CAPÍTULO 11: CALOR VIVIENTE

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—Tal como esperaba, Kin es un soldado fuerte, pero desconoce la fuerza de su kay. Deberíamos empezar a entrenarlo —susurró Dante a manera de reflexión.

Apenas terminó la pelea, la mayoría de gente aprovechó el intervalo y se retiró del coliseo. Muchos jóvenes que habían culminado su participación hicieron lo mismo. El cuerpo de Kin se sofocaba de calor, un calor amable y restaurador, suministrado por el frágil cuerpo de Dara.

—Gracias... —murmuró, totalmente ruborizado.

—¡Ay, perdón! —exclamó sobresaltada— ¡Yo...!

Intentó liberar sus brazos, pero Kin, usando sus remanentes de fuerza, impidió que lo haga.

"Ya no estoy solo, tía" pensó, conteniendo las ganas de llorar.

—Lo siento, Dara.

—No, fue mi culpa. ¿Ya estás mejor? Aún estás caliente.

—Ya estoy mejor, ¡mucho mejor!

—Qué bueno, muchacho —carraspeó una voz grave a sus espaldas, la de un soldado—, porque tienen que marcharse de la arena.

—¡Sí, señor! ¡Ya nos vamos! —afirmaron nerviosos. Kin se apoyó en Dara para erguirse, tras lo cual abandonaron la arena.

Mientras avanzaban por el coliseo, resultó evidente para ellos el masivo flujo de personas que desembocaba en las puertas de salida.

—Oye, Kin, ¿por qué la gente se va? —preguntó Dara mientras miraba los alrededores.

—Tienes razón, se supone que faltan más peleas. Cuatro nada más, pero aun así...

—Ya terminaron las peleas interesantes, las restantes van a ser aburridas —aclaró una voz masculina. Voltearon para ver de quién se trataba. Era el ganador del primer encuentro: Liam Alciziam.

»Ahora le toca pelear a los postulantes de soporte —prosiguió al ver sus caras nada sorprendidas—. Ellos tienen que saber lo básico de una pelea, pero su fortaleza es curar, ¿o me equivoco, señorita? —interrogó, con una seductora sonrisa.

—¿Eh? Sí... curar... curar —contestó sonrojada.

—Su hermosura no me resulta familiar, señorita, ¿de dónde proviene su familia?

—¿Mi familia? Pues de...

—Eso no te incumbe —espetó Kin, molesto.

—¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Familiar? ¿Amigo? ¿Algo más que eso? Seas lo que seas no me puedes impedir que hable con la señorita —sentenció con voz amenazante.

—Soy su... hermano. Sí, eso. No puedes hablarle así a mi hermana —proclamó desafiante.

—Tú eres el nieto del rey, ¿verdad? El rey tiene solo uno, que yo sepa, y sus apellidos son diferentes. ¿Y qué si le pregunto eso? ¿Qué harás en tu condición?

El rostro de Kin se contrajo en una mueca de disgusto. Con el ceño fruncido, hizo notar su determinación para defender a su amiga.

—¡Solo era una broma! —se excusó con ligereza, rompiendo la tensión—. Me disculpo, no deseo fastidiarlos. No quiero que se lleve una mala impresión de mí, señorita. Si pasa la selección es probable que nos veamos después. Voy a estar pendiente de su pelea. —Guiñó el ojo antes de retirarse.

"Así que... tu hermana..." Dara se sonrojó bastante, por los halagos de Liam y las declaraciones de Kin.

—¿Y ese tonto? Espero que no lo veamos de nuevo —espetó gruñendo.

—¡Atención, señoras y señores, dentro de poco se reanudarán las peleas! —anunció el supervisor— ¡Pido que vuelvan a sus asientos y bajen la voz para continuar! —Otra persona realizó el papel de supervisor, ya que la garganta del anterior no daba para más gritos.

—¿¡Tan rápido pasó medio kanus!? — exclamó Kin tras oír el aviso.

—¡Ay, no...! —Las flacuchas piernas de Dara comenzaron a temblar, y todo su cuerpo sudaba por la inquietud.

Otra vez un manto de silencio cubrió el coliseo. El menguado número de espectadores colaboraba con ello, solo quedaba un tercio. Ni el supervisor ni los jueces querían presenciar las próximas peleas, pero su deber los obligaba. Kin y Dara se aprovecharon de la situación para sentarse lejos de los participantes y el público, en un rincón solitario.

¡Vigésima primera pelea! —gritó el supervisor— ¡Tati Kiwabara contra Layla Wibaro!

—Fue algo raro.

—¿Qué cosa, Kin? —replicó despistada, pero con todas las ganas de prestarle atención y olvidarse de las peleas.

—Dijiste que estaba caliente. Cuando estaba peleando, por un momento, sentí un calor muy fuerte, me sofocaba. Pero ese calor... ese fuego... me dio fuerza, y mucha, pero... no pude hacer nada. Me congelé. Qué irónico, ¿no?

¡Vigésima segunda pelea! ¡Bell Cerezantos contra Marcelo Adexeno!

—Me asuste un poco, nadie puede estar tan caliente. ¿Por qué te pasó eso?

—No sé. Puede ser ese poder que me dijeron que tenía. Nunca me mostraron como usarlo, pero le interesa tanto a mi abuelo que seguramente solo me trajo de vuelta por él.

—Sí, eso de tu poder, lo mencionaste cuando estábamos en el bosque. Si te lo dieron, ¿por qué nunca te enseñaron cómo usarlo? ¿Tienes que hacerlo tú mismo? ¿Es así?

¡Vigésima tercera pelea! Zoe Hadonmeno contra Amalis Yagidahi...

—No lo sé, Dara —respondió con el ceño fruncido—. Solo sé que, si no lo tuviera, mi abuelo nunca me habría buscado, es lo único que le interesa de mí.

—No digas eso, Kin. Mi madre decía que no todos los adultos demuestran su amor con afecto y palabras... lo hacen de varias formas...

—¿Varias formas? Mi tía me abrazaba, me consolaba, me entrenaba, ella me amaba de varias formas. A él no le intereso —refutó nostálgico.

—Te aseguro que te equivocas, pero en todo caso, me interesas a mí, eres mi amigo —afirmó tartamudeando.

—Hermano —corrigió burlonamente, sonrojando a Dara.

—Po... po.... Por... mí... está... bi... bi... en. —Apartó la mirada con nerviosismo.

—A pesar de que eres una plebeya y tenemos la misma edad, siento que sabes más cosas que yo.

¡Vigésima cuarta y última pelea! June Iskerle contra... —Se detuvo a releer varias veces el pergamino, con evidente intriga.

»¿...Contra Dara Daridare? —completó mientras se rascaba la frente.

—Ya escuchaste, ahora te toca pelear —animó Kin, dándole una palmada en la espalda.

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