5

1K 171 29
                                    

5.

No hablé del asunto con nadie hasta aquella tarde, cuando Jennie preguntó por mi estado de ánimo.

―Lisa, querida, has estado inusualmente callada, incluso para ser tú.

Se sentó en la base de un árbol de la arboleda cercana a la casa de mi padre. Con el viento rozándome suavemente el pelo y el aire fresco despertando mis sentidos, debería haber sido un día alegre, con la compañía y la promesa de un buen tiempo. Pero Jennie me conocía, al menos lo suficiente para saberlo.

―Si te lo digo, debes mantenerlo en secreto, ― susurré, dejando que se filtrara en la brisa.

Un ceño se frunció en su hermoso rostro. Me hizo señas para que bajara y me senté, teniendo cuidado con la hierba que podía manchar mi vestido pastel. Su mano se acercó a mi cara y me acercó a ella. Su pulgar acarició mi mejilla.

―Puedes contarme lo que quieras.

―Hay un caballero que pronto me reclamará―, dije, muy consciente del puchero de sus bonitos labios, ―por así decirlo.

Los ojos oscuros de Jennie se abrieron de par en par.

―¿Tienes un pretendiente?

―Sí, lo tengo.― Bajé la mirada hacia su regazo, con la cara aún sostenida por su mano.

―Y mi padre me ha hecho recordar su propia mortalidad y me ha animado a considerar la eminente propuesta.

Ya había sido testigo antes de los siempre cambiantes gestos dramáticos de Jennie: sus ademanes enérgicos, sus muestras de afecto demasiado familiares, incluso sus extraños coqueteos. Pero nunca la había visto completamente seria.

―¿Quieres casarte con él?

―No lo sé, ― respondí. ―Nunca he pensado en el matrimonio, como dije antes. 

Su mano se apartó, el calor persistente contra mi mejilla.

―¿Cuándo vendrá?

―No lo sé con exactitud, pero dentro de unas semanas.

Se quedó callada por un momento -tan terriblemente, atípicamente callada- y cuando pensé que se habría convertido en piedra, su rostro se transformó en una alegre sonrisa.

―Como he dicho antes, ― dijo, con un atisbo de risa en la garganta. ― En lugar de a un pretendiente, yo te amaré a ti, mucho más de lo que jamás podría hacerlo tu caballero.

Y así volvió su extrañeza. No sabría decir si me lo esperaba. Pensé en protestar.

―Jennie... 

Pero su risa me robó las palabras. Ella se inclinó y plantó un beso en mi mejilla, provocando un calor a mi piel clara. Su risa no hizo más que aumentar.

―Qué guapa estás cuando te ruborizas, ― bromeó.

Me invadió la locura, porque inmediatamente me incliné hacia ella y le devolví el beso en el centro de la mejilla.

En ese instante, apenas un suspiro de tiempo, mis labios sintieron la suavidad de su mejilla, la tersa piel sin vello facial. Aunque sin duda lo imaginé, creí sentir que la sangre subía a la superficie, porque cuando me aparté se ruborizó.

Y sentí, sin lugar a dudas, que una oleada de agitación me recorría la sangre. Encendió cada nervio de mi cuerpo, asentándose con la misma rapidez en la base de mi abdomen. La tentación de algo que ni siquiera podía nombrar me llevó a mirar sus labios como si fueran un postre delicioso, porque deseaba con todas mis fuerzas saber a qué sabían.

Dark Desires ┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora