Decepción

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Perfume a flores azules…como las que a veces aparecían en mis sueños, con un aroma exótico, misterioso y atrayente, como una fruta prohibida. Un perfume que había sido capaz de llegar hasta mí, a pesar del aire rancio, a gasolina quemada y a humedad que flotaba en aquel garaje como si fuera una nube oscura y venenosa. Percibí, por el rabillo del ojo, que mi madrastra volvía a la cocina.

Y entonces sentí de pronto cómo la soledad de aquel espantoso lugar se me clavaba como agujas en la piel. Y un frío glacial me recorrió por completo. Cerré los ojos y sin saber porqué, puse toda mi atención en uno solo de mis sentidos: el olfato.

Y mi instinto no falló: ahí estaba otra vez: una ráfaga de aroma dulce y sostenida inundaba mis pulmones y parecía envolverme de pies a cabeza. 

Sabía que era su perfume. El perfume…de ella. ¿Pero cómo estaba tan segura? No tenía certezas, no era lógico.

Aún así, me dejé llevar, porque noté que aquel perfume había borrado mis ganas de llorar. La presión en mi pecho disminuyó y ya podía pensar con más claridad. Abrí los ojos, de repente, como siguiendo una orden silenciosa pero difícil de ignorar. Avancé hacia la puerta deslucida de la cochera y recién allí me di cuenta de que sí había una pequeñísima ventana a un costado, con un vidrio semi-opaco, medio flojo. Al principio, me costó mirar a través de él. Pero una vez que mis ojos se habituaron empecé a vislumbrar, primeros sombras que se transformaron en figuras desdibujadas hasta que segundos después mi cerebro reconoció lo que estaba percibiendo: la puerta roja, ahora un poco entreabierta, y una figura oscura, con cabello largo, ondulante en algunas partes y muy brillante, sosteniendo la puerta y haciéndola moverse hacia adentro y hacia fuera, en un lento balanceo.

Mis ojos parpadearon nerviosos, buscando con desesperación ver un poco más. El perfume se hizo entonces más intenso, como si respondiera a aquel último pensamiento. Y todo en mí comenzó a vibrar. Forcejeé con la puerta del garaje hasta que conseguí abrirla; estaba hinchada y un poco salida de su encuadre. Pero aún así la abrí. Sin perder tiempo, miré hacia la casa de enfrente, buscando con desesperación que sus ojos me miraran otra vez.

Pero solo hallé la puerta cerrada. ¿Dónde estaba ella? ¿Acaso solo había sido un espejismo provocado por el aroma embriagador de ese perfume que aún me nublaba los sentidos?

Sentí una profunda decepción al ver el umbral vacío. Aún así rastreé con una rápida mirada todo el jardín, y todas las ventanas (que continuaban cerradas). 

El retorno (Girl Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora