Childish Love ft. SonAmy

¿Qué Recuerdas?| ACT 1

— Oye, Tails... ¿Tú recuerdas cómo eran tus padres? —preguntó el erizo de azul hacia su hermano, sentado sobre una de las alas inferiores de la avioneta, viendo cómo la tormenta caía bruscamente sobre ellos.   

— ¿A qué te refieres? —duda el más joven, girándose a verlo con cierta curiosidad, ladeando su cabeza.

— Bueno, ya sabes... ¿Recuerdas como se veían? ¿O cómo te llamaban? Algo de ellos.

— ¿A qué viene eso? —pregunta el de zapatillas de rojo con blanco, moviendo su cola lentamente de lado a lado, frotando suavemente su mentón mientras reflexionaba sobre la pregunta.

— Es que hablando con Amy me di cuenta de que menciona mucho a su mamá y hasta ahora no sé cómo podría verse... Por eso te pregunto a ti si recuerdas algo de tus padres o no —explica, sacando una de las manzanas del cesto que la eriza rosada había traído temprano esa mañana.

— Bueno, no me acuerdo mucho de mi mamá, pero creo que recuerdo algo de mí papá —responde, apoyando sus manos a los lados—. Creo que era un zorro grande y de ojos azules, pero... no recuerdo cómo era su voz o cómo era conmigo o mí mamá. Aún así me gusta imaginar que fue un gran padre, de esos que juegan contigo y te protegen hasta el final.

— Suena lindo —afirma el mayor, sonriéndole tras hacerse una imagen similar, sin saber realmente cómo podría sentirse algo así, haciéndole sentir triste en el fondo.

Un relámpago se muestra por el horizonte, tensando por un instante al vulpino quien disimuladamente se acerca al erizo de azul en búsqueda de apoyo, con este rodeando sus hombros para unirlo más a él, acostumbrado puesto que así era durante cada tormenta.

El silbido de la brisa gélida, el sonido de las palmeras y árboles sacudiéndose por el viento, el rugir de los mares en la costa, retrocediendo y avanzando en una fuerte resaca que parecía no tener planes de calmarse en algún momento entre los cielos oscurecidos por las nubes de gris y negro sobre sus cabezas era un panorama normal para el par de niños.
Aún así, la pequeña Amy observaba todo con sumo asombro, escondida en el asiento del piloto del avión, con sus ojos clavados en el extenso firmamento, sorprendida por las chispas de luz y electricidad que por momentos resplandecían muy a lo lejos, acompañadas después por el retumbar de un trueno que con suficiente imaginación podrían ser la señal perfecta de que el cielo se estaba rompiendo en pedazos.

Estaban seguros en aquella avioneta.
Aún si no había nadie velando por ellos en su juventud todos sabrían que estarían bien, a fin de cuentas ninguna tormenta es eterna.