6. Ciudad sin ley

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Tardan un día entero a pie en llegar al Valle de la Cascada, su hogar natal, y Fran suspira cuando lo ve aparecer ante su mirada. Agustín podría haber ido más rápido que ellos si hubiese ido volando, por supuesto, pero sabe que el señor del aire es demasiado amable como para hacerles algo así.

Cae la noche y todos están cansados, pero Santiago aún tiene ojos y oídos en cada rincón, así que rápidamente regresa a donde los ha dejado. Se ve mejor desde que hablaron la otra noche, parece menos enojado y se alegra de eso, todavía lo aprecia aunque sus sentimientos románticos por él hayan desaparecido.

—Bien, los refugiados pueden venir conmigo por acá —anuncia el omega rubio— los acogerán en casas y les darán un trabajo con el que ayudar al valle. Son libres de irse cuando quieran, no están obligados a permanecer acá, pero no me recomiendan que exploren demasiado cerca de la frontera, suele haber rebeldes. Los demás, espérenme acá.

Asiente y se gira para enfrentar a Blas, Esteban, Matías, Enzo y Agustín. Son los únicos que no son refugiados, aunque Blas y Esteban podrían serlo si quisieran, pero él sabe que su amigo alfa no se apartará de su lado tan bien como sabe que Esteban no se apartará del de Matías a menos de que lo maten.

—¿Nos tocará dormir juntos de nuevo? —dice Esteban, y se sonroja cuando lo mira a él. Algo le pasa con ese alfa y con el señor del aire, pero demasiados problemas tiene como para ponerse a pensar mucho en eso.

—No me molestaría dormir con alguien, para variar —dice Blas, y hace un puchero— me tocó dormir en el granero en el campamento, no había cama para mí.

Se ríe de él y lo golpea en el hombro.

—Dale, Blasito, podés dormir con Kuku cuando quieras.

Siente las sonrisas de todos ante la cara de fastidio de ambos alfas, pero entonces Santiago regresa a buscarlos.

—Bien, hay una vieja posada acá que nos servirá para esta noche. No esperen lujos, pero al menos tendrán una cama y un techo.

Asiente aunque una parte de él se siente levemente decepcionada, no le desagradaba dormir con Esteban. En las tierras de las Tribus del Agua siempre hace frío y el alfa desprende un calor muy agradable, y se pregunta brevemente si con Matías será lo mismo, aunque saca ese pensamiento de su cabeza tan rápido como entra. Es suficiente con que le guste el omega de Enzo Vogrincic, no necesita encariñarse también con su marido alfa.

Siguen a Santiago en silencio y el posadero les entrega una llave a cada uno, y tras desearles a todos buenas noches sube a su cuarto, después de recibir un beso en la mejilla de Agustín. Definitivamente no es lujoso, pero la cama es cómoda y él está cansado, muy cansado después de caminar todo el día.

Está a punto de quitarse la ropa cuando siente unos golpes en su puerta, y cuando la abre se encuentra a Esteban Kukuriczka al otro lado. El alfa le sonríe tímidamente y se fija mejor en lo atractivo que le parece, no le importan sus cicatrices.

—¿Puedo pasar? No quiero incomodarte, pero realmente me gusta dormir contigo. Después de todo lo que he perdido se siente bien compartir una cama, pero lo entiendo si no querés.

Recuerda muy bien el dolor que sintió cuando creyó a Blas muerto, así que comprende a lo que se refiere el alfa y lo deja pasar, asintiendo.

—Está bien, alfa. Podés dormir conmigo, no me incomoda.

Esteban sonríe cálidamente y definitivamente esa sonrisa le hace sentir cositas, pero se gira para sacarse varias capas de ropa antes de que el alfa pueda ver su sonrojo. Cuando se da la vuelta de nuevo Esteban lo espera en la cama, usando su camiseta y su ropa interior.

Elemental [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora