CAPÍTULO 38: DESDE VARIOS LADOS

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—¿Por fin te dignaste a venir? Espero que me digas algo más de lo que dijo el mensajero.

—Perdón, padre, quería visitarte.

Infórmame sobre tu misión, eso lo podemos dejar para otro momento. Ese kuyichi es nuestra prioridad, y sabes bien que ya no debes venir mucho por aquí.

—Perdón, padre. Ya me pude acercar más a Kin, en poco tiempo acabaremos con el trabajo.

—¡¿Qué?! —profirió con enojo, levantándose— ¡¿Todavía tenemos que esperar?! Ya ha pasado uno... casi dos janus, pudiste... matarlo una noche y huir.

—No puedo, los maestros lo vigilan muy bien, si doy un paso en falso haré que sospechen de mí. Apenas halle un buen momento para atacar te avisaré, si es que no lo acabo yo misma.

—Más te vale —farfulló, pronunciando bramidos—. No quisiera intervenir bulliciosamente, pero si te sigues demorando voy a tener que hacerlo, y no te librarás de las consecuencias.

—Haré mi mejor esfuerzo, padre, me retiro. —Hizo una reverencia—. Que el creador bendiga tu camino.

—Sí, sí, lárgate, antes de que te vean.

—¡Yendry! ¡Levántate! —Dara sacudió a su compañero, que estaba recostado contra la pared

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—¡Yendry! ¡Levántate! —Dara sacudió a su compañero, que estaba recostado contra la pared.

—Estoy despierto, Dara —bostezó, estiró sus extremidades y se limpió la baba que rodeaba su boca.

—Kin todavía no despierta, pero logré bajar su calentura, y ya no suda mucho. Tenemos que irnos, los jiramkis dicen que lo mejor es no estar cerca de un enfermo, nos puede contagiar su enfermedad. —Yendry se reincorporó y la siguió por detrás.

Casi a la medianoche, Dara no pudo aguantar el cansancio y terminó dormida, pero al poco rato se despertó para seguir atendiendo a Kin, hasta los primeros rayos de luz. Yendry no aguantó muchas horas y se durmió profundamente.

Mientras recorrían el pasillo, se cruzaron con una legión de jiramkis, dirigidos por Boa.

—¡Oye, señorita! ¿Cómo está Kin? —preguntó la kuyichi.

—Está mejor —contestó en voz baja—, logré bajar su calentura y hacer que mejore un poco. Ya no está sudando tanto. Que bueno que pudieron venir temprano.

—Nada que la hija de la reina no pueda conseguir. ¿Cuál era tu nombre?

—Dara...

—Bien hecho, Dara, es momento de que trabajen los adultos —felicitó, dándole palmadas en el hombro—. Supongo que no habrá entrenamiento hasta que mejore —suspiró con decepción, y continuó su camino.

Kin estaba enfermo, pero la vida de sus compañeros proseguía con normalidad. El grupo de Gerark entrenaba día tras día sin parar. Su maestro vigilaba día y noche el dormitorio de Kin. Boa retomó el entrenamiento exclusivo con sus alumnas. Kin estaba postrado en cama, sufriendo interminables fiebres y recibiendo todo tipo de medicación a base de hierbas, desde que se asomaba la Intayi hasta que su dominio era usurpado por los ojos del creador. Dara, sus compañeros y su enamorada lo visitaban un par de minutos al día, como indicaron los jiramkis. Durante diez días no mostró mejora significativa en su estado.

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