina la costumbre de cocinar tanto? no lo sabía, pero no se quejaba.

Dió una afirmación mientras acomodaba la pequeña maleta a un lado suyo, el pesar de una despedida tan repentina e indeseada les daba un sabor amargo a su boca, pero la esperanza de volver a encontrarse nuevamente era más fuerte que cualquier otro sentimiento negativo que pudieran tener.

—¿Te puedo pedir un favor, Reino?

UK lo miró expectante.

—Claro, puedes pedirme lo que sea —tomó ambas de sus manos con cariño y cuidado, porque los brazos del argentino estaban adoloridos y sensibles por las grietas que le habían salido. Esas heridas parecían no curar nunca.

Argentina le sonrió.

—Cuidalas, ¿si? —pidió, casi en un ruego disimulado —son las más peques, y deben estar asustadas de estar tan lejos... yo ya sé que no las voy a poder ver por un tiempo, pero voy a estar tranquilo si se que están con vos.

El británico sintió que su corazón se estrujaba como si fuese una bolita anti-estrés. Asintió frenéticamente al pedido.

—Claro que las cuidaré, dalo por hecho. No las conozco a ningúna de tus dos hijas pero.. no creo que den tantos problemas.

Argentina prefirió no opinar sobre eso y le dió un abrazo cariñoso y confiado. Luego volvió a besarlo a modo de despedida y UK le sonrió.

—Insisto en que deberíamos viajar juntos alguna vez, de nuevo. Tu, yo, Europa, ¿qué dices?

—¿Estás pretendiendo que quiebre mis propias leyes y salga ilegalmente de acá, Bretaña? —respondió el argentino con tono burlón.

—Lo dejo a tu criterio —UK le siguió el juego, llevó dos mechones del argentino detrás de su oreja con atrevimiento —aunque si te arrepientes, ya sabes, puedo hacerte una identidad falsa en un abrir y cerrar de ojos.

Argentina rió, mirando esos ojos rojizos con nostalgia. Ni siquiera se había ido aún y ya lo extrañaba.

—Cuídate mucho, ¿si? Lamento no poder acompañarte.

UK negó casi con el mismo sentimiento nostálgico en su pecho.

—Está bien, solo tienes que saber, Argentina, que te estaré esperando del otro lado del Atlántico, y más te vale ir en algún momento, ¿oiste?

Sabía que Argentina necesitaba tiempo, tiempo para rehacer su vida nuevamente y volver a equilibrarla a lo que solía ser. Necesitaba que su gobierno primeramente cambiara, luego de eso podría comenzar a cambiar él. UK iba a esperarlo lo que fuera necesario.

—Sí, Reino, vos tranquilo, que cuando menos te lo esperes, voy a aparecer en tu puerta yendote a buscar de nuevo. Es una promesa.

Y luego de una veloz despedida lo vió irse, de lejos aún se quedó mirandolo fijamente con tristeza. Su maleta negra, su camisa impecable y esa elegancia propia de él, de UK, se iban a quedar impregnadas para siempre en su memoria, su mente y su corazón.

Definitivamente iba a ir a buscarlo, Argentina, al fin y al cabo, nunca hacía promesas al azar.

Latir Desigual [UkArg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora