CAPÍTULO 15: EL PRIMER EQUIPO

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La Intayi se asomaba por el horizonte, para iluminar a Krabularo y sus alrededores. El mercado rebosaba de personas. Los soldados patrullaban. Los campesinos preparaban sus herramientas para la jornada. Otro día normal en Krabularo, excepto para Kin y Dara.

Dicho paisaje de madrugada fascinó a Kin mientras caminaba por las calles, dirigiéndose a la torre central de medicina. Se desvió de la ruta usual para dar un paseo. Cuando estaba cerca del edificio, divisó a tres personas en la puerta. Dos jiramkis acompañaban a Dara.

—¡Kin, rápido! —gritó al verlo acercarse.

—¡¿Ya estás lista?! —preguntó de la misma forma.

Cuando llegó, hizo una reverencia de gratitud a los jiramkis. De su pantalón saco la daga de Dara y se la entregó en sus manos.

—¿Podemos retirarnos? —preguntó a los jiramkis.

—Sí —respondió el jiramki de forma seria, sin agacharse a mirarlo.

—Eres una chica dura. Tus lesiones no eran graves, pero no esperábamos que sanaran tan pronto —comento el otro jiramki—. De todas formas, procura no hacer mucho esfuerzo en estos daius —aconsejó con tono amable.

—Mu... muchas gracias —respondió con la cabeza gacha mientras sonreía.

—Bueno, vámonos ya —sentenció Kin. Estrecharon sus manos por última vez y se despidieron.

Una creciente sensación de incomodidad los asaltó mientras caminaban. Tras lo sucedido en la selección, era incómodo regresar al coliseo. Dara estaba temerosa, Kin ofuscado y rencoroso.

Tras una hora de camino a pie, finalmente llegaron. Dos enormes guardias, que portaban armaduras plateadas y hachas gigantes, protegían la entrada. El dúo de niños se plantó frente a ellos, con temor. Los guardias agacharon su vista para observarlos y se apartaron del camino, dejándolos pasar.

Mientras recorrían el coliseo, Kin recordaba su enfrentamiento y el de Dara. Ella trataba de imaginarlo (a base de lo narrado por Kin). Había cuatro personas reunidas en la arena. Captaron su atención al llegar, por unos segundos. Ninguno interactuaba entre sí. Kin reconoció a dos (que también lo reconocieron, pero apartaron la vista).

Cada uno de los jóvenes ahondaba en sus propias cavilaciones, ignorando a los demás. Varios minutos en la misma situación, hasta que un adulto se aproximó, cubierto con una capucha y manto rojo. El hombre se detuvo frente a ellos y se quitó la capucha, revelándose. Kin y Dara lo reconocieron al instante.

—¡Buenos días a todos! —entonó sonriendo. Caras poco amables lo juzgaron negativamente.

»... Bueno —carraspeó—. Me llamo Gerark Sonagakure, voy a ser su maestro hasta que se gradúen como soldados reales.

—¿Vamos a seguir con usted, maestro? —interrumpió Kin.

—Es lo que acabo de decir, Kin —respondió con una risa exagerada—. Un gusto volver a verte.

—¿Ya se conocen? —murmuró el resto de jóvenes.

—¡Atentos! —gritó para opacar los murmullos—. Como primera ocasión que nos vemos, quiero que se presenten. Me dirán sus nombres y su motivación para ser soldados reales. Si me contestan "por mi familia" los boto a patadas. Krabularo necesita soldados con ideales, no soldados que obedezcan sin dudar.

Todos hicieron una mueca de disgusto.

—Ya, calmados. Empecemos contigo —señaló a uno—. Dime tu nombre y tus motivaciones, por favor.

El chico miró confundido a Gerark, señalándose a sí mismo. Estiró sus brazos y se plantó firme. De todos era el más alto, llevaba una chaqueta de piel de lobo, sin mangas. Debajo un polo blanco, para cubrir la parte inferior de su torso. Pupilas negras y cabello café alborotado, una cinta roja en la frente. Un par de brazaletes negros recubrían sus antebrazos.

—Me llamo Liam Alciziam, tengo catorce kronus y quiero ser el soldado más fuerte que proteja a todos —exclamó, inflando su pecho.

—¡Caray, muchacho! ¡Desbordas actitud! Con gusto voy a entrenarte —felicitó Gerark con una palmada en la espalda—. Bien, vamos con el siguiente. Veamos... vamos contigo —señaló a otro joven.

Este muchacho no dudó y enseguida se paró al frente. En contraste, era el más pequeño. Vestía una sudadera negra, bien ajustada, que hacía resaltar su desarrollada musculatura. Ojos y cabellera matizados con naranja otoñal. Sus rasgos faciales asemejaban los de un niño. En su espalda cargaba una colosal espada plana.

—Me llamo Yendry Alixol, tengo quince kronus y quiero ser un soldado real para que vean que soy capaz de serlo —decretó sereno.

—¡Excelente! Veo que estás determinado, lo conseguirás. —Extendió su mano para saludarlo formalmente.

"No sabía que a esta edad se puede tener tanto músculo" Pensó Kin tras examinarlo de pies a cabeza.

—Bien, prosigamos. Tu turno, niña, preséntate.

La escogida se contoneó al caminar unos pasos. Tan alta como Kin, vestía una blusa gris, con los hombros expuestos, guantes blancos, falda short rosada y sandalias tipo gladiador. Su cabello, largo y lacio, era más rojo que la sangre. Vivas pupilas de azul marino. En su mano cargaba un chakram. Tal belleza que podía doblegar la voluntad de cualquier varón.

—¡Me llamo Katherine Davao! ¡Tengo trece kronus y voy a dominar a todos los hombres con mi belleza y mi fuerza! —declaró con una sonrisa confianzuda.

Los adolescentes fueron estremecidos por sus palabras y su semblante. Katherine les mandó un beso, que los dejó embobados.

—Veremos si tienes lo necesario —replicó Gerark con una mirada punzante, pero la chica no se intimidó.

»¡Tú! El de ahí, tienes cara de perdido, chico. Ven y preséntate —señaló al joven que se apoyaba en las rejas de la arena.

—No —respondió tajantemente mientras apartaba su mirada.

—¿Quieres hacerte de rogar? ¡No era una pregunta! —insistió.

—Ya... —contestó de mala gana.

El segundo más alto. Se arropaba con una túnica azul que le llegaba hasta la cadera. Cabello azabache, desarreglado. Sus ojos lilas transmitían soledad y decaimiento. En su cintura envainaba una espada negra como el carbón.

—Me llamo Ishein, Ishein Starnika. Tengo trece kronus y no tengo una motivación particular —espetó con mucho desgano.

—¿Qué? ¿Qué dijiste? —gritó Gerark, poniendo sus manos en las orejas— ¡Habla más fuerte!

El muchacho lo ignoró y retornó a su rincón.

—Bueno, cuando se acaben los problemas en casita nos contarás.

Restaban solo Kin y Dara. Esta última comenzó a sudar frío.

—Te toca, Dara, preséntate.

—Sí, señor —gritó mientras daba un paso al frente—. Mi... mi... mi... nombre...

No pudo con los nervios y al instante corrió a esconderse detrás de Gerark.

—De acuerdo... yo lo haré —suspiró—. Bueno, chicos, ella se llama Dara, Dara...

—...Daridare —murmuró.

—Dara Daridare. Ella tiene...

—...Trece kronus.

—Trece kronus, ella tiene trece kronus y su razón para estar aquí es...

No contestó. Agachó su cabeza y apretó el saco de Gerark.

—Piénsalo bien, luego nos dices, ¿de acuerdo?

Hizo un gesto de afirmación y se separó de él.

Sin esperar que sea llamado, Kin avanzó dos pasos al frente, levantando su mano. Gerark le concedió la palabra.

—¡Me llamo Kin Orenweirel, tengo trece kronus y estoy aquí para cumplir una promesa!

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