28- 36 HORAS DESPIERTO

4 1 0
                                    

Me despierto temprano en la mañana, soy productivo. Llega la tarde, me da sueño, pero resisto, pues las siestas no son lo mío. Atardece y el sueño desaparece. Cae la noche y me voy a dormir. A la mañana siguiente, todo vuelve a pasar igual. A la mañana siguiente, todo vuelve a pasar igual, hasta que al cuarto, quinto o, en mis mejores récords, sexto o séptimo día, me despierto temprano en la mañana, soy productivo. Llega la tarde, me da sueño, pero resisto, pues como les dije las siestas no son lo mío. Atardece y el sueño desaparece. Cae la noche... y no duermo. A la mañana siguiente, abro mis ojos y ya es mediodía. La rutina se perdió.

Desde que tengo conciencia, que es básicamente desde que tengo unos 14 años, siendo generoso, esto me pasa una y otra vez. Me edifico una secuencia de tareas y las cumplo en tiempo y forma, pero siempre pasa que termino por incumplirla. Amaría ser como esas personas que se pierden un momento y luego retoman el camino como si nada hubiera pasado, pero yo no puedo. Lo que hago es culparme mucho y cada día, cada hora, cada minuto incluso en el que no estoy haciendo algo productivo, lo sé, lo siento, y me culpo. No puedo terminar un día sin sentir que lo he aprovechado de alguna manera, siendo entonces cuando son las 12 y me pongo a editar un vídeo o escribir un capítulo, y de pronto, al ver el reloj, son las 2, 3 o 4 de la madrugada, teniendo lugar la peor decisión posible: la desvelada.

Tengo muy malos recuerdos de haberme quedado más de 36 horas despierto y luego caer desmayado del sueño, teniendo además testigos que me han dicho lo mucho que ronco en esos momentos, pero lo peor de esto es que cuando me duermo por extremo cansancio y me despierto a las pocas horas, tengo un nuevo episodio de ansiedad, donde lo que pasa es que acabo de tener una pesadilla de estas estrambóticas y no puedo ni siquiera respirar. Antes pensaba que quizá todo esto sucedía en mi cabeza y que no tenía repercusiones reales en mi cuerpo o de cara al exterior, hasta que el año pasado lo viví una vez frente a mis padres. Lo que ellos me contaron, sin embargo, y lo que yo mismo entendí que pasó, es que yo no tenía ningún problema para respirar. Yo estaba respirando bien, pero me aferraba a la mesa y mis ojos se mantenían abiertos como si fuera a explotar en cualquier instante.

Una situación horrible.

Habiendo vivido algo así, no entiendo por qué a día de hoy sigo sometiéndome, en madrugadas como esta, al riesgo de que esos episodios vuelvan a pasar.

Necesito dormir.

Voy a dormir.

Al carajo los vídeos, los libros o las compras que crea que necesito hacer antes de apoyar mi cabeza en la almohada. ¿Qué sentido tendría cumplir con todo eso si a su vez me expongo a un peligro mental que luego pase a ser físico?

Porque no mencioné que solía ser sonámbulo y no, no quiero volver a serlo.


(4 de marzo de 2024)

memorias de un perfecto desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora