Jungkook
Junio – Treinta y siete años
—Tu presencia no es necesaria.
Las frías palabras de Jin habían estado sonando en mis oídos desde que las dijo.
—Tu presencia no es necesaria.
Al principio, estaba enojado. Indignado, casi. ¿Ocho años protegiendo a Jin y pensaba que podía tomar las decisiones?
Ni de puta coña.
Sí, él era el cliente, pero eso se había ido por la ventana cuando había ido a mis espaldas y había hecho que le añadieran moratones a su cuerpo.
Ese día crucé todos los límites y nunca miré atrás.
En los tres años transcurridos desde entonces, Jin nunca me había pedido que me quedase atrás. Vale, tampoco había insistido en que le acompañara a todas partes, pero desde luego no se había opuesto.
La ira y la indignación pronto dieron paso a la confusión. ¿Por qué Jin no me quería allí? ¿Pensaba que yo no haría un trabajo tan bueno como Simon?
Si era así, estaba jodidamente equivocado. Nadie podría proteger a Jin como yo.
Nadie.
Eso no podía ser todo. Tal vez se sentía nuevamente culpable por mi supuesta falta de vida. Aparecía cada pocos meses. Jin protestaba porque no me tomaba tiempo libre y me obligaba a visitar a mi familia por un día.
Sin embargo, cada vez que volvía, era evidente lo mucho que nos costaba a los dos estar separados. Sus manos estarían rojas de tanto tocar y su aliento estaría impregnado de humo de cigarrillo.
Él sabía que odiaba que él fumara, pero nunca me enojé porque lo hiciera mientras yo estaba fuera.
Era su manera de arreglárselas.
Inevitablemente, pasábamos los días siguientes casi pegados, separándonos sólo para ir a nuestras habitaciones por la noche.
Con el tiempo, Jin me alentó a tomarme cada vez menos tiempo libre, lo que me vino como anillo al dedo. Sentía una comezón irreprimible cada vez que perdía de vista a Jin. Mi cerebro se descontrolaba y se me ocurrían situaciones descabelladas en las que podía resultar herido.
No era saludable. Una parte de mí se preguntaba si debería concertar una cita con la terapeuta de Jin, pero ella podría animarme a poner cierta distancia entre nosotros. O, al menos, establecer algunos límites profesionales.
En el fondo, sabía que no había ninguna posibilidad de que yo hiciera eso.
La confusión finalmente dio paso a una sombría aceptación. Jin podría decirme que no quería que lo protegiera, pero no podría decirme a dónde podía y no podía ir. Después de todo, yo era un agente libre. No había nada que me impidiera ir al mismo restaurante al que él iba. Quizás quería tener un buen almuerzo.
Mi endeble razonamiento se esfumó en el momento en que rechacé una mesa de la anfitriona y en su lugar tomé una posición de guardaespaldas donde Jin pudiera verme.
Sí, tenía un problema. No, no iba a hacer nada al respecto.
Aparte de fulminarme con la mirada durante unos segundos, Jin no reconoció mi presencia. Ni siquiera me miró cuando pasó de largo después de la comida, en lugar de eso continuó charlando deliberadamente con Luca.
La culpa por haber ido directamente en contra de sus deseos me punzó, pero eso no fue suficiente para evitar que lo siguiera hasta la casa de Luca y me sentara afuera en mi auto.
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SIN ARREPENTIMIENTOS
DiversosY aquí tenemos el tan esperado, la historia de Arlo y Jack Adaptación hecha al JinkookJin, es decir contiene versatilidad.