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Si había algo que le molestaba muchísimo a YoonGi, era ser despertado de manera tan ruidosa, repentina y el peor de todos, un fin de semana temprano.

El príncipe YoonGi se encontraba con el ceño fruncido, viendo cómo su querido y muy molesto amigo se miraba con fascinación en el espejo. Odiaba a Kim Seokjin con toda su alma.

—Ya, Yoon. Deja de ser tan amargado, hombre. —Seokjin lo miró por un momento a YoonGi y volvió a mirarse en el gran espejo que el menor tenía en su habitación. —Me veo muy guapo hoy. —Sí, Seokjin de nuevo con su autoestima por el cielo. —Si sigues de amargado, te saldrán arrugas antes de los veinte. —YoonGi rodó los ojos.

—Seok, son las ocho de la mañana y es domingo. No es justo. —Dijo con voz molesta el menor.

El mayor se dio media vuelta y lo miró. —Ocho de la mañana y tú aun durmiendo. Eres un holgazán de primera clase. —Se cruzó de brazos. —Envidio a veces tu vida de principito mimado que te cargas. ¿Qué clase de rey serás si sigues así? —El mayor caminó hacia él.

YoonGi bufó. Su amigo sí que era insoportable.

Seokjin siempre, sin falta, llegaba temprano los fines de semana al reino y entraba a su habitación a irrumpir su sueño. Él, príncipe Min YoonGi, solo deseaba una cosa cuando llegaba los domingos por la mañana y era despertado por su querido amigo: dejar sin testículos a Seokjin Kim y que no le joda su preciado sueño nunca más.

—Hoy haremos muchas cosas, Yoon. —El menor miró confundido a Seokjin.

—Eso sonó a batallón y, no quiero. Tus ideas no son mis favoritas, hyung. —Min se levantó de su cómoda y amada cama. Se quejó cuando sus pies tocaron el piso frío. Estiró su cuerpo y buscó la bata para dirigirse al baño.

Seokjin seguía cada movimiento de YoonGi con la mirada. Carraspeó la garganta y lo miró.
—Iremos a nuestro reino vecino, Kimes. Debes acompañarme. —Dijo levantando las cejas, con una sonrisa que YoonGi sabía que significaba.

De nuevo. Debió imaginarlo.

—¿De nuevo en esas, Seokjin? —negó con la cabeza mirando a su amigo. —No tengo de otra, ¿cierto? —El mayor negó y YoonGi suspiró, cambiando hacia el baño para darse una ducha. —Bien, no demoro. 

Como todos los fines de semana, Jungkook desayunaría junto a su madre

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Como todos los fines de semana, Jungkook desayunaría junto a su madre. Era el día de la semana más esperado para el de cabellos azabache. Le encantaba compartir tiempo con sus padres, en especial con su madre.

Cuando despertó y miró el reloj de pared de su habitación, este marcaba las 7:40 minutos.

Restregó con sus puños sus ojos para quitar la pesadez de estos. Se reincorporó en la cama, pero de inmediato sintió un dolor, haciéndole cerrar los ojos con una mueca.

¿Por qué ese dolor?

Jungkook había cumplido sus trece años hacía unos días, y nunca había sido un niño que regularmente o de la nada se enfermara.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora