Childish Love ft. SonAmy

¿Qué Recuerdas? | ACT 3

Estaba esperándola en el claro del bosque donde la conoció por primera vez.  

Se había arreglado de la mejor forma que conocía, mojando sus espinas para emparejarlas correctamente unas con otras, con un moño carmesí rodeando su cuello, con sus zapatillas bien lustradas y con un ramo de rosas rojas envueltas en una tela de seda.

Quizás podría tratarse del día más importante en su vida. No sería el día en donde conocería a sus padres, pero si sería el día donde abriría su corazón hacia una nueva persona, una persona en la que podría confiar y por la que haría hasta lo imposible para no perderla.

Había marcado el camino hacia su encuentro por un rastro de pétalos de rosas rosadas, iniciandolo desde Tornado, atravesando la playa y bosque hasta llegar a él.
¿Funcionaria? No estaba seguro, le había dado la orden a Tails de insistirle a Amy para que siguiera el rastro de pétalos pero no tenía idea de si en su lugar le habría confesado todo su plan.

Los minutos pasaban y aquella tierna niña no aparecía aún. ¿Por qué se tardaba tanto? Sí, sabía de sobra que no todos contaban con super velocidad como él pero, vamos ¿Tres minutos de atraso? Ni una tortuga sería tan lenta... ¿Verdad?

Sus orejas se tensaron tras escuchar una tierna melodía en conjunto de pequeños pasos acercándose hacia él. Ahí estaba su amiga, rápido, en posición.

Tomó una gran bocanada de aire, arregló su moño y silbó agudamente para llamar a las aves, con estas acatando su señal para tomar entre sus piquitos una gran pancarta de tela en donde escribía “Te Quiero” con tinta rosa, posicionándose detrás de él.

Poco a poco la joven de espinas rosadas se dejó ver por entre los arbustos, saludando animadamente al mayor para después quedarse congelada al notar los detalles de las flores, su moñito y la pancarta.
Su tierno corazón empezó a latir con fuerza ¿Acaso ésto era otro sueño? ¿Sería real? ¿Su mayor deseo se estaría haciendo realidad?

— ¿Sonic? —llamó, escondiendo torpemente su sorpresa y maravilla de todo cuanto los rodeaba.

— ¡¡Eres como el sol!! —grita de forma firme, con un notable sonrojo asomándose en sus mejillas.

— ¿Uh?

— ¡¡Porque eres cálida y le das vida a todo!! —extiende el ramo de rosas hacia ella, viéndola fijamente, con el sudor recorriendo sus sienes, empapando sus guantes por los nervios— Te... Te quiero mucho, Amy.

— Oooh, Sonic —musitó, tomando las flores entre sus brazos, olfateándolas a profundidad, nublando sus sentidos ante el encantador aroma que éstas despedían.

El niño de azul se relajó ligeramente. Lo había hecho bien, había cumplido con la labor de todo caballerito de su edad, hizo que la niña más linda se sintiera bien, sonriera, se sorprendiera y escuchara una verdad dicha por sí mismo.
Se sentía... bien.

— Tu también eres un sol, yo también te amo —añade Amy, dándole un fugaz beso en los labios.

El erizo mayor se queda estático en su lugar. La sensación, el ligero calor en aquellos dulces labios fue lo más inesperado en toda su vida. Se sintió como si una pequeña corriente electrica lo recorriera de pies a cabeza, como si hubiera despertado de un largo letargo del que no tenía idea. Se sentía extraño, pero no se sentía mal.

— Gracias —murmura, desviando su mirada hacia a un lado, con su corazón latiendo con fuerza, sin saber qué hacer ahora—, uh... ¿Quieres que te lleve por un helado? Yo invito.

— ¿Sería nuestra primera cita? —sugiere, sumamente ilusionada, sonriendo de oreja a oreja, con sus ojos brillando como dos luceros centelleantes.

— Si quieres sí —alza y baja sus hombros, sin ver problemas en su idea.

— ¡¡Viva!! —chilla, dando saltitos de alegría, tomándolo de la mano para así encaminarlo a su lado— ¡Conozco un buen lugar, sígueme!

La dupla de niños se aleja rápidamente, sumergidos entre ideas y pequeñas risillas rebosantes de inocencia, ignorando la presencia de alguien más escondido entre las nubes, ignorando a aquel “Doctor” que los vigilaba de cerca, explorando, acechando, preparándose para atacar cuando menos pudieran esperarselo.