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Londres estaba debajo de una lluvia torrencial y lúgubre que hacía de cortina para el caso que estaba a punto de destaparse. Les quedaba solo esa tarde, ya que mañana sería el funeral y por ello, debían descartar de inmediato cuáles serían los siguientes posibles objetivos de lo que parecía ser un nuevo tipo de justicia que nadie se había puesto a pensar en las cuestiones morales que ese tipo de justicia significaba.

...

Ratigan y Bell se habían infiltrado en uno de los carruajes humanos, iban a la dirección. Estaban en el entretecho esperando a llegar en silencio hasta que la coneja habló en voz baja de forma insistente.

"Entonces tú y Basil..." empezó a decir ella de manera insistente.

"¿Por qué a la gente le importa tanto lo que pase entre él y yo?" fingió molestia mientras evitaba responder, porque tampoco sabía qué responder, más que nada porque parecían estar mejorando pero aun estando estancados.

"A ver, en primera, yo soy la interesada porque escucharte hablar dormido es como ver leer una novela romántica clásica, claramente me importa saber cómo termina y también porque... heh, tú fuiste un entrometido con el tema de mi nombre así que shhh, calladito" le respondió soltando una risa burlesca.

"¿Cómo que hablaba dormido...?" preguntó avergonzado y molesto el Napoleón del crimen mientras la coneja se hacía la tonta mirando hacia afuera.

"Uy, un gato, creo que está perdido, o no, se ve muy gorda, seguro solo está lejos de casa" comentó la coneja mientras asomaba la mirada entre el entretecho y seguía a una gata gorda color crema ocultarse entre la basura.

"¿¡Felicia!?" gritó Ratigan mirando y buscando con desesperación su campana casi por mero instinto, pero claro, no era su auténtico traje y por ende no la tenía con él...

"¿Esa gata te importa...?" preguntó Bell, y al ver que su jefe no jefe asentía con la cabeza por instinto puso sus patas en el borde y se dispuso a bajar casi que en automático.

"¡No tienes que hacer todo por mí, mujer!" le regañó la rata mientras la volvía a meter en el entretecho. "¡Perfecto, ahora estás mojada, tú eres la médica, no te puedes matar como si nada!"

"Perdón..."

...

La lluvia parecía empeorar y no detenerse para su mala suerte, y era una pena porque cuando llegaron a la ubicación y ambos se habían bajado, la tormenta parecía solo avanzar mas y traer un mal augurio.

Ratigan apenas vestía su traje chamuscado y el frío era insoportable. Bell solo vestía de igual forma con un simple abrigo delgado. Al menos sabían por dónde meterse para que la lluvia no los mojara y pasar desapercibidos.

"No te has preguntado qué pasa si te ven así? Eres el peor criminal de todos, no sé si te recibirán de buena gana" comentó la coneja mientras intentaba no pisar los charcos de agua sospechosa.

"Conozco a esa familia, me deben un favor... aunque dudo que me escuchen si nos ven así..." comentó de mala gana la rata mientras miraba por dónde pasar. Era el peor día para salir pero era ahora o nunca, debían descartar sujetos antes del funeral, seguramente Sineye lo usaría para hacer un ataque.

El Napoleón del crimen sintió cómo tiraban de su traje. Estaban debajo de una mampara de una tienda cerrada, la coneja le señaló cómo había una apertura con un pequeño cartel de abierto. Había una tienda de abrigos para ellos.

"¿Tú... tienes dinero?" preguntó el mayor.

"No, pero tengo frío" respondió la menor mientras lo miraba fijamente.

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⏰ Última actualización: Sep 11 ⏰

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