Su perfume

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—Karim…

Pude por fin, al oír mi nombre, quitar los ojos de aquella casa, en la acera de en frente y mirar todavía confundida a quien estaba a mi lado. La fría sonrisa, diplomática y vacía de mi madrastra borró de un plumazo aquella intensa sensación en la que me había sumergido. La mirada de ella ya no estaba. Y otra vez el dolor, la tristeza y la soledad se apoderaron de mí sin piedad y por completo.

A penas balbuceando unas pocas palabras, tomé mi mochila y la seguí a través del jardín. Inconscientemente me senté en la única silla que daba hacia la ventana. Y clavé mis ojos en la puerta roja, al otro lado de la calle, percibiendo en mí una nueva y extraña sensación. Era como si algo…,o alguien, me llamara desde la casa de enfrente. No recuerdo nada de lo que me dijo mi madrastra. Ni tampoco fui consciente de cuánto tiempo pasó hasta que fui capaz de dejar de mirar por la ventana. Creo que fue después de darme cuenta de que no se veía ningún movimiento en ella. Las persianas estaban bajas y las luces, apagadas.

Me percibí decepcionada, aunque no alcanzaba a comprender porqué, seguí a mi madrastra hasta la cochera. Aún con los pensamientos entreverados , sólo oí retazos de lo que me decía. Hasta que en un momento, al mirar entre toda la maraña de cosas que había allí, algo en un rincón oscuro y húmedo, me trajo a la realidad. Y entonces fui capaz de olvidar a mi vecina. Y su enigmática mirada parecía ya cosa fría de un pasado muy distante. Y como esa mirada, y lo que producía, se habían ido, no pude evitar las intensas ganas de llorar. Sólo pude lograr que fuera en silencio. 

Y la causa de aquel llanto silencioso no era ese catre oxidado que yacía entre motores viejos, podadoras de césped, seguramente inservibles, mangueras cuarteadas, herramientas herrumbradas desparramadas al azar y cajas, docenas de ellas, llenas de periódicos viejos y húmedos. No, nada de aquello había causado mi repentino llanto. Sino que supe que lloraba porque en aquel lugar, ahora mi habitación, no tenía ventanas. Y entonces no iba a poder ver el cielo nocturno, ni imaginar desde cual estrella mi madre y mi abuela estarían observándome; tampoco podría ver la Luna, con su pequeño hombrecito, saludándome y protegiéndome como un guardián en mis noches de insomnio.

Ni podría verla a ella…Y me iba a faltar su mirada…

Y entonces sucedió lo que no podía ser…me llegó su perfume.

El retorno (Girl Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora