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Años despúes

Daseú: Reino Dal del sur.

Desde la ventana del majestuoso palacio, el paisaje otoñal se desplegaba en todo su esplendor. La luz del mediodía bañaba el jardín, filtrándose a través de las ramas de los árboles que ya habían comenzado a desnudar sus copas. Las hojas, en tonos cálidos de dorado, ámbar y carmesí, se desprendían suavemente, danzando en el aire antes de posarse en el suelo, formando un mullido tapiz que cubría los senderos empedrados.

Jungkook, desde el interior de su habitación, admiraba el majestuoso paisaje que ese día otoñal ofrecía. El comienzo del otoño, su estación favorita, siempre le había parecido una verdadera maravilla que tenía la fortuna de contemplar y sentir. Por Dios y la diosa luna, ¡cómo le gustaba!

Más allá del jardín, un pequeño lago reflejaba el cielo despejado, con sus aguas teñidas de un azul profundo que se combinaba con el reflejo de los árboles circundantes. El viento, fresco y suave, agitaba apenas la superficie del agua, creando pequeños remolinos que parecían seguir el vaivén de las hojas caídas.

Era realmente maravilloso y perfecto. Un momento de paz en el que la belleza del otoño parecía haberse detenido en el tiempo, capturada en el marco perfecto de la ventana de la habitación del joven príncipe.

Dejó escapar un suspiro de sus labios; se sentía ansioso, feliz y... con un remolino de emociones en su pecho. Finalmente, estaba cumpliendo veinte años.

Por supuesto, conocía todas y cada una de las responsabilidades que a partir de ese momento llevaría sobre sus hombros, pero la felicidad y satisfacción de finalmente cumplir sus añorados veinte años pesaban más.

Una risita tonta escapó de sus labios sonrosados al recordar el motivo de su entusiasmo por alcanzar esa edad.

Era una promesa.

Si se ponía a pensar en ello más a fondo, creía que era una razón muy tonta para contar como un niño los días que faltaban para su cumpleaños, pero al recordar a la persona que le hizo esa promesa, todo cambiaba.

Hacía dos semanas que había regresado al palacio luego de culminar su servicio militar.

Por supuesto, Jungkook estaba tan feliz de estar en casa nuevamente. Había extrañado la comodidad del palacio, a sus padres, a su abuela, a su hyung Seokjin y a él.

Sus padres lo recibieron con una cena familiar y su postre favorito. Recibió felicitaciones y palabras de orgullo por parte de su padre. Ahora sí se podía considerar un hombre adulto y maduro, con veinte años, exmilitar y heredero al trono de Dal.

Una sonrisa iluminó el rostro del príncipe. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo.

Volvió a mirar por la ventana hacia el jardín y luego hacia la entrada del palacio. Entonces, la sonrisa se le fue desvaneciendo poco a poco al fruncir el ceño.

—¿Quiénes son? —soltó la pregunta al aire.

Un Rolls-Royce Phantom se detuvo frente al gran portón del palacio por unos segundos antes de que los guardias lo abrieran. El príncipe enfocó lo más que pudo su visión y entonces, cuando el auto negro empezó a entrar por la puerta grande del palacio de Dal, reconoció las banderillas que tenía a cada lado.

La sonrisa del príncipe volvió, y chilló de alegría.

—¡Están aquí!

Con pasos apresurados se dirigió hacia la puerta de su habitación, la abrió y salió de esta lo más rápido que pudo, al igual que cuando llegó al inicio de la escalera imperial.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora