•Capítulo 4

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El caos.

Magnus

Miro el reloj en mi muñeca y diviso la hora.

«11:48 p.m»

Estacionó el McLaren en el gran estacionamiento donde están estacionados autos de todo tipo, el mío por lo que veo es el más lujoso.

«Debo tener los sentidos activados. Todo puede pasar»

—Hola, amigo—un hombre borracho se me acerca alargando la frase por causa del alcohol.

—Quítate—lo empujó cuando se me quiere arrimar.

—Oye, no te molestes amigo.

Me colmó la paciencia.

Le suelto un puñetazo en la nariz. Sangra en el suelo, y gente se acerca a ver.

Doy dos pasos atrás y desaparezco entre en gentío que se formó.

—Tú—señaló a un hombre moreno y ojos cafés que está al inicio de una fila conformada por aproximadamente unas veinte personas— Está fila es para la carrera, ¿no es así?—asiente. Saco un fajo de billetes de mi bolsillo que es más de lo que necesito para la apuesta.

Los de la fila se quejan.

«No se sorprendan, por la plata baila el perro»

Mientras cuenta diviso el público que hay de todo allí, y me quedó corto. Pero los ojos que busco no están allí.

—Es más dinero del necesario—pronuncia el hombre luego de contar.

—Quédatelo, sólo hazme competir con la mejor corredora que tengas.

—¿Mujer?

—No me oíste, ¿corredora? ¿Acaso no te enseñaron el masculino y femenino en la escuela?—estoy al borde del colapso.

—Prepárate, salen en cinco—señala y voy hasta mi auto. Lo enciendo y hago rugir el motor al acelerarlo con furia.

Voy a la calle, está marcada por una línea roja mal hecha que claramente hizo la mujer que tengo al frente.

Vestido corto, cabello rojo, y ojos claros. La veo, pero en el momento que ruge un motor a mi lado mis instintos se activan.

Un Mustang azul se posiciona a mi lado.

Baja la ventanilla...

«No es ella»

Mi furia sube cuando veo que quien busco no está en ese maldito auto.

Golpeó fuerte el volante. Disparan anunciando el inicio de la carrera.

Piso el acelerador. El motor ruge, y sin esperarlo, yo también. Estoy furioso por no haber encontrado a... no voy a decir su nombre.

Hay una curva la cual sé tomar. La mujer no, y eso me da ventaja.

«¿Por qué volvió? ¿Qué busca?»

De nuevo hay una curva, aceleró. Subo y bajo rápido el freno de mano mientras giro el volante a la derecha, el auto se desplaza sin problemas por la curva pronunciada.

Retomo la recta y aceleró aún más.

—¿A qué regresas?—gruñó pagando mi furia en el McLaren, que va a la cabeza, hasta ahora noto eso de lo furioso que estoy— ¿Por qué ahora?

Mis venas arden, parecen que van a explotarme en cualquier momento. Mis dientes estás siendo víctimas de la presión que ejerce mi mandíbula.

En la recta mi motor se vuelve una bestia, a la velocidad casi máxima.

TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora