CAPÍTULO 4: HORA DE TOMAR UNA DECISIÓN

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La Intayi brillaba en su punto más álgido. Su luz empapaba cada rincón del bosque, dando vitalidad a todos los animales y plantas que en él habitaban.

Kin y Dara estaban pescando. El pacífico riachuelo llegaba hasta la altura de sus rodillas. Trataban de coger los peces con sus manos. Kin pudo atrapar varios, pero su amiga no tuvo suerte. Algunos días pasaron desde aquel infortunado encuentro con el encapuchado. No volvieron a cruzarse con alguien que les represente una amenaza. Olvidado el asunto, continuaron su vida de fugitivos.

—Kin, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Dime.

—¿Hacia dónde vamos?

—¿A qué te refieres?

—¿Hacia dónde... vamos? —repitió.

Kin apartó la mirada y la enfocó en la cristalina corriente de agua, intentando elaborar una respuesta.

—Por ahora... escapamos de los soldados que nos persiguen.

—Que te persiguen —corrigió.

—¿Qué insinúas?

—¿A dónde pensabas ir cuando escapaste? Luego me prometiste que me ayudarías a encontrar a mi madre —reprochó con voz apenada.

—¿Eh? Sí, eso dije, pero no dije que ahora. Digo, ahora no podemos, porque... ya sabes... —contestó, rascándose la nuca con un dedo.

—¿Cuánto más vamos a estar en este bosque? —Lo encaró, poniéndose frente a él—. ¿Sabes como salir de aquí? ¿Estoy interrumpiendo tu viaje? —recriminó exasperada.

—No exactamente...

—Perdón que te lo pregunte, pero... extraño a mi madre...

Sus enormes ojos llorosos miraban directamente a los de Kin.

"Dara, a veces también puedes ser aterradora"

—Ya no sé si creerte —susurró agachando la cabeza, pero Kin la escuchó.

—No es tan fácil, ¡¿sabes?! Tenemos que... hacer muchas cosas antes de eso. No es algo que podamos hacer en algunos daius (días) o janus, puede tomar varios kronus —replicó, alzando la voz.

—¿Nos quedaremos aquí todo ese tiempo? —inquirió, alzando la voz también.

—No la estamos pasando mal. ¿Por qué no?

Dara se ofuscó y se devolvió a la orilla del río. Kin se mantuvo quieto y la miró alejarse.

"¿Qué estoy buscando? Le prometí a Dara que la ayudaría, pero... yo... soy débil"

—Pensé que también te gustaba esto —gritó con una voz apagada.

"¿Qué estuve haciendo? La pasaba tan bien que... olvidé a mi madre"

El silencio fue cortado por el sonido de pasos. Pasos de caballos. Muchos caballos. Un exagerado número de soldados rodeó las orillas del río. Una docena de junturs vigilaban desde el cielo. Kin y Dara habían sido acorralados. Asustado, Kin corrió para proteger a Dara.

—¡Tenemos que correr! —exclamó agitado—, ¡tenemos que intentarlo!

—Ya no podemos escapar... —sollozó, aferrándose a la chaqueta de Kin.

Un grupo de jinetes se aproximó a ellos. El jefe de la tropa, Gerark Sonagakure, descendió de su corcel para dialogar.

—Solo fue cuestión de vigilarlos. En vez de cazarlos directamente, resultó más fácil acorralarlos con sigilo. Aun así, lograron escabullirse por un buen tiempo, no les puedo quitar ese mérito —dijo en un tono burlesco.

Ambos niños empezaron a temblar, Kin se puso al frente de Dara, empuñando su espada.

—Vuelve a Krabularo, Kin. Ahí está tu familia, tu hogar. Sabes que abandonar la capital sin autorización es una falta grave, pero el rey está dispuesto a perdonarte —dijo con una voz calmada y serena. Su forma de hablar movió una parte sensible de Kin, pero no logró que abandone su posición defensiva.

»Esto no es lo que deseaba tu tía. Regresemos, juntos —insistió con la misma voz.

—¿Quién es usted para hablar por mi tía? Yo... no tengo familiares ahí. Además, hice una promesa y la pienso cumplir —aseveró gritando.

—Así que una promesa. ¿Cómo esperas cumplirla? ¿Deambulando en este bosque? ¿Sin saber a donde vas?

—¡No! Yo no...

Se ruborizó y desenfocó la mirada. El hombre mayor tenía razón. Sus convicciones se estaban desmoronando. Las palabras de aquel hombre ya habían convencido a Dara.

—Kin, sé que no te llevas bien con tu abuelo y que por eso escapaste. Sé que buscas algo más, pero esta no es la forma de encontrarlo. Te ayudaré a conseguir lo que buscas. Puedes confiar en mí. —Extendió su mano para estrechar la de Kin.

Con ese gesto logró romper la actitud defensiva del muchacho. Dara se aferró a su brazo, instigándolo a ceder.

"Él... ¿Me entiende? No lo sé... no sé si deba confiar en él"

—No. No iré. No creo que pueda confiar en usted —respondió, dejando suspendida la mano de Gerark.

—Está bien —aceptó calmado mientras retraía su mano—. Volveré con mis hombres. Si no quieres venir con nosotros, no podemos obligarte. —Se encogió de hombros.

—Pero, señor —replicó un soldado.

—He dicho que nos vamos, no hay nada que hacer aquí —dijo con un tono más agresivo—. Espero que puedas cumplir tu promesa, niño, y no desperdicies el sacrificio de tu tía.

—¡¿Quién se cree?! —gritó Kin. Gerark volteó rápidamente, se puso frente a él y lo encaró con ojos furiosos.

—¿Crees que me importas? Vine solo porque me lo pidió el rey. No me importaría que te quedaras aquí, que te pierdas o que te mueras. No hago esto por ti, sino por las personas que te amaron y que están preocupadas por tu futuro, pero si esta es tu elección...

»¡MEJOR PIÉRDETE! —fulminó con una mirada sádica.

Un escalofrío traspasó la médula de todos los presentes. Kin, el que más debería estar asustado, no se dejó intimidar.

—¡Iré! —gritó con firmeza.

—¿Cómo has dicho? —preguntó Gerark con una sonrisa malévola.

—¡Iré con usted! No por mi abuelo, ni por mi tía, sino por la promesa que hice, tengo que hacerme mucho más fuerte —afirmó, con voz temblorosa.

Dara empatizó con su aflicción. Surgió en ella un sentimiento de culpa. Pensó que la derrota sufrida y la discusión reciente lo llevaron a tomar esa decisión.

"Kin, tú en realidad no quieres volver, ¿no?"

—¡De acuerdo, ven conmigo! —Recobró la amabilidad al hablar, su cara resplandecía de felicidad.

—¿Así de simple? —preguntó confundido.

—Sí. Así de simple.

—Ella también va conmigo. —Señaló a Dara con su mirada.

—Supongo que la podemos llevar, pero no sé qué pueda pasar con ella. —La observó fijamente unos segundos.

Entonces se montaron a una carroza junto con Gerark y, escoltados por los soldados, partieron hacia Krabularo.

"Este señor da miedo" pensaron Kin y Dara.

"Convencerlo fue más fácil de lo que pensé. Pudo esconderse bien, pero sigue siendo un niño, fácil de manipular. Aun así, no se dejó intimidar y me contestó con cierta convicción sobre lo que quiere hacer, algo que está relacionado con esa niña. ¿Qué habrá pasado?" Pensó Gerark por su parte.

Dara evitaba el contacto visual con Gerark y Kin aún lo miraba con cierto rencor. A Gerark no le provocaba más que risa y ternura ver a los niños tan cercanos mostrando esas actitudes.

"¡Olvídalo, solo son chiquillos jugando a ser adultos!"

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