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Jungkook llegó al comedor real, encontrándose con sus padres y a su abuela RiJun sentados en los asientos que usualmente ocupaban, cada uno con una taza de té y un plato vacío frente a ellos.

Pensó que YoonGi estaría allí cuando él llegara al comedor a desayunar, pero no había rastro del príncipe. Jungkook soltó un suspiro.

Le había tomado alrededor de quince minutos bañarse y arreglarse, pero debía admitir que la parte más compleja de todo eso, y la que le llevó más tiempo, fue elegir qué usar. Tenía unas cuatro opciones y, como últimamente le sucedía, terminó eligiendo una que no estaba entre ellas.

¿A quién quería impresionar? Bueno, la verdadera pregunta era: ¿Por qué? Desde el momento en que entró al baño sintió la necesidad de elegir algo bueno, presentable y cómodo para que YoonGi lo notara... pero, ¿qué importaba ahora? El príncipe no estaba allí.

Tomó asiento en silencio al lado de su abuela, después de hacer una reverencia a sus mayores.

—¿Dormiste bien? —preguntó la reina al menor. Jungkook murmuró una afirmación en respuesta.

Una mujer, aún joven y de cabello castaño, llegó hasta la mesa sirviendo el desayuno de todos. En el asiento frente al que siempre usaba Jungkook había un plato vacío y una taza de té aún humeante. La mujer sirvió lo mismo en este y se retiró después de hacer una reverencia.

Jungkook miró su plato de comida y tomó los cubiertos, pero la voz de su padre detuvo su acción.

—Aún no pruebes tu desayuno, falta alguien en la mesa, hijo. —El rey lo miró sonriendo amablemente, como si hubiera leído la mente del menor.

Jungkook asintió, mientras jugaba con sus manos sobre su regazo debajo de la mesa.

—¿Tardará? —preguntó luego.

—Acaba de ir a la habitación por algo que olvidó —respondió la reina, quien dirigió la mirada hacia la puerta del comedor un segundo y luego a sus manos, donde sostenía la taza de té. Bebió de ella esbozando una sonrisa.

Jungkook sonrió, sintiéndose de un momento a otro algo nervioso. YoonGi sí estaría allí para tomar el desayuno con él... bueno, con su familia y él, por supuesto.

—Hijo. —Jungkook alzó la vista hacia su padre, se irguió y dejó de jugar con sus manos.

—Sí, padre.

—Hace unos días cumpliste catorce años y la preparación como heredero al trono comenzará —dijo el rey.

—Oh, es cierto —soltó una risita nerviosa y asintió.

El rey le sonrió y un segundo después miró a la reina. Eunji dejó la taza de té en el pequeño plato y miró con una expresión suave a Jungkook.

—Lo harás bien, hijo —lo alentó—. Estaremos aquí para lo que necesites, obviamente.

—Sabes que cuentas con nosotros, hijo —añadió su padre.

—Estaré bien. No voy a la guerra. —Jungkook soltó de nuevo una risita. En su interior agradeció a sus padres por las palabras de apoyo.

—El niño tiene razón —dijo la mujer mayor, RiJun. No había mencionado ni siquiera una vocal desde que Jungkook llegó a la mesa hasta ese momento—. Están haciendo una tormenta en un vaso de agua. Él estará bien.

—Solo nos estamos preocupando, mamá —dijo el rey.

—De más —afirmó ella.

—Solo serán estudios y cosas así durante los primeros años, ¿no? —preguntó Jungkook a su padre, quien asintió inmediatamente.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora