El castigo

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Cuando Lucifer apareció a las puertas de su gran castillo, situado en el centro del anillo del orgullo, tomó aire para tranquilizar su desbocado corazón. Avanzó y cruzó las puertas de entrada mientras algunos criados le hacían reverencias a su paso. Lentamente, mientras luchaba por parecer sereno, se dirigía hacia su habitación. Para ello tenía que cruzar el jardín interior todo recto hasta pasar debajo de los arcos y subir la escalera de la esquina derecha del palacio. Una vez en la segunda planta, todo lo que tenía que hacer es seguir el pasillo iluminado gracias a los ajimeces que daban al exterior. La última puerta antes de doblar la esquina, ahí se encontraba la habitación de Lucifer, que amablemente le había dejado a Adam.

Al abrirla, vio cómo Adam seguía inconsciente, postrado en cama. Al menos sus heridas habían dejado de sangrar aparentemente, pronto descubriría que no y que su cama estaba hecha unos pozos. Ordenó a los sirvientes que vigilaban el pasillo que no entraran en su habitación a menos que él lo ordenara expresamente si no querían morir. Con eso, entró a su habitación. Examinó a Adam un par de segundos antes de dirigirse a llenar la bañera, primero necesitaba limpiarlo, por su salud y por su propia nariz. Si bien le habían dado a Adam los primeros auxilios, no habían hecho más que el principio. Si necesitaba que Adam sobreviviese, tenía que limpiar a fondo esas heridas y probablemente cambiar las sábanas, a juzgar por el olor.

Lucifer se inclinó para coger el grifo de la bañera y lo abrió, esperando hasta que el agua se pusiera bien caliente para poner el tapón. Mientras la bañera se llenaba, Lucifer intentó pensar en el castigo que debía darle a Adam. Si bien es cierto que estar al borde de la muerte asustaría a cualquiera, no lo veía suficiente ni de lejos. Necesitaba pensar en algo que de verdad le doliera, no sólo físicamente sino en su ego, algo que metiera el dedo en la llaga. Ese estúpido narcicismo suyo, irónico que Lucifer no lo soportara, pero a Adam se le había subido demasiado a la cabeza el ser la primera alma humana en el cielo, alguien tenía que bajarlo de la nube, nunca mejor dicho. No era capaz de pensar ni de conseguir ninguna excusa por su comportamiento y mira que lo estaba intentando, al menos inconscientemente. Adam no era una buena persona, lo había sido en algún punto, pero no más. Quizás podría hablar con Charlie, recoger información y a partir de ahí ver cómo actuar. Por supuesto que Charlie no querría que lo torturara, pero es su trabajo, al fin y al cabo, no deja de ser el rey del infierno, el mal en persona, su trabajo es hacer a las almas sufrir. No para toda la eternidad por supuesto, pero si a muchas almas que llegan nuevas debe encargarse personalmente. Probablemente estaría oxidado, ay que hacía al menos siete años que no castigaba a ningún alma, a lo mejor por eso le costaba tanto pensar en un castigo justo para Adam.

No fue hasta que el agua casi rebosa de la bañera que Lucifer se dio cuenta que llevaba disociando un buen rato. Se puso de pie y cruzó hacia la habitación para quitarle los grilletes a su viejo amigo. Lo levantó en peso sin nada de magia, era pequeño, pero le gustaba pensar que eso era lo único pequeño que tenía. No más defectos. Al fin y al cabo, era el pecado del orgullo. Sí que utilizó la magia para quemar sus sábanas ensangrentadas y mugrientas y poner unas nuevas mientras cargaba a Adam hacia el baño.

El diablo se encontró con un hombre dos veces su tamaño inconsciente en brazos, la bañera lista pero como iba a curarle las heridas, no creyó que el suelo fuera una buena idea. Tampoco meterla en la bañera, a juzgar por el olor el agua saldría negra y no quería ensuciar su preciosa bañera. Miró alrededor y decidió hacer aparecer una silla de madera debajo de la ducha que estaba a la derecha de la bañera, así sería más sencillo. Colocó a Adam en la silla y fue a por una opción especial a su armario, aunque cuando llegó allí no recordaba para qué fue.

Ah, la poción restauradora.

Volvió de vuelta al baño y vertió dos gotas de la poción en la bañera. La dejó en el suelo y, sin preocuparse mucho por ello, rompió la ropa de Adam, así sería más rápido. Tampoco pensaba que fuera a necesitar su ropa de ángel, y desde luego no le venía nada bien para su ego. Al echar un vistazo a su cuerpo decidió verter todo el frasco de poción en la bañera, sip, sería lo mejor si quería que despertara algún día para poder torturarlo.

Entre la luz y la oscuridad (adamsapple)_(versión español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora