CAPÍTULO 17: HIINARU

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—¡Joven Kin! ¡Levántese!

—No quiero, Domelia —rezongó el pequeño Kin mientras se tapaba con su sábana.

—Hoy estaremos ocupados, así que levantase de una vez.

—¿Por qué ocupados?

—¡Hoy es su hiinaru (cumpleaños)! ¡Ya cumplió diez kronus de edad! ¡Felicidades!

Una legión de sirvientas entró en mi dormitorio con una olla de mi comida favorita y una muda de ropa fina. Me sacaron de la cama, y tras comer, fui arropado con la túnica de seda naranja, que tenía bordados en oro, supuestamente un regalo de mi abuelo.

No me dejaron solo. Me siguieron por cada pasillo, sonriendo en todo momento. Después de recorrer todo el palacio y saludar a desconocidos, me llevaron a una gran sala donde se reunían más desconocidos. Vestían muy elegantes y charlaban sobre cosas que no entendía. Cuando pasaba por su lado, me saludaban sonrientes y me bendecían. Estaba confundido, no entendía por qué actuaban así conmigo, pero las sirvientas me dieron a entender que estaban ahí por mí.

—¿Es el nieto del señor Dante, verdad? El kuyichi.

—Qué pena por él, incluso su tía falleció por...

—Señora Domelia, ¿dónde está mi abuelo?

—El rey está ocupado, pero le compró esa túnica y planificó esta fiesta para usted, más tarde podrá verlo.

—Él no vendrá... —murmuré con tristeza.

—Le aseguro que sí, me dijo que...

—Lléveme a mi dormitorio, por favor.

—Joven Kin, estas personas vinieron por usted...

—¡Qué me lleves!

Me solté de su mano y corrí a toda velocidad.

—¡Tía! ¡¿tía?! —chillé mientras corría por los pasillos.

Pero me detuve al sentir que me faltaba el aliento. Ahí fue cuando recordé... que ya no estaba conmigo.

El equipo de Gerark llegó puntual, solo faltaba el maestro

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El equipo de Gerark llegó puntual, solo faltaba el maestro. Lo esperaron por media hora. Se miraban las caras e intercambiaban frases cortas, como si no se conocieran de nada.

—¡Hola, chicos! ¿Llegaron todos? Muy bien, me gusta que sean puntuales —felicitó Gerark al entrar. Todos voltearon a verlo, enojados.

—¿¡Recién llega!? ¡No he comido por venir temprano! —reclamó Katherine, levantando sus brazos con violencia.

—Soy tu maestro, niña, respétame. Bueno, ¡comencemos!

—¿Ya nos enseñará a pelear mejor? —preguntó Yendry.

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