-¿Este mierdas te está molestando, preciosa?
La agresividad y sed de sangre palpables a través de sus barreras sensoriales hizo a Floyd entrar en shock. No sabría decir de dónde habían llegado o cuánto tiempo les habían estado observando antes de actuar. Había estado demasiado concentrado en presentir a Daisy por los alrededores y en la chica sentada a su lado, quien parecía tan bloqueada como él. Sus manos desnudas y huesudas se cerraban de forma inconsciente alrededor de los palillos con los que había comido, su mirada clavada en el hombre que había hablado con una manaza sobre su hombro falso. Éste, siendo poco mayor que Floyd, sonrió como un tiburón a la chica antes de volverse con una mueca despectiva hacia el morktiano.
-¿Qué cojones miras, caramierda? -le escupió, ganándose las sonrisas bobaliconas de sus amigos, quienes estaban rodeándole.
Floyd sopesó la situación, intentado ignorar el acuciante terror que le empapaba la espalda. Aunque él podía igualarles en altura, era evidente que ellos eran más fuertes que él, y no solo en número. No se habrían arriesgado a acosarle si no estuvieran seguros de que no tenía ni una posibilidad contra ellos.
-¿No entiendes nuestro idioma, atontado? -siguió picando el líder de los matones sin apartar su mano de la chica-. ¿Eres tan tonto como para no saber hablar nuestra lengua? ¿Tan tonto eres?
Una mano le golpeó en la nuca con demasiada fuerza como para resultar amistosa. Floyd apretó los labios hasta tornarlos blancos mientras los matones reían sin humor. Cada uno de sus impulsos le gritaba que huyera de allí tan rápido como a sus pies les fuera posible. Pero, sin pretenderlo, su mirada se cruzó con la de la chica. Sus ojos estaban anegados en lágrimas de auténtico pavor. Incapaz de hablar, todo su ser pedía auxilio, y Floyd sabía que no era de él de quien quería ser salvada.
Él la había llevado hasta allí. Huir era su única oportunidad de no ser linchado en pleno centro de Animus, pero no podía abandonarla con esos brutos. Entre espasmos, sus puños se cerraron con una amarga resignación. Ingenuo de él, había creído complicado, casi imposible, que su aversión por la capital de Geal pudiera crecer más, pero aquella bazofia de cristal estaba llena de sorpresas.
-Oh, pero no llores, nena -dijo el líder, su cabeza rapada hasta el hueso-. Este sucio morktiano no te va a molestar más. Nosotros te protegeremos.
Floyd abrió la boca cuando el brazo del hombre se deslizó por los hombros de la chica, estrechándole contra su costado, pero no fue su voz la que le amonestó. Una sartén vacía resonó con un repique amenazante.
-¡Marcharse de aquí! ¡Chico no molesta! -protestó la cocinera en un primitivo gealiano, empuñando la sartén desde el interior de su puesto-. ¡Si problemas traen, la guardia llamaré!
-No llamarás a nadie, negra estúpida -dijo uno de los matones con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones-. Como la guardia venga y vea tu puesto de mierda, te lo cerrarán antes de que puedas abrir tu boca de puta.
Floyd se levantó de un salto al mismo tiempo que la cocinera alzaba su sartén con los dientes al descubierto, fuego en su mirada.
-¡Parad! -gritó la chica, deteniendo el mundo-. ¡Todo está bien! ¡Todo está bien!
-No, pequeña. Nada está bien -replicó el abusón, inclinándose para hablarle al oído sin bajar su voz, dejando que todos le escucharan-. Nuestro país está siendo contaminado por la escoria que nos lanzan desde fuera. Es nuestro deber purgar nuestras calles de estas cucarachas que no saben dónde está su lugar. Hemos visto como el mierdas este se lanzó sobre ti en el kil y cómo te ha arrastrado hasta aquí. No tienes que mentir más. Estás a salvo con nosotros. Estás completamente a salvo.
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Noroi
FantasíaEn Ar Saoghal existen dos tipos de personas: los que nacen sin habilidades y los norois. Perseguidos y temidos, los norois llevan siglos obligados a vivir como parias; una situación que solo empeora cuando la República de Morkt cae bajo el Golpe de...