「010」

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Damian condujo a Anya fuera del salón, sin importarle en absoluto las miradas reacias de sus compañeros. Al llegar al pequeño jardín que solían compartir, se quedó absorto en su belleza, en esos ojos que tanto lo enloquecían. Le apretó suavemente los cachetes, cerciorándose de que ella realmente estuviera allí, de que fuera real y no una invención de su tan desgastada mente.

―Estás aquí ―pronunció apenas, para seguidamente volver a abrazarla con intensidad. Lloró sobre su hombro sin liberarla. No quería hacerlo, temía a que se vuelva a ir y tuviera que repetir ese tormento nuevamente―. Perdón, lo siento tanto ―repitió tantas veces.

―Llorón ―le dijo ella a modo de burla, dándole suaves palmaditas en la espalda mientras contenía sus propias lágrimas.

―Cállate ―Damian frunció el ceño, sin quitarle la mirada de encima, la tomó de los hombros-. Jamás te vuelvas a ir de mi lado ―enfatizó, determinado―. Forger, no me vuelvas a hacer esto.

―Admite que no puedes vivir sin mí ―respondió con gracia. Las mejillas del chico se tiñeron de un rojo intenso―. Vamos a clase, Segundo.

Tomó la muñeca del más alto y lo jaló suavemente, dirigiéndolo hacia el interior de la infraestructura; sin embargo, él la detuvo. Sus emociones se entrelazaban en una tormenta de desesperación, alegría y miedo. Deseó tener el poder de detener el tiempo y permanecer en ese instante para siempre, disfrutando de la compañía de la chica que tenía frente a él.

Ya no quería guardarse nada, sus sentimientos, sus debilidades, su amor. La vida le había dado una lección. Aprender a valorar lo que tenía, para nunca más arrepentirse.

―Espera, escucha esto.

«Te amo tanto, Forger.»

Leyó sus pensamientos de repente.

«Bonita, es cierto que no puedo imaginar una vida sin ti.»

Su rostro hirvió; era una confesión demasiado repentina. Sabía que Damian tenía demasiado orgullo para decirlo en voz alta.

«Linda, linda, linda, linda...»

Una amalgama de pensamientos atacaron su mente. Se cubrió la cabeza, sintiendo un mareo.

―No hagas ruido mental ―le gritó.

―Es tu castigo por irte ―respondió él, tomando su muñeca y llevándola de nuevo al salón.

Afortunadamente, el profesor Henderson solo los reprendió por llegar tarde a clase y no tomó medidas más severas. Mostró comprensión hacia su alumno, ya que había observado su declive tanto académico como social en todo ese tiempo. Sabía que la causa era la ausencia de la chica. Sin embargo, cuando entró por la puerta, notó un cambio en él, como si su alma hubiera regresado a su cuerpo. Irradiaba con otro semblante.

ꜱᴀᴜᴅᴀᴅᴇ » Damianya ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora