17. Bienvenida

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Una semana. Una jodida semana Minho llevaba fuera de la ciudad y se estaba volviendo loco.

Eran las ocho treinta pm y las pocas estrellas en el cielo brillaban con cautela.

Después del..., arreglo al que habían llegado dos semanas atrás, habían follado prácticamente todos los días. El último fin antes de que Minho hubiera tenido que irse a arreglar un asunto del que no quiso darme muchos detalles, incluso habían repetido.

Se había vuelto prácticamente un paso más en la rutina diaria del entrenamiento. A este punto, Jisung creía que ninguno de los dos podría entrenar de la mejor forma si no se liberaban de las insasiables ganas el uno del otro antes o después de empezar.

Se preguntaba también cuánto duraría esa fase en la que no podía tener suficiente de Minho. Era un golpe de adrenalina que le encantaba, pero no podía ocultar que, no tan en el fondo, la idea de que la sensación nunca desapareciera, le aterraba.

No quiso darle muchas vueltas al asunto, aunque los nervios lo traicionaban y no podía detener el tamborileo de sus dedos contra el volante del auto que había rentado para ir por Minho al aeropuerto. Este último le había mencionado lo innecesario que era que fuera por él, sin embargo, Jisung no pudo evitar insistir.

Comenzó a morderse el labio inferior como usualmente lo hacía cuando la ansiedad amenazaba con arrastrarse fuera de su pecho. Cuando vio a Minho salir por las puertas dobles de cristal en la zona de llegadas nacionales, su corazón retumbó más rápido que nunca.

Salió del auto torpemente y, sin cerrar la puerta del piloto, saludó a Minho para que este lo reconociera en medio de la multitud. El mayor no tardó en identificarlo, y tal vez para el resto habría pasado desapercibido, pero Jisung notó el traspié que dio el mercenario cuando lo vio a lo lejos. Jisung contuvo la risa.

Minho no llevaba más que una pequeña maleta de mano, por lo que solo entró al asiento del pasajero y lanzó el equipaje al asiento trasero.

Se sacó el gorro y bufanda que tenía puestos, sacudió su cabello para liberarse de la nieve y soltó un suspiro.

—¿Tan mal estuvo? —preguntó Jisung.

Minho descansó su cabeza sobre el respaldo del asiento y cerró los ojos. Jisung puso el auto el auto en marcha y comenzó el camino a casa del mayor.

—¿Sabes lo cansado que es tener que vigilar día y noche a un estúpido fugitivo millonario acusado de abuso hasta que no le quede otra opción más que salir de su asquerosa alcantarilla? Siete jodidos días estuve frente a su edificio, Jisung. ¡Siete!

—¿Por qué no simplemente entraste y listo?

—Es demasiado esfuerzo. Hay más probabilidades de dejar evidencia atrás. Es mejor solo emboscarlo cuando va a tirar la basura o algo así.

Tenía sentido para Jisung, así que solo asintió. Le sorprendía lo rápido que se había acostumbrado al nada usual..., ¿trabajo? de Minho. La gente no iba por ahí diciendo que se ganaba la vida asesinando a personas. Sin embargo, Jisung lo entendió mejor después de una tarde en la que estaban viendo una película de acción en el apartamento de Minho.

El mayor había comenzado a quejarse de lo poco realista que era el manejo de armas del protagonista, y de alguna forma, Jisung había terminado por preguntarle cómo es que aceptaba los trabajos que llevaba a cabo. Se había dado cuenta que era sumamente raro que Minho tomara un encargo. Eso no evitaba que cobrara lo equivalente a un riñón por hacerlo.

El mayor le había mencionado que unicamente se encargaba de casos en los que hubiera algún abuso de poder de por medio, en donde el culpable seguía libre por el jodido y corrupto sistema de justicia. Así que eran pocos los casos que tomaba, a diferencia de otros mercenarios que asesinaban sin ningún código de ética, solo por el bien del dinero.

Emperor's Road [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora