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Abrió los ojos de golpe, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. El sudor helado resbalaba mortalmente por su piel. ¿Qué había sido esa pesadilla?
Él, un candidato a la presidencia, casado, ocupando un cargo importante, con la atención de su padre; pero más importante aún, ¿Forger muerta?
Debo de estar loco.
Sí, tal vez el estrés de los próximos exámenes lo estaba afectando. Observó de reojo los libros dispersos sobre la mesa. Se había quedado dormido estudiando. Consultó el reloj. Eran las cinco de la mañana.
Aún disponía de mucho tiempo para seguir estudiando. Ya había descansado lo suficiente. Necesitaba enfocarse en algo que no fuera esa estúpida pesadilla, aunque juraría que había sido demasiado real. De repente, sintió un temor palpable cuando recordó lo sucedido.
No fue hasta que vio una pequeña bolsita al costado de su libro de matemáticas.
―Maní ―susurró, esbozando una sonrisa al ver el empaque.
Y entonces, exhaló aliviado, sabiendo que la pelirosa estaba a salvo.
Pasaron alrededor de dos horas antes de que sus amigos y compañeros de habitación se despertaran. Se alistaron juntos, salieron de los dormitorios y tomaron asiento en el salón. No pasó mucho tiempo antes de que Blackbell y Forger entraran por la puerta.
Por si fuera poco, Damian había aceptado los sentimientos que atesoraba desde hacia ya muchos años. No se trataba solo de un simple gusto o admiración, era algo más profundo. A pesar de haber intentado negarlo innumerables veces dando por sentado las diferencias sociales, la etiqueta y las expectativas familiares, luchó en vano. Porque ahí estaba, cautivado una vez más por la belleza que creía que Anya poseía.
Ahora él la buscaba, la perseguía, inventando excusas tontas como estudiar juntos o trabajar en proyectos académicos, tratando de ocultar su enamoramiento bajo el disfraz de amistad. Lo sabía, estaba perdido.
Su tiempo en Edén iba a culminar, era su último año, faltaban a penas unas semanas para su graduación y quería confesar sus sentimientos, pero ¿qué pasaría si lograba formalizar una relación? No quería algo pasajero, buscaba algo serio. Sin embargo, todas las barreras impuestas por su familia hacían que ese sueño pareciera cada vez más lejano e inalcanzable.
Vio a Anya, su Anya, tomar asiento un escalón más abajo, justo frente a él. Sería mentira decir que no se veía hermosa, que no era lo más bonito que había visto esa mañana.
De repente, un pensamiento cruzó su mente. ¿Anya agente de WISE? Imposible. Por lo poco que sabía, era el Servicio de Inteligencia de Westalis, una organización importante de la nación contraria. Se rio en su interior por los sucesos de dicha pesadilla. En verdad, necesitaba un respiro. Sin embargo, captó la atención especial de la pelirosa, quien se había volteado para mirarlo con ojos expectantes.
―Segundo, no seas ruidoso.
―¿Eh? ―ahí estaba de nuevo, sin entender ni una sola palabra de sus ocurrencias.
―Te regalé una de mis provisiones de maní y así me pagas ―sacó la lengua, juguetona―. Traidor.
―Te dedico valiosas horas de mi tiempo acompañándote a estudiar ―siguió el juego, sin sonar tan arrogante, posiblemente desde que aceptó su amor por ella―, tú deberías de ser más agradecida, enana.
¿Por qué tenía que ser tan infantil y adorable? Aunque no entendiera del todo, eso era lo que más le encantaba de Anya. Bien podría haberse fijado en una mujer mucho más decente y recatada, pero no, se enamoró de la persona más única y rara que había conocido nunca.
―Desmond, el agradecido deberías de ser tú, por tener la compañía de mi Anya durante horas, ¿no crees? ―Becky, insinuante, se unió a la disputa. Allí iba de nuevo, sonriéndole triunfante y exasperándolo aún más.
―Basta ―intervino Ewen, intentando proteger a su amigo del ataque de la morena―. Ya no somos niños.
En silencio, Damian expresó agradecimiento por el gesto de su amigo al sacarlo de ese apuro. Tanto Ewen como Emile estaban al tanto del enamoramiento de su amigo. Mientras uno lo comprendía, el otro estaba más centrado por otras cosas, como la comida.
―Ewen Egeburg, esto no es asunto tuyo ―replicó Becky, con un tono que heló a los presentes.
Como siempre, ella tenía la última palabra. Hacía un año que Ewen y Becky habían formalizado su relación. Quizás la madurez de Ewen y su capacidad para dejar atrás su antigua personalidad habían sido el detonante para la admiración que la heredera de los Blackbell sentía por él.
Así transcurrieron las horas. Anya dormía mientras Damian intentaba despertarla con cautela, como lo había hecho siempre y como lo haría hasta el día de la graduación. Cuando sonó el timbre, el grupo de amigos se preparó para dirigirse al comedor. Sin embargo, una joven de porte refinado interceptó al menor de los Desmond.
―Si me permites, me gustaría hablar contigo un momento ―dijo con voz suave, solicitando privacidad mientras dirigía una mirada especial al grupo, especialmente a la ojiverde.
A Damian no le importaba mucho quién era ella, aunque le parecía familiar por alguna razón. No podía permitirse ser descortés; hacerlo podría acarrear problemas que llegarían a oídos de su padre. Así que accedió a ir a un lugar más reservado.
―De acuerdo, ¿qué quieres decirme? ―preguntó, deseando terminar la conversación y unirse al grupo en el comedor. Seguramente Anya ya estaba disfrutando del pudín que supuestamente compartirían.
―Para empezar, déjame presentarme ―dijo con una leve reverencia―. Soy Nora, hija de James Hilliard, director ejecutivo y propietario de Hilliard Armamentos.
Damian suspiró. Otra dama que parecía estar presumiendo. Si no fuera tan egocéntrico, ya tendría una idea de hacia dónde iba la conversación.
―¿Entonces? ―la rubia le estaba colmando la paciencia.
―Quiero decir, olvidé mencionar algo ―dijo con una sonrisa astuta―. Soy tu prometida.
¿Era alguna especie de broma? Damian soltó una risa seca.
―Deberías tener idea de cuántas mujeres han recurrido a mí con la misma excusa, algunas desesperadas, otras simplemente buscando mi atención ―siseó, acostumbrado a tales situaciones―. Estás fuera de tus cabales ―añadió, dando un paso para alejarse.
―Espera ―dijo, aferrándose a la manga del azabache con desesperación―. Aún no es oficial, pero escuché una conversación entre nuestros padres y―
—No me interesa.
Pero cuando se dio la vuelta para liberar su manga, la reconoció. Era la mujer con la que había contraído matrimonio en la pesadilla de esa misma mañana. O al menos, eso creía. El pensamiento lo perturbó una vez más. Salió del lugar ensimismado.
Al entrar al comedor, sus ojos buscaron desesperadamente a Anya. Finalmente, sus miradas se encontraron y ella le dedicó una sonrisa sincera, llamándolo hacia ella. Él se llenó de alegría.
En ese momento, comprendió que siempre había sido ella. Si había alguien con quien debía casarse, era con Anya Forger, la causante de todos sus desvelos y única dueña de su corazón. Ya no le importaba nada más; estaba decidido. Se declararía lo antes posible, aún si eso implicaba que debía de enfrentarse a su familia.
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Hola, estrellitas. Esta es una historia un tanto alocada de este ship que amo con mi vida. Seguramente se hacen una idea de cómo se desarrollará la historia. Paciencia que the best is yet to come...
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ꜱᴀᴜᴅᴀᴅᴇ » Damianya ✓
Fanfiction¿Quién puede decir si, al sincerarse con sus sentimientos, al tomar la iniciativa, Damian habría evitado tantos remordimientos? Nunca había tenido el coraje de seguir a su corazón, y tal vez esa falta de valentía era la causa de su profunda miseria...