•Capítulo 8

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Pasado pisado.

Rachel

Lo que sentí en ese momento lleno mi cuerpo de alivio, tener su cabeza entre mis manos me quito el gran peso que llevaba encima. Al fin lo he conseguido, al fin logré deshacerme del último.

«Ya puedes descansar en paz, papá»

Mi rostro se moja al sentir todo ese alivio avasallador. Me alivia desde el dolor del alma, hasta el físico porque no he descansado bien desde que se me escapó esa noche.

Lágrimas llenan mi rostro como un mar el cual no tiene indicios de parar o desaparecer. No paran aunque lo intento, y sé que tengo que hacer algo ya que Magnus al verme así se enojará.

Ya un poco más calmada decido abrir la puerta y él me ve, se apresura a llegar a mí a una velocidad abismal.

—¿Qué te hizo?—la rabia se asoma por sus poros, pero al detallar lo que traigo en la mano se queda estático, su enojo se esfuma y una sonrisa orgullosa se posa en sus labios.

—Me llenó el cabello de sangre—me inventó.

—Degollarlo era lo menos ¿no? Cielo.

Me limpió la lágrimas haciendo un mínimo esfuerzo por verme mimada.

—Ya vamos, quiero ver que hace la nueva bomba Roblum a este lugar—digo cambiando el rumbo de la conversación.

«Quiero salir de aquí cuanto antes»

Me encaminó por los pasillos llenos de sicarios muertos, y sangre por doquier. Los soldados me ven y algunos están sorprendido y otros fascinados de verme.

Me veo a través de sus ojos, y me siento peligrosa, salvaje, y sobre todo poderosa.

Los mercenarios traen el nuevo invento de Rosenblum a mis manos.

Me fascinó viendo el apartado que fue creado para generar desastre y destrucción.

Suelto la cabeza que traigo en la mano izquierda, y tocó el material del cual ésta hecho la bomba que ha creado mi amigo.

—Hora de hacer esto divertido—miró a todos los soldados que me rodean incluyendo a «Mi Capitán». Todos tragan gruesos y se mueven incómodos.

Manejo los números de la pantalla que tiene en medio, coloco los números y ya está, presiono el botón e inicia la cuenta regresiva...

—¡Tenemos cinco minutos para salir antes de que está mierda vuele en mil pedazos!—gritó eufórica y la reacción de los militares da mil años de vida. Todos corren a la salida buscando su propia seguridad.

—Klein, sal del escondite ¡ya!—comunicó rápido por el auricular.

Magnus corre a mí y me toma de la cintura y me sube a su hombro, corre pero yo lo detengo.

—¡Espera, mi juguete!

Es lo más estúpido que he dicho pero debía seguir con actuación de mocosa caprichosa.

Toma la cabeza de Hansen de mala gana y emprende a correr de nuevo por nuestras vidas.

Hombres de la Kriminelle Armee nos esperan y cuando ya subirnos arrancan a toda velocidad. Las diez camionetas logran salir de la mansión donde se escondía Hansen con suerte de no ser alcanzados por la detonación de la bomba, pero ya a unos kilómetros se pudo sentir como la magnitud nos mueve un poco y un sonido ensordecedor llega a nosotros.

—Rosenblum nunca decepciona—digo más para mí que para el grupo de mercenarios que vamos en está camioneta.

—¿Cómo sabes eso si apenas te estás integrando a la organización?—inquiere Magnus observándome. Su verde esmeralda me traspasa y me hago transparente, siento que puede ver lo que es real y no en mí.

TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora