Capítulo 8

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Argentina caminaba por Plaza de Mayo sintiendo que las emociones se le subían a la cabeza todas juntas. No lloraba, y eso era o porque ya había derramado demasiadas lágrimas en el camino, o porque con el tiempo se había vuelto más retraído de lo normal con sus propios sentimientos.

Se detuvo en el centro de la plaza, o cerca. Veía su propia bandera flamear en ese mástil y rió sin gracia, sintiéndose, en realidad, patético.

Tantas cosas pasando en el territorio y el sin poder hacer nada. Primero la dictadura, luego la guerra y ahora sus dos pequeñas hijas terminaron en Europa, siendo completamente incapaz de ir a verlas sin que le hicieran un cuestionario enorme primero. Malvinas era de carácter fuerte y sabía, a cierto punto, defenderse sola. Soledad en cambio nunca desafiaba a nadie ni a nada, era callada y tranquila, temía que le pase algo malo por eso.

Y luego estaba UK, que era el único sujeto que historicamente debía odiar y terminó gustandole. 

Todo estaba mal con él, o con el mundo... o con la gente. No lo sabía. Argentina solo era consciente de que él y el británico latian en una distinta sintonia que de alguna forma creaba un ritmo único, uno que solo ellos dos podrían hacer. Si ese británico no hubiese llegado de la nada, tal vez seguiría acostado pudriéndose en su cama y esperando que el tiempo pase.

—Dios... a veces me encantaría poder hacer algo más al respecto —habló para si mismo, mirando aquella bandera con sus propios colores flamear ondeante por el viento en medio de la noche —algo, no sé, útil.

Era triste el pensar que sin UK, él estaría solo y, al mismo tiempo, le daba calidez a su pecho saber que eso no había ocurrido. Es más, si se concentraba, podía escucharlo llamarlo a la distancia.

Es más, ¿ese en verdad era UK corriendo hacia el desde la otra esquina?

Argentina volteó a verlo entre sorprendido y enojado. Le había dejado muy en claro que no podía salir por absolutamente nada del mundo por temor a que los militares lo vieran suelto por ahí, ¡¿y ahora aparecía de la nada en frente de la casa de gobierno?! Iba a matarlo.

—¡¿Qué carajo haces acá?! —preguntó confuso apenas tuvo al contrario frente a él. Se acercó más con tal de cubrirlo de las vistas ajenas, aunque en realidad no había casi nadie ahí, milagrosamente —Fui muy claro, ¡nada de salir!

UK retomó el aire con dificultad y lo miró a los ojos intensamente, Argentina tragó saliva nervioso ante eso y el británico comenzó a hablar sin importarle absolutamente más nada que la atención del argentino frente a él.

—Mira, ¡ya me harté! ¿okey? —empezó a explicar, aún estaba algo exaltado por haber corrido tan rápido en tan poco tiempo —nos conocemos hace siglos y somos amigos desde tiempos que casi ni recuerdo, ¡no entiendo... no entiendo por qué todo es tan lento! Es decir, sí, se que la sociedad es una mierda y bla, bla, bla. Pues dejame decirte algo, ¡al carajo la sociedad! ¡al carajo tu puto gobierno de mierda, Argentina! ¡Al carajo todo! Si vivimos evitando nuestros sentimientos por ser quienes somos, entonces jamás viviremos siendo nosotros, ¿me explico? ¡Te amo y me gustas demasiado como para no querer hacer algo al respecto, idiota! —de la emoción, tomó a Argentina del borde de su campera y lo jaló ligeramente con bronca, quien solo lo miraba con calma —¡Ugh, odio ser siempre quien toma la iniciativa! ¡Tu deberías hacer alg...!

No le dio tiempo a terminar la queja, Argentina había aprovechado su corta distancia para robarle un beso y callarlo de una.

En un principio no entendió nada, pero para cuando el argentino rodeó su rostro con sus manos, soltó un suspiro en medio del beso que dejó atrás todo su enojo y se transformó en una indescriptible sensación de calma, dejándose llevar, ambas manos terminaron al costado de la cintura del argentino. Separaron sus labios muy ligeramente y luego como si lo hubieran premeditado volvieron a unirlos, moviendo sus labios al compás de sus emociones. Su escencia se entremezclo con la contraria, y Argentina sintió como ese latir desigual en el que había pensado antes, se volvía uno solo. Entendió que con UK a su lado, ambos podían estar en la misma sintonia.

Se separaron lentamente y argentina largó una ligera risa nerviosa mientras UK miraba hacia abajo con vergüenza, ocultándose a si mismo en el pecho del argentino en un abrazo repentino, sintiendo el bombeo de su corazón acelerado. Afirmó sus manos a la cintura ajena y sintió como Argentina posaba su mentón en su cabeza y besaba ligeramente su cabello.

—Ahora estamos a mano, Gran Bretaña —habló el albiceleste con un tono jocoso y burlón.

—Cállate, solo cállate —respondió el contrario, sintiendo su rostro acalorado de la sorpresa de que el argentino mismo fuera quien diera el primer paso, justo cuando estaba precisamente quejándose de que no tenía iniciativa.

Solo recibió una risa como resultado de sus palabras, una risa burlona, así como única y especial. Una risa que Argentina sabía dar, y también provocar.

Aquello había sido repentino, demasiado tal vez. Sin embargo, no se arrepentía, no se arrepentía en lo absoluto.

***

La llegada nuevamente a la seguridad de su casa fue silenciosa y veloz, sin embargo, ambos podrían decir que aquel silencio no era incómodo, ni tampoco indeseado. Era un silencio tranquilo y aliviador, como si finalmente un enorme peso se les hubiera quitado de encima después de siglos de cargarlo en sus mentes y ocultarlo al fondo de su conciencia.

Argentina se quitó su campera dejandola en el perchero de entrada y UK avanzó hasta la sala a paso veloz, sintiendo sus emociones caóticas en su pecho, ya que ahora que habían dado ese "primer paso" amenazaban con salir de forma precipitada y desesperante. Reprimirlas por tantos años le había afectado, claramente.

Argentina, por su parte, aparentaba estar tranquilo pero se mantenía inquieto en su mente. Desde allí podía sentir los nervios del británico y no iba a negar que el estaba igual, seguía repasando una y otra vez aquel beso que se habían dado y no podía evitar querer repetir esa acción, volver a tener esa sensación indescriptible que recorrió su pecho al ser correspondido.

—Es tarde, ¿vamos a dormir? —preguntó el argentino, mirandolo fijamente esperando su respuesta.

—¿Contigo?

Argentina asintió, sonriéndole con gracia y apagando la luz de la sala.

—Si, conmigo, bobo, ¿con quién más?

UK le sonrió de vuelta mientras lo seguía subiendo las escaleras. Le gustaba dormir con Argentina, tener su calor y su presencia constantemente, que lo abrazara dormido sin que se diera cuenta.

A UK le gustaba mucho Argentina.

Esa noche durmieron arropados uno junto al otro, por la ventana entraba la luz de la luna y esa vez, el británico abrazó al argentino por detrás estando consciente y despierto. Argentina, sintiendo su rostro acalorado por el contacto, aún así correspondió su toque tomando una de las manos del británico, que se colaban por su cintura por debajo de las sábanas.

A Argentina le gustaba mucho UK.

Latir Desigual [UkArg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora