CAPITULO 6

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Jin 

Junio – Veintisiete años

Las cosas habían cambiado entre Jungkook y yo.

Había empezado el día en que me sacó del apartamento de mis padres después de haberle dado a mi padre la paliza que llevaba años pidiendo.

Ver a Jungkook perder el control de esa manera no debería haber sido excitante, pero lo había sido. No es que fuera difícil. Para ser honesto, todo lo que Jungkook hacía me excitaba.

Desde aquel día, la mayoría de los límites entre nosotros se volvieron de repente inexistentes. Jungkook llevó la sobreprotección al extremo. Desde negarse a tomarse tiempo libre hasta revisar mi teléfono, no había línea que temiera cruzar cuando se trataba de mi seguridad.

Probablemente debería haberlo encontrado inapropiado. Sofocante. Debería haberme irritado como cuando empezó a protegerme. Podía cuidar de mí mismo, ¿verdad?

Pero por alguna razón, la interferencia de Jungkook tuvo el efecto contrario. Me sentí querido y cuidado. No protesté por sus acciones porque no quería hacerlo. Cuando estaba cerca de Jungkook, me sentía más feliz y más tranquilo que en... bueno, nunca.

Para cualquiera que mirara desde fuera, parecía una relación normal entre cliente y guardaespaldas.

Sólo Jungkook y yo sabíamos que algo era diferente.

Los guardaespaldas normales no obtenían una orden de restricción contra tus padres en tu nombre porque el papeleo te parecía demasiado abrumador.

Los guardias normales no se preocupaban tanto por tus cambios de humor que indagaban sobre psiquiatras antes de arrastrarte físicamente a una cita.

Los guardaespaldas normales no acudían a todas las citas posteriores contigo. Tampoco te sostenían mientras llorabas porque finalmente recibiste un diagnóstico. No te enjugaban las lágrimas mientras te aseguraban que no había nada malo en tener una depresión grave. No te prometían mantenerlo oculto de tus compañeros de banda y de tu manager hasta que te sintieras listo para contárselos. No se sentaban junto a tu cama en los días malos mientras tu cuerpo intentaba adaptarse a la medicación.

Pero, sobre todo, un guardaespaldas normal no suspendía toda su vida durante años porque no confiaba en nadie más para cuidarte como lo hacía él.

Era muy consciente de que lo que Jungkook y yo compartíamos no era normal. Que toda su vida girando en torno a mí no era saludable. Que estaba siendo egoísta al no animarlo a buscar algo fuera de mí y de la banda.

Sabía todo esto.

Y me importaba un carajo.

Ocho años trabajando juntos nos hicieron gravitar el uno hacia el otro, como un planeta en órbita alrededor del sol.

Lo cual era una comparación apropiada. Sin Jungkook actuando como mi cable a tierra, no tenía idea de cómo habría sobrevivido los últimos años. Cuando no pude ver la luz en mis días más difíciles, Jungkook estuvo allí con una antorcha. Cuando fue necesario reajustar mis medicamentos, Jungkook fue quien me tomó de la mano mientras me llevaba a ver al equipo de psicología.

Incluso tenía su propia habitación en mi casa, por Dios. Se quedaba a dormir en ella con mucha más frecuencia que en la casa que se había comprado varios años antes.

Ninguno de los otros lo sabía. Quiero decir, sabían que éramos íntimos. Por las conversaciones con Luca, él seguro que sabía que entre nosotros había algo más que la típica relación guardaespaldas-cliente.

Pero ninguno de ellos sabía hasta qué punto se había desdibujado ese límite. No sabían que prácticamente vivía conmigo. No sabían que nos quedábamos despiertos la mayoría de las noches jugando a Mario Kart, con Jungkook haciendo pucheros como el mal perdedor que era cuando inevitablemente le pateaba el trasero. No sabían que me reprendía por comer demasiados dulces, diciéndome que era el "camino a la diabetes" y al mismo tiempo mantenía silenciosamente los armarios abastecidos con todos mis favoritos. Tampoco sabían que pasábamos todas las festividades importantes juntos, construyendo juntos nuestras tradiciones.

SIN ARREPENTIMIENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora