Capítulo 5 - ¡Él está con ella!

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Después pensé en ella, pero también en la tarta de chocolate del puesto de la tía de Tony y en las palomitas de limón, que me encantaron.

- Buenas noches señoras, ¿todavía tienen tarta y palomitas?

- Buenas noches doctor, ¿quiere palomitas de limón y tarta de chocolate con canela? - Vi a la señora Sara hablando con él y puse los ojos en blanco.

- ¿Tiene?

- El último trozo de tarta... -sonrió, y me emocioné mucho. - Sara señaló a Victoria que estaba sentada junto a su hija comiéndose el último trozo. - Lo siento, no será hasta mañana por la noche.

- Vale, ¡con eso ha ganado, señorita! - dije con frustración. - Pero, ¿y las palomitas con limón? - Sara volvió a señalar a Victoria. - Tampoco, ¡vale! - Estaba tan frustrado que la vi levantarse con la bolsa de palomitas y, por supuesto, me la dio.

- ¡Buenas noches, ogro ciego! - Me acerqué con la bolsa de palomitas calientes de limón y vi cómo aspiraba aquel intenso aroma a limón y cerré los ojos.

Mi boca salivaba ante el olor de aquellas palomitas. Y la miré sonriendo con dulzura, qué estúpido fui al gritarle. Me di cuenta de que me acercaba la bolsa a la mano.

- Mi abuela solía decirlo así. El toro tonto bebe agua sucia, así que la próxima vez, ten cuidado cuando aparques el coche y sé más educado y amable, ¡quizá el ogro ciego llegue antes y deje de ser un toro tonto! - le dije enfadado por asustarme y golpear mi coche.

Me di la vuelta y volví al lado de Liza y mi hija y me comí toda la bolsa de palomitas, que realmente estaban deliciosas. La señora Sara lo miró y se encogió de hombros cuando le conté lo que había hecho.

- Vuelva mañana por la noche, doctor, ¡le guardaré un pastel y unas palomitas! - Lo miré y vi que realmente quería un poco, pero no había nada más.

Miré a Victoria, me pregunté si era mi imaginación, mi habitual lado romántico o si los dos se deseaban. Y en todos los años que llevo aquí, es la primera vez que veo a Heriberto mirar así a una mujer, porque desde que llegó, ninguna se había atrevido a hacerlo. Me detuve, miré a mi alrededor y vi que había una bolsita de palomitas.

- Carmen, ¿es una bolsa de palomitas con limón? - Volví a ver esa sonrisa que regalaba a muy poca gente, o a casi nadie en realidad.

- Sí, no me había dado cuenta de que había más. ¡Victoria ya se ha comido tres! - dije mirando a Sara que señalaba al doctor. - Ah, puedes quedarte Heriberto, esa era la muestra que quedaba. No está tan buena, pero está crujiente.

- ¡Gracias! Me has salvado todo el día. - Sonreí a las señoras y luego volví a mirar a Victoria, quería acercarme a ella y disculparme, pero no sabía cómo, creo que he perdido esa habilidad.

Le vi salir de la carpa, Liza se quedó con Cléo para que yo pudiera dar un paseo, esta vez acompañado por Antônia, que me contó todo sobre la ciudad y me presentó a la gente. Caminamos hasta el escenario donde habría una actuación, algunas parejas iban a bailar, me alejé y vi a Heriberto con una mujer, me sentí extraña, una sensación diferente, se lo dije a Antônia y volví a buscar a mi hija.

- Cariño, ¡vamos a casa ya! - La puse en el cochecito y cerré la puerta. Liza se quedó en la fiesta y le dije que podía irse a casa por la tarde, porque al día siguiente no tendría nada importante y se quedaría con Cléo.

- ¿Te vas? - oí su voz y sonreí.

- Sí, me voy a casa, hay una niña que necesita dormir. Y gracias una vez más, señora Sara, todo fue increíble.

Algo Inesperado - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora