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Esa mañana fue extraña. Los personajes secundarios, es decir, el compañero del detective y los dos secuaces del criminal, se encontraban los tres tomando desayuno, esperando que algo pasara.

"Qué raro se siente despertar antes que Basil", comentó Dawson un poco extrañado mientras probaba un poco de mate que Caprice había servido.

"Sí... ¿por qué será?", dijo nerviosa Bell mientras apartaba la mirada. 'Creo que le di a Basil una de las dosis para rata. Por favor, que no esté muerto. Si eso pasa aquí, todos me hacen sopa', pensó ella mientras fingía demencia y desayunaba su pan y mate.

En uno de los cuartos de arriba, específicamente en el cuarto de Ratigan, este despertó de la forma más miserable posible. Sus ojos dolían y su pecho se sentía sumamente adolorido en la zona del corazón, pero no era por las heridas, era otro tipo de dolor... o a lo mejor si eran las heridas, en su situación podian ser ambas.

Se levantó a duras penas y vio su reflejo demacrado en un pequeño espejo de mesa. Su cabello estaba desordenado, su barba a medio crecer, su mirada cansada, ojeras marcadas y, en general, un aspecto que lo hacía despersonalizarse y decir "ese no soy yo".

Se levantó a duras penas y vio que en el mesón había dos cajas: una era su caja de maquillaje y la otra era una caja con navajas de afeitar que nunca había visto. Esta tenía una nota, era un regalo de Caprice.

Había sido una noche de mierda. Definitivamente, tenía que remontar de alguna forma, porque si quería volver a sus viejas glorias, tenía que empezar con su aspecto. Al menos... eso pensaba cada mañana.

Se levantó y se dirigió al cuarto de baño del piso superior y empezó a arreglarse: recortar y peinar su cabello, arreglar su barba, aplicarse su característico maquillaje color malva pálido. Básicamente, volver a construir su imagen de genio malvado. Verse al espejo en ese nuevo estado le devolvía toda la confianza que necesitaba. Se sentía como un rey, casi le hacía olvidar ese dolor en el corazón que lo atormentaba. Y no, no era el colesterol, Bell se lo había confirmado.

Se arregló su camisa y su pañuelo, abrió la puerta del cuarto de baño y encontró a Basil, uno adormilado con párpados cansados, la mirada muerta, ojeras mucho más profundas y el cabello alborotado.

Ambos se miraron por un segundo; el criminal arrugó la nariz y lo miró molesto porque literalmente le había confesado todo y el ratón había huido y encerrado en su cuarto. Por su parte, Basil solo atinó a bajar la cabeza intentando ignorarlo. Estaba intentando pasar de él, pero también estaba ocultando un profundo sonrojo mientras escuchaba la risa de su conciencia que decía en una broma tortuosa "no si no lo amas, para nada, tu pequeño pervertido".

Ratigan notó cómo las orejas de Basil se ponían rojas. Eso lo hizo soltar una leve risa. Iba a decirle algo, pero su traje fue jalado apartándolo de la puerta y haciendo que nuevamente el ratón escapara, solo que ahora se había encerrado en aquel cuarto de baño.

"Heh... yo sé que aún me amas...", susurró de forma solemne mientras se alejaba. Porque por mucho que se quejara, él también era en parte un cobarde y uno muy emocional. Pudo confrontarlo, pero prefirió pasar página...

...

El criminal bajó las escaleras. Se veía como nuevo, su figura imponía y mantenía su pecho inflado y una sonrisa confiada. Se quedó parado en la escalera esperando la reacción de los demás.

Bell soltó un chillido mientras se levantaba de la mesa y gritaba "¡oh sí!, ¡Ratigan volvió al juego!"

Caprice solo contestó asintiendo con la cabeza y dando un leve aplauso.

"Buenos días", saludó el criminal con cortesía a sus secuaces para luego mirar al ratón de baja estatura, "Dawson", lo saludó con un tono seco.

"Ratigan", le respondió el mencionado mientras lo seguía con la mirada y como este tomaba asiento, dejando al capibara y a la coneja en medio.

𝐆𝐎𝐎𝐃𝐁𝐘𝐄 𝐒𝐎 𝐒𝐎𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora