Capítulo 10 - ¡Mi papá!

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Pero algo cambió, vi a mi padre sonreír y luego abrazar a mi madre y a Heriberto mirarme. Sentí un escalofrío en el estómago, no, él no había hecho eso. Oí que mi madre me llamaba y me acerqué a ellos.

-Hija, qué contenta estoy. Sabes que tu prometido es maravilloso. - Dije y luego abrace a mi pequeña.

- Hija, cariño, ¡quiero que seas feliz! - Te juro que no entendía y entonces vi que Heriberto me miraba.

- Victoria Sandoval, ¿quieres ser mi esposa? - Lo dije enseguida, porque mis suegros ya habían anunciado mi petición antes de que yo la hiciera.

- ¡Heriberto! - Sonreí con los ojos llorosos. - ¡Acepto!

En ese momento vi a mi padre con mi hermana, se veían felices, algo había pasado ahí, me acerqué y me di cuenta que el hombre le estaba pidiendo matrimonio, miré a Marcela y negué, me acerqué y vi que Victoria había aceptado. Respire profundo y supe porque nunca había regresado a Alemania, pero ahora ni siquiera quería, en la reunión de ayer, perdí la mitad de mis acciones cuando me despidieron e incluso después de que hablamos, me quedó más claro que trabajar como lo hacía no era para mí. Puse una sonrisa en mi cara y me acerqué a conocer a mi nuevo cuñado.

Vaya, qué gato, no puedo negar que Victoria tenía buen gusto para los hombres, y ese era el elegido, creo que fue el primero que presentó a nuestros padres, y espero que mi hermana sea feliz, se lo merece. Miré a Paulo y pensé que montaría un espectáculo, pero no, creo que sentir la decepción de nuestros padres hirió su orgullo. Y espero que haya aprendido la lección. Los miré y caminé al encuentro del elegido.

Cenamos todos, Victoria no me soltó la mano en ningún momento, conocí a su estrés diario, Paulo Sandoval, y no voy a negar que no me cayó bien. Pero todo estuvo bien, hablamos brevemente, Marcela y su novio, me cayeron bien, nos reímos mucho. Doña Helena me observó toda la noche, la vi hablando con Cléo y ambos se reían, señalándome a mí y a Victoria. El señor Víctor a veces me miraba como al coco, y siempre que podía me hacía preguntas sobre lo que me interesaba. Pero me di cuenta de que era la atención de un padre. Creo que seré igual con mi hija Cléo y las demás que vengan. Me di cuenta de que Victoria se encontraba mal a la hora del postre, así que se mantuvo alejada y fui a hablar con ella.

- Cariño, ¿estás enferma? - le pregunté abrazándola.

- Sí, es un pequeño calambre, creo que será mejor que nos vayamos a casa, no quiero quedarme aquí y seguir haciéndole preguntas a mi mamá, se dio cuenta de algo cuando rechacé el jugo que me pidió. - dije besándole el cuello. - ¿Te ha llamado mi padre para que vengas mañana?

- Entonces vamos a casa, te llevaré al hospital si hace falta, pero es normal sentirse mal y tener retortijones al principio del embarazo. - Le di un beso en el pelo y enseguida vino nuestra pequeña.

- Mamá, tengo sueño, ¿puedes cogerme? - dijo, y Heriberto no tardó en cargarla.

- Yo te cojo, mi amor, mamá también está cansada, ¡vamos a casa! - Besé a Cléo y la sentí acurrucarse en mi regazo. - Amor, ¿nos vamos?

Asentí, nos despedimos de todos y salimos de casa de mis padres, con la promesa de comer con ellos al día siguiente. Poco después, Heriberto acostó a Cléo, que estaba agotada, había correteado mucho en casa de mis padres y, por supuesto, mi madre no había comido lo que quería.

- Papá, quédate conmigo, cuéntame un cuento. - Cléo me llamó papá, me quedé helado, estaba en estado de shock, era la primera vez, no sabía qué hacer.

- ¡Papi, mi amor!

- Sí, papá. - Pasaba por el pasillo y los vi a los dos, cuando oí que Cléo le llamaba papá, me quedé fuera de combate, volví a entrar en la habitación y lo miré. Heriberto volvió a cogerla en brazos y lloró suavemente.

Algo Inesperado - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora