5. Divididos caeremos

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Decir que Fran está confundido es quedarse corto.

Afortunadamente sabe que no es el único, aunque es un pobre consuelo. Después del ataque de los maestros del agua hacia su grupo en el estrecho de Kaleos, Santiago los guía hacia su campamento y se sientan alrededor del fuego para calentarse. El resplandor crea sombras en él y destaca sus ojos azules, y recuerda muy bien lo enamorado que estaba de él hasta que Agustín se sienta a su lado con las piernas cruzadas y su aroma a vainilla lo confunde más.

—¿Quieren ir al Reino de la Tierra, entonces? —está preguntando su ex novio en ese momento, y Enzo contesta rápidamente.

—Sí, la frontera está cerca. No es un lugar muy conocido, supuse que no lo estarían vigilando demasiado... Necesitamos llegar al Reino de la Tierra, mi amigo está en palacio combatiendo a los rebeldes y el ejército de mi nación debería poder detener esto.

Enzo no es el omega que mejor le cae, pero sabe bien que no le gusta nada que tenga que ver con la fuerza militar y que detesta cada segundo de lo que está pasando, pero sabe tan bien como todos los que están reunidos en esa fogata que es necesario.

—Puedo llevarlos hasta la frontera —dice Santiago, y lo llena de orgullo ver que es el líder de la resistencia en su localidad— pasaremos por nuestro hogar de camino y puedo dejar a los refugiados que trajeron allá, estarán seguros. Los rebeldes ni siquiera encontraron el valle aún.

Asiente a su lado, aliviado.

—Gracias —dice Agustín, y nota al instante que a Santiago no le gusta el omega ni lo cerca que está sentado de él— sos muy amable. ¿Cómo de lejos estamos de la frontera?

—A unos dos días a pie —dice Santiago, y lo mira a él específicamente, diciéndole sin palabras que tienen que hablar los dos a solas— pero hay rebeldes cerca, mis maestros me lo informaron esta mañana. Deberíamos esperar un par de noches, la última vez que nos enfrentamos ...

Huele el dolor en él, y le toma la mano, la complicidad entre ellos tan viva como cuando eran una pareja.

—Lamento tu pérdida —dice Esteban, y a Santiago tampoco parece gustarle mucho el alfa pero sabe que ha visto sus cicatrices y que no será tan insensible— arrasaron nuestra nación, también. No sabemos si hay más maestros del fuego además de Matías y yo, pero espero que sí...

—Todos perdimos personas que nos importaban —dice Agustín, y aunque huele el dolor en él sabe que está mucho más calmado que cuando lo supo. Enzo a su lado toma su mano y él alcanza la otra, ante la mirada herida de su ex pareja— pero no quiero tener odio en mi corazón. Ayudaré a detener este movimiento porque debe cesar, pero no deseo matar a nadie.

—No todos tenemos un corazón tan altruista como vos, maestro del aire. Los detendré y no me importa a cuantos tenga que matar, ellos nos atacaron antes. Ni siquiera lo lamento cuando lo hago.

Las palabras de Santiago se sienten como un ataque porque lo que son, pero Agustín ni siquiera se altera, muy típico de un maestro del viento. Pero que no se altere no significa que no le moleste o que su lengua no sea tan afilada afilada como una daga, y sus ojos son grises cuando mira a Santiago de frente:

—Es una auténtica lástima, maestro del agua. Los espíritus de tu elemento sí que lo lamentan.

Evita un enfrentamiento abierto entre ambos omegas apretando la mano de Santiago y elevando su aroma tranquilizador, aunque a Agustín no le hace falta y sus ojos son verdosos de nuevo. Él se desliza al mundo de los espíritus cada noche y sabe que lo dice es verdad, pero es tan cierto como que los Nómadas del Aire no son los mejores a la hora de hablar con sutileza.

Elemental [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora