CAPÍTULO 20: NOCHE TRANQUILA

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Los cristalinos charcos de agua reflejaban a los ojos del creador, tal como espejos. Una suave y gélida brisa mecía las hojas de los árboles.

El silencio dominaba el ambiente de la finca y sus alrededores. Los soldados corrían de un lado a otro, alistando armas y provisiones para la operación que estaba por llevarse a cabo. Kin y el resto de su grupo comían sin prisa, en medio del alboroto. Querían mostrarse indiferentes al asunto, ya que no participarían. Gerark apareció en el comedor para reavivar sus frustraciones.

—Ya estamos por partir —dijo con una sonrisa fresca—, llevaré pocos soldados, así que no estarán solos. —Fue apenas observado, y no recibió respuesta—. Les prometo que no voy a demorar mucho. Por cierto, tendrán que hacer vigilia esta noche.

—¿Por qué? —reclamó Kin, enojado—. ¿No van a vigilar los soldados?

—Aunque los soldados estén cerca, puede pasar algo inesperado, y si no están preparados, pueden acabar muy mal. Nunca bajen la guardia.

—¿¡Cómo que acabar mal!? —protestó Kathe.

—¡Es una orden! ¡El que se duerma recibirá un fuerte castigo! —sentenció, alzando la voz—. Bueno, me retiro —dijo más calmado—, no se confíen, pero tampoco se pongan tensos, relájense un poco.

—Ya escucharon... tenemos que hacerlo —balbuceó Yendry con desgano mientras terminaba de comer.

"De alguna forma... siento que todo irá como lo preveo. Espero no tener la razón"

—¡Sal de aquí! —chilló Kathe, haciendo gran escándalo

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—¡Sal de aquí! —chilló Kathe, haciendo gran escándalo. Ishein se sonrojó en extremo y desvió su mirada.

Kathe aprovechó el momento para tomar un baño en el estanque de la finca, un pozo de agua no muy profundo, rodeado por cuatro paredes, y un toldo fungiendo como techo. Carbón y leña de sadagrado (un árbol propio de la región) estaban siendo quemados en un fogón adyacente al estanque, liberando vapores aromáticos. Se pensaba que dichos vapores rejuvenecían la piel.

Ishein entró cuando Kathe se estaba desvistiendo. Al verla completamente desnuda, sintió que su entrepierna se volvía una montaña y su corazón se aceleraba.

—¿¡Acaso no ves el vapor saliendo!? —gritó Kathe, ya más calmada, cubriéndose con una manta.

—Perdón... yo pensé... que no había nadie... perdón —se excusó, incapaz de retomar el contacto visual.

—¿No te avisó el guardia de la puerta?

—¿Guardia? No había nadie, por eso entré.

—¿Has venido a bañarte... o viniste a verme? —preguntó con voz amable, dejando atrás su actitud desafiante.

—No, solo vine para bañarme.

—¿Seguro? —preguntó de forma coqueta.

—Sí. —Levantó su cabeza para verla. Ya estaba sumergida, el vapor de la superficie tapaba todo lo que ansiaba ver—. ¿Qué haces tú aquí?

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